Si Me Dejas Amarte

Capítulo 27 - Pilar

"You don't have to say you love me
You don't have to say nothing
You don't have to say you're mine

Honey
I'd walk through fire for you
Just let me adore you."

Harry Styles.


Me miré al espejo nuevamente pero esta vez me detuve en la imagen que dicho objeto me devolvió.

— ¿Qué estás haciendo, Pilar? — Me pregunté a mi misma, mirándome a través de aquel cristal que jamás mentía.

Suspiré resignada. Aquellos ojos avellana que brillaban tanto tenían una explicación. Había algo distinto en ellos y yo misma podía darme cuenta de eso.

Llevaba meses sin sentirme así, meses en los que mis ojos habían perdido ese brillo del que siempre papá hablaba. “Tu mirada brilla de manera especial cuando estás feliz, hija” repetía constantemente. Mucho más cuando buscaba hacerme sentir única.

Automáticamente mi corazón respondió: Isaías (por si quedaba alguna duda), él y solo él era el responsable de que me sintiera mejor, de que mis ojos volvieran a brillar y de que mis manos volvieran a sudar por los nervios de un beso, una caricia o simplemente una mirada acompañada de palabras lindas. 
Me sentí la Pilar de 16 años una vez más, aquella soñadora y optimista de la vida.

Aunque mi lado precavido no dejaba de enviarme señales de alerta al respecto. Ya había pasado por todas esas sensaciones, ya había querido tanto, apostado mucho y ganado poco. La razón, la maldita razón que intentaba competir con lo que mi corazón desmedido me pedía, una razón que poco le importaba que mis ojos brillaran. Mi razón quería cuidarme.

El sonido de la puerta me sobresaltó y caí en cuenta de que debía terminar de alistarme. La ducha había sido rápida como prometí pero llevaba varios minutos perdida en mis propios pensamientos, mientras me comía con la mirada a la rubia del otro lado del espejo. Como si se tratase de una persona ajena a mí, que conociendo mi vida al dedillo intentaba advertirme una vez más.

— Enseguida salgo. Solo un minuto… 
Busque persuadir al causante de todo este combate entre la Pilar que se deja llevar por el corazón, o la que se guía por la razón.

« ¿Qué le hace una mancha más al tigre? »

Cerré el pequeño bolso de aseo que llevaba conmigo a cualquier sitio al que iba y me miré desafiante al espejo por última vez, no me ganaría el miedo nuevamente.

Repasé mi atuendo, nada muy diferente a los días anteriores. No tenía casi ropa desde que estaba quedándome con Isaías en el hotel, lo poco que había metido en el bolso para la acampada para ser exactos.

Así que sin más, me conformé con lo que vestía, al menos esperaba no desencajar demasiado en el sitio a donde me llevaría. 
Digamos que un jean claro, con Converse blancas y una sudadera deportiva del mismo color que ponía la palabra “Colorado” que papá y mamá me habían traído de uno de sus incontables viajes a Estados Unidos, podía ser ideal para una caminata por la ciudad, pero no tanto si el joven de ojos verdes planeaba ir conmigo a un evento de etiqueta.

Claramente la segunda opción no era posible, además podía presumir de conocer un poco al chico del otro lado de la puerta y por más que los años le hayan hecho volverse un hombre más formal y responsable, el campo y sus raíces tiraban de él siempre. Estaba segura que iba bien para la ocasión.

Decidí recoger mi cabello rubio en una coleta irregular, dejando que algunos mechones cayeran por los lados de mi rostro y repasé mis labios con un delicado gloss sin color para resaltarlos un poco.

Ya lista y sin ánimos de alargar más la situación, pues odiaba tanta incertidumbre por parte de mi compañero, abrí la puerta del cuarto de baño.
Me esperaba encontrarlo directamente de pie del otro lado, sin embargo y muy a pesar de mi autocontrol, el sujeto se veía jodidamente sexy, aunque casual, con su espalda y un pie apoyados sobre la pared, me esperaba con ambas manos en los bolsillos del pantalón que vestía.

Bien, quitando las ganas de saltarle encima y cancelar cualquier salida de aquellas cuatro paredes que llevaban acogiéndonos varios días, me consolaba saber que no iba mal vestida. 
La polo blanca que vestía debajo de una sudadera de punto combinadas con unas deportivas en los pies, le daba el toque casual. Aunque claro, no perdía esa formalidad de empresario que había adquirido en los últimos años. Y yo más bien me sentía como una universitaria atrasada con aquella sudadera…

— Estoy lista. — Dije buscando su atención sin esperar la mirada que me regalaría al mirar en mi dirección.

— ¿Sucede algo? —  Cuestioné haciendo referencia a mi vestimenta. Estaba completamente serio.

— Joder… — negó mientras caminaba en mi dirección— sigo sin entender cómo haces para siempre verte tan hermosa.

No pude evitar sentir mis mejillas arder ante su comentario. Conocía a Isaías y sabía bien lo que le costaba siempre expresarse sobre lo que pensaba o sentía. Sin embargo aquel joven tan bien vestido, aún yendo descontracturado para él, con su corto cabello despeinado pero luciendo así con ese propósito y aquel par de ojos verdes que eran capaces de hacerme rendir ante él, últimamente estaba de lo más verborrágico.

— No jodas, que me fastidia sentirme avergonzada.

— Lo siento, pero es más fuerte que yo.

Susurró ya contra mi boca recién pintada y temí que todo se fuera al garete y acabáramos una vez más perdidos entre las sábanas. Bueno, no lo temía para nada a decir verdad.

— ¿Me puedes decir de una vez a dónde me llevarás?

— Sí, cuando hayamos llegado al lugar en cuestión te lo diré.

— Eres un tonto — susurré  mientras él intentaba callarme con sus besos, cortos pero igualmente perfectos.

— Eso no lo niego.

— Estamos de acuerdo en algo por fin.

— Últimamente estamos de acuerdo en muchas cosas. Como que debemos irnos ya o no iremos a ningún lado si seguimos así.

— No tendría queja al respecto.

— Aunque te parezca una broma, prefiero que veas lo que quiero enseñarte.




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