Capítulo 17 - Pilar

"𝑇ú 𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑠𝑖𝑠𝑡𝑒 𝑖𝑟, 𝑓𝑢𝑖 𝑦𝑜 𝑞𝑢𝑖𝑒𝑛 𝑠𝑒 𝑞𝑢𝑒𝑑ó

𝑆𝑖 𝑛𝑎𝑑𝑖𝑒 𝑡𝑒 𝑜𝑏𝑙𝑖𝑔ó, ¿𝑝𝑜𝑟 𝑞𝑢é 𝑎𝒉𝑜𝑟𝑎 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒𝑠 𝑎 𝑚𝑖 𝑝𝑢𝑒𝑟𝑡𝑎?

𝐶𝑜𝑛 𝑙𝑎 𝑐𝑒𝑟𝑡𝑒𝑧𝑎 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑖𝑔𝑢𝑒 𝑎𝑏𝑖𝑒𝑟𝑡𝑎."

𝑀𝑜𝑟𝑎𝑡.

Desperté al día siguiente. No sabía cuánto tiempo llevaba durmiendo, solo fui consciente de que estaba en mi cama, con la ropa de la noche anterior, pero igualmente cobijada por varias mantas.

De alguna manera había llegado hasta ahí y para variar, no recordaba cómo. Mis amigas no se habían presentado en la discoteca y varias imágenes mías recorriendo el lugar sola venían a mi memoria. 

Recordé también la sensación de asco al sentir como me tocaban y como se pegaban a mí distintos hombres y mujeres aprovechándose del estado en el que me encontraba. 

En aquel momento no me importó, al contrario, eso solo me había provocado para beber aún más y terminar por fin con todo el dolor al menos por unas horas.

Una parte de mí pensaba hasta dónde podía llegar, qué pasaría si algún día me pasaba realmente algo malo o terminaba metida en la cama con un desconocido sabiendo los riesgos que todo esto podría traer.

Pero enseguida los pensamientos oscuros lograban opacar los segundos de cordura que tenía. No me importaba nada en absoluto. De hecho, no dejaría de salir por las noches cuando me viniera en gana. Aún con aquel dolor de cabeza mortal, admitía que prefería cien noches como la anterior, a un día solo viviendo la realidad de mi vida.

Intenté levantarme de la cama, no porque tuviera ganas de hacerlo, más bien porque la boca me dolía de lo seca que estaba. Necesitaba agua con urgencia y eso solo lo podía saciar yendo hasta la cocina.

No me molesté en absoluto ni en darme una ducha o cambiarme de ropa. Me miré al pasar por el espejo que tenía en una pared de la habitación, y noté todo el maquillaje corrido, mis ojos eran los de un oso panda, mi boca se notaba hinchada y seca, al igual que toda marcada por el labial que de seguro alguna boca ajena había estropeado.

Quise hacer memoria y buscar en algún rincón de mi mente alguna respuesta a cómo había llegado hasta mi cama. Lo último que recordaba era esa sensación de libertad, una libertad que me había dejado el alcohol y que agradecía enormemente porque había logrado evadir todo el dolor por un momento.

Viendo insuficiente todo esfuerzo por recordar, decidí salir hacia la cocina. Abrí la puerta de la habitación y caminé por el pasillo sintiendo el frío del piso de parquet bajo mis pies descalzos. Me recogí el cabello en un moño sin forma, desprolijo y con olor a humo, consecuencia de haber pitado de algún que otro porro o cigarrillo, costumbre que había adquirido tan solo unas semanas atrás. 

Di vuelta por el pasillo asomándome a la sala de estar y para mi sorpresa, mi hermano mayor estaba sentado en el sofá. Llevaba traje negro, corbata azul y camisa blanca. Había un montón de carpetas con papeles encima de la mesa baja central, no entendía qué hacía allí y tampoco pensaba preguntarle. 

Quise pasar lo más desapercibida posible al ver que estaba concentrado leyendo algunos papeles, pero entonces como si leyera mis pensamientos, levantó su mirada hasta donde estaba

Sus ojos delataron desaprobación, desilusión y algo de miedo. No me importó. Gael tenía ya demasiados hijos de los que encargarse como para querer hacer de padre conmigo. 

Seguí mi camino sin decir nada y sin detenerme a mirarle. Pero entonces fue él quien lo tuvo que poner difícil.

-    ¿Qué pensaría papá si te viera así? ¿Qué dirá mamá cuando regrese y te encuentre peor de lo que estabas antes de que se fuera?

-    No empieces algo que no tendrá buen final. – Murmuré de mala gana y seguí caminando ya de espaldas a él.

-    Te desconozco y me siento desilusionado de ti, Pilar.

La rabia me subió estrepitosamente. Di media vuelta para enfrentarlo y me acerqué a él avanzando un par de pasos en su dirección. Estaba de pie, mirándome con los ojos completamente tristes.

-    ¿Pues sabes qué, Gael? ¡Me la suda! Me importan tres cojones lo que pienses o sientas. Me importa todo una verdadera mierda. No quiero tener que dar una puta explicación a nadie. ¿Entiendes eso? ¿Entiendes que la vida me vale una mierda y que sigo aquí solo por inercia? ¿Lo entiendes?

Solté todo lo que se me venía en mente sin importarme nada. Cuanto más le doliera mejor, porque eso ayudaría a tenerle lejos. Creí que no diría nada una vez más, creí que se quedaría en su lugar con esa cara de desilusión y ya. Pero para mí sorpresa, no lo hizo.

-    Te ves hecha un desastre – dijo levantando el tono de su voz - todo tu maquillaje corrido, hueles a culo, se te ven la mitad de tus tetas con esa prenda que llevas y tus ojos están vacíos. Vacíos de todo. Vete a saber con quién has dormido, qué mierda te has metido anoche y te paseas así -me señaló despectivamente mirándome con dolor.- Papá está muerto, sí. Muerto, Pilar. Y no volverá jamás, ¿pero sabes algo? Yo tengo algo que tú no. Yo creo en que hay algo más, creo en un Dios que todo lo hace bien y que seguro tiene un para qué para toda esta mierda. ¿O crees que para mí es fácil ver cómo te destruyes un poco más cada día?

No quería llorar. No podía. No. No quería y no podía. Pero mis ojos estaban inundados y podía sentir la amenaza de las lágrimas por escapar. Mordí el interior de mi mejilla con fuerza hasta hacerme doler, sintiendo el sabor metálico de la sangre en consecuencia. No quería volver a reproducir sus palabras en mi cabeza. Quería golpearlo con algo, quería gritarle mil cosas en la cara pero las palabras no salían de mi boca.

-    He intentado cada día acercarme, apoyarte y darte tu espacio. Pero nada ha funcionado. Lina no ha logrado entablar diálogo contigo como antes y la he querido dejar al margen porque sé lo mucho que le afecta y debo cuidarla a ella y a los mellizos que vienen en camino. Pero joder…

Caminó de un lado a otro en silencio. Estaba nervioso y sabía que en parte se debía por la manera en la que me había gritado anteriormente.