Si Me Dejas Amarte

Capítulo 23 - Pilar

"Tú has ganado cada batallaP

Pero no has ganado la guerra

No has pensado en esos latidos que me quedan (y te juro que son muchos los que quedan)

Aunque hay suficientes heridos

Habrá más hasta que me quieras 

Yo juré que iba a enamorarte aunque doliera."

Morat.

 

 

Me di cuenta de que le había prácticamente suplicado al ver su rostro desencajado. No sé en qué estaba pensando. Bueno en realidad sí. Verlo allí fuera, solo, bajo la luz de la luna, me había movilizado demasiado. 

Pero fue al escuchar de su boca aquello de que no podía dormir en un sitio nuevo, fue ahí donde el mundo se me puso de cabeza. Como si todas las piezas de mi cuerpo comenzaran a unirse nuevamente una por una, en cámara lenta pero uniéndose al fin. Ni yo misma podía entender el motivo, pero solo reconocí en mí misma una sensación de calma que llevaba meses sin sentir. 

Quizás había sido la charla con Lina. A lo mejor la verdadera Pilar comenzaba a renacer, no podía asegurarlo. Pero ahí estaba, buscando ayudar a que se sienta mejor alguien a quien durante años le había guardado mucho rencor. 

Es verdad que las noches en soledad y en estado de sobriedad terminaban siendo el mismísimo infierno para mí. No solo no lograba dormir tampoco, sino que los pensamientos se volvían traicioneros, entrando en un bucle de sensaciones horribles. 

Por eso mismo solo veía como vía de escape al alcohol. Aún no me sentía esclava de él, hubo noches donde no toqué una gota de nada, de hecho habían pasado días enteros sin consumir durante las últimas semanas, pero estaba en casa. 

En cambio ahora no. Y de pronto verme allí, en la noche, con el encargado de  comenzar a romperme por completo cuando apenas salía a explorar mi mundo a solo unos metros de distancia, no había sido de gran ayuda. Pero jamás  imaginé encontrarlo afuera cuando decidí ir por un poco de aire. 

Fue el encontrarnos en la misma sintonía por primera vez, con la misma inquietud y el mismo impedimento, fue el sentirlo débil e inseguro lo que me envalentonó. Tenía que ser capaz de pasar tiempo con él sin escupirle todo el rencor que había guardado durante años. No podía ser tan difícil dejar atrás de una vez lo sucedido cuando éramos unos adolescentes. Al fin y al cabo, Isaías iba a formar parte de mis días más de lo que hubiera deseado, podía luchar contra ello con el riesgo de morir en el intento, o hacerme amiga de la situación…y de él.

El muchacho en cuestión tardó solo un par de segundos en responder, segundos que se me hicieron años enteros mientras esperaba cual pollito mojado sosteniendo la cremallera de la tienda que ya comenzaba a lastimar mi dedo pulgar de lo fuerte que estaba sujetándola por la maldita ansiedad. 

— ¿Estás segura? — Respondió sereno, con voz dulce y sin quitar sus ojos de los míos.

Maldito Isaías, pensé, mientras intentaba no delatarle con mi rostro que me había gustado demasiado su respuesta.

Y es que en un mundo donde los impulsos están más al alcance que nunca, donde ya la mayoría no piensa las cosas ni mide sus actos, en un mundo donde cada vez cuenta más lo que uno quiere, busca y le importa, así sea a costas de otro, que Isaías haya querido asegurarse de que justamente yo estaba pidiéndole que durmiera conmigo con convencimiento valía, y valía mucho.

Una parte de mi consciencia quiso alertarme, a pesar de que solo le había pedido para dormir, no es que fuéramos a hacer nada ni mucho menos. El Isaías de cabello largo, desprolijo, más joven y más tímido de años atrás, ese Isaías también daba respuestas bonitas y palabras que eran capaces de hacer derretir hasta el mismísimo iceberg con el que impactó el Titanic. Sin embargo luego…luego todo lo que ya sabemos.

Pero por una vez, luego de mucho tiempo, por una vez quise actuar sin pensar de más. Actuar por lo que el corazón me pedía y no por lo que mi cabeza gritaba. Luego ya me quejaría si era necesario. Así que borré de mi mente todo pensamiento negativo y alarmante, no tenía tiempo para eso ahora.

— Sí, no puedes dormir solo en un sitio ajeno, yo tampoco logro conciliar el sueño sin torturarme con pensamientos que no me ayudan…pero si tú no quieres, está bien. — Quise sonar indiferente ante su respuesta.

Lo cierto es que no me sentía indiferente. Necesitaba que dijera que sí.

No respondió nada, solo retrocedió la distancia avanzada minutos atrás cuando se despedía de mí y en tres zancadas lo tenía a solo unos centímetros.

 

Entendí lo que pretendía así que me hice a un lado adentrándome del todo en la tienda. Acto seguido fue él quién entró, y luego bajó hasta el extremo inferior la cremallera cerrando del todo para evitar que se cuele algún otro ser vivo que no fuera bienvenido a nuestra improvisada fiesta de pijamas. 

— Joder, es bastante pequeño aquí dentro.

— Pues lo normal, es una tienda hecha para una persona. — Comenté.

— Debería traer la opción de expandir en caso de necesitar compañía para dormir. 

Solté la risa sin poder contenerme ante su comentario. 

— Al final somos dos adultos incapaces de enfrentar sus miedos. — Murmuré con desgano.

— O más bien somos dos personas lo suficientemente adultas como para no  avergonzarse por admitir lo que nos da miedo. Decirlo en voz alta y buscar ayuda es de valientes, Pilar.

« Joder, joder y joder. Maldito Isaías por dos. »

— Tienes razón. — Afirmé rendida a él. Sabiendo que una vez más me había dejado sin palabras. Como en los viejos tiempos.

— Es raro que me des la razón. – Sonrió.

— No podías solo dejarlo estar, ¿verdad?

— Negativo, central. No todos los días la mujer más testaruda que he conocido me da la razón. 

— Siempre hay una primera vez para todo. 

— Pero esta no es la primera vez que dormiremos juntos. 

No estaba preparada para viajar al pasado con él. Apenas lo lograba con mis pensamientos, a regañadientes.




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