-Flashback-
— ¿Dónde está Pilar, niñas? — Pregunté observando que no estaba por ningún sitio visible.
— Irene se burló de ella y se fue molesta por allí. — Isabel señaló en dirección al bosque.
— Shhh, cállate — dijo molesta al mismo tiempo que codeaba a su hermana por haberle delatado— eres una chismosa.
Efectivamente allí estaba, la pelea número mil desde que habíamos llegado.
Eran cuatro niños pequeños, en edades complicadas donde cada uno se las rebuscaba para llamar la atención constantemente. Pero si algo intentábamos transmitir con su madre, era la importancia de que los hermanos fueran unidos.
Es cierto que no todo puede ser color de rosas siempre. De todos modos, en situaciones de este tipo, buscábamos dejarles en claro nuestro lema.
— Basta ya, las dos para la tienda inmediatamente. Iré por Pilar y luego ya hablaremos todos.
— Que yo no hice nada, eh. Siempre son las chicas.
— A ti también te vendrá bien la plática, Gael.
— Joder…
— Ts, la boca jovencito.
— Gael, ve a la tienda tú también. Anda, un poco de descanso hasta que venga papá.
La voz dulce de mi esposa hacía contraste con mi autoridad. Pero así era ella y por eso mismo hacíamos un buen equipo.
Sin perder más tiempo y sabiendo que Ana podía hacerse cargo de la situación con los demás niños, fui en busca de Pilar. No podía irse muy lejos, pero el bosque tenía demasiados recovecos. Y por más que mi pequeña fuera toda una aventura sin miedos y demasiado audaz para su cortos 8 años, no dejaba de ser una niña.
Bastaron unos pocos metros para verla donde había imaginado. Siempre le gustaba aquel sitio. Desde pequeña se le daba por escaparse y venir hasta aquí a contemplar el cielo, el lago, o vaya uno a saber qué.
— Toc, toc… — Fingí tocar una puerta invisible para anunciarme.
No dijo nada, apenas desvió sus ojitos hacia mí logrando que un poco de mi dureza se derritiera en aquel instante.
— ¿No quieres hablar con papá?
— ¿Tú también vas a burlarte de mí?
— Oiga, señorita, eso es feo. ¿Cuándo me he burlado de ti?
— Vaaaaaale, es que Irene se ha burlado de que Julen no quiera gustar de mí y eso me ha cabreado tantísimo, papi.
Quise reírme por el motivo de la riña, aunque también me preocupó en partes iguales. Siempre que alguno de los pequeños hacía referencia a novios o novias, me descolocaba por completo. No estaba listo para verles crecer tan rápido.
Hice caso omiso a mi preocupación como padre y me puse en su lugar, intentando buscar en mi mente una respuesta que pudiera servirle. Al menos de momento.
— Mira, pequeña, tú si sabes que quien pierde en esta situación no eres tú sino ese tal Julen, ¿verdad? — encogió sus hombros confundida por lo que proseguí— pues así es, como papá dice, eres una niña guapa, inteligente y divertida. Si Julen no gusta de ti entonces él se lo pierde. Además, uno no puede elegir esas cosas, Pilar.
— ¿Cómo que no? Yo le pedí que gustara mío.
Quise reírme nuevamente por su intención. Y es que Pilar era, entre mis 4 hijos, la más extrovertida, directa y sin miedos o vergüenzas. Gato cachorro le decíamos en casa, ya que no conoce el peligro. Tan pequeña, bonita y dulce, como mandada y decidida. Así era ella.
— A eso me refiero. Uno no puede gustar de alguien solo por elección. Esas cosas solo…suceden. Y déjame decirte algo — me senté a su lado recostando la espalda en el mismo tronco de aquel árbol— suele ser complicado a veces pasar por esos sentimientos. Si me dejas darte un consejo que te servirá para siempre es que vivas tu niñez libre, así como eres.
— ¿Sin novios? — Indagó aún con el tema. Testaruda también era mi niña.
— Sin novios. Así podrás jugar, divertirte y vivir estos años que son los más lindos y luego no regresan.
— ¿Y cuándo podré tener novio?
— Lo sabrás. Cuando el indicado llegue y las cosas sucedan.
— ¿Quieres decir que él guste de mí sin que yo se lo pida? — Reí por su respuesta.
— Veo que lo has entendido a la perfección, cariño.
— ¿Y qué pasa si nunca ningún niño gusta de mí?
— Eso no sucederá, créeme. Pero de todos modos, papá siempre estará para ti. Apoyándote y cuidándote de todo.
— Como un superhéroe.
— Exacto, como tu superhéroe personal.
— Eso suena mejor que un novio.
— Yyy…a eso quería llegar. — Dije con orgullo por haber logrado disipar el tema novios, al menos de momento.
— Pero cuando encuentre un novio yo quiero uno que me quiera como tú quieres a mamá.
— Yo quiero lo mismo, preciosa. — Besé su frente con ternura. — Hagamos algo.
— ¿Qué cosa?
— Mira — saqué del bolsillo de mi abrigo tipo leñador una navaja que llevaba siempre a mano cuando estábamos de acampada — vamos a grabar en este tronco nuestras iniciales. Y prometo, el día que por fin estés con alguien que sea tan importante como lo somos mamá y yo, el uno para el otro, traerles aquí para que graben sus letras también.
— ¿De verdad? — Dijo con mucha ilusión en su rostro y me prometí también a mí mismo hacerlo cuando llegase el día.
— ¡Que sí! — Respondí y comencé a tallar nuestras letras.
Agradecí entonces aquella discusión entre hermanas; de no haber sido por eso jamás hubiese tenido esa conversación con mi hija. Entendí entonces que hasta lo más pequeño tiene un sentido en la vida, un para qué…
Todo lo que sucede conviene, a lo mejor en primera instancia no somos capaces de descubrir el motivo. Pero luego los caminos se allanan y terminamos de entenderlo. Yo lo hice. Esperaba que mi hija lo hiciera en su momento también.
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Pilar.
Estábamos terminando de guardarlo todo para marcharnos. Era más difícil empacar para el regreso, que montarlo al haber recién llegado. Porque claro, las mini vacaciones habían llegado a su fin y eso siempre deja un sabor amargo a pesar de haberlo disfrutado.