"You are the only one I'll ever love
I gotta tell you, gotta tell you
Yeah, you, if it's not you, it's not anyone."
Justin Bieber.
Sacar toda la mierda contenida durante tantos años se sintió liberador, igual que si te quitaran de la espalda una mochila repleta de piedras grandes y pesadas.
Jamás había hablado en voz alta de lo sucedido aquel día con nadie. Y por primera vez, por una maldita primera vez lo había logrado hacer y nada más y nada menos que con ella. Que me dijera alguien a mí que no era la indicada…
Para mi sorpresa, no solo había logrado ser sincero y blanquear los motivos de mi ida tan repentina, sino que también, logré sentirme perdonado. Es cierto que aquella mañana al llegar a casa, no pensé en las consecuencias que mi partida podía causar. Actué con miedo, pensando en mi familia y siendo egoísta para ellos.
No pensé en mí, no di tiempo a que mis sentimientos hablaran y callé absolutamente cualquier rastro de remordimiento por Pilar y mi vida en aquella casa. Sin embargo, aquella niña de mechones rubios como el sol, no me juzgó, algo en su mirada y en sus gestos al escucharme me hizo sentir que no lo hacía.
— En todo este tiempo, jamás dejé de tener pesadillas sobre ese día, a la par de veces que soñaba contigo. — Confesé en voz alta.
— No puedo creer que hayas pasado por eso tú solo. Pude haberle pedido a papá tu correo electrónico. De haber sido así tú no…
— Éramos unos niños — la corté notando el dolor en su voz— sin experiencia en nada pero dispuestos a todo en aquel momento, no fue tu culpa. Tú no tenías nada que ver. — Afirmé seguro de lo que decía y acomodé un mechón rebelde que se le soltaba a causa del viento.
En algún momento del relato habíamos acabado los dos sentados en el descanso de la entrada, uno al lado del otro, con la mirada al infinito.
No había sido fácil abrir esa puerta del pasado, de hecho no tenía pensado hacerlo aún, sin embargo ahí estaba, actuando contra lo planeado una vez más. Algo que solía ser frecuente últimamente desde que estaba Pilar en mi vida nuevamente.
— ¿Puedo hacerte una pregunta? — Cuestionó con un tono inseguro poco usual en ella.
— Es raro que lo preguntes, creía que eras de esas personas que solo preguntan y ya, cuándo lo sienten y cómo lo sienten.
— Es cierto, pero los años me han vuelto un poco más precavida.
— Auch — murmuré en señal de dolor por saberme culpable de aquel cambio — lo siento…
— No lo decía por eso.
— Lo sé, solo bromeaba. Pregunta, anda.
Pedí ansioso por conocer aquello que le provocaba duda. Hablaba en serio al decir que Pilar no solía tantear la opinión ajena cuando de una incertidumbre en ella se trataba. Pero debía entender que no era la misma niña de años atrás.
Las personas cambiamos, para mejor o peor, pero el paso del tiempo nos hace evolucionar, quizás en muchas cosas aún me siento el tímido chico de campo de hace diez años, pero por otro lado, notaba que la vida misma, muchas veces a los golpes, me había hecho madurar, crecer y ser más seguro de mí mismo.
— ¿Te has vuelto a enamorar?
Soltó de repente y entonces pude notar como aquellas simples palabras me provocaron un temblor general en todo el cuerpo.
De no ser por el modo en el que estábamos, el sitio y lo profundo que se había vuelto todo, la habría tomado allí mismo para responderle solo con caricias, besos y más.
Me contuve, lo hice nuevamente y ya iban cien desde que había dado rienda suelta a mis deseos por ella. Pero si algo lograba Pilar conmigo era ese doble sentir y desear. Me volvía loco por no soltarla, pero me prohibía rotundamente faltarle el respeto. La quería demasiado, por eso mismo pretendía cuidarla con mi vida, antes que nada.
Tomé aire entonces y decidí ser claro con ella para responder su duda.
— Seré sincero contigo, Pilar — pasé una mano por mi cabello tirándolo hacía atrás al mismo tiempo que humedecía mis labios secos a causa de todo lo anteriormente mencionado — nunca más me volví a enamorar. Nunca pude. Lo intenté, hubo mujeres en mi vida, no voy a mentirte, más de las que hubiera querido. Necesitaba llenar el vacío que me había quedado al dejarte, pero nunca logré hacerlo. Ni llenar el vacío ni enamorarme de alguien más…
— ¿Puedo admitir que en parte me gusta que haya sido así?
— ¿Lo de las muchas mujeres? — La piqué buscándola sabiendo que no se refería a eso.
— No jodas. Eso me ha hecho saltar la vena. De solo imaginar a otra mujer contigo me…
No la dejé acabar. La tomé con ambas manos por la cintura y con un solo movimiento hice que quedara encima de mí, frente a frente y con nuestras miradas fijas en el otro. Llevaba demasiado rato sintiéndola lejos.
— Escúchame bien, mi niña, no recuerdo a una de todas esas mujeres. Jamás ninguna me hizo sentir ni una cuarta parte de como me pones tú. No volví a enamorarme en todos estos malditos años por nunca dejé de estar enamorado de ti — tomé sus mejillas para acercarla más a mi boca — te quise desde el día en que sentí tu piel fría aquel día en el río, no dejé de hacerlo en todos estos años y te quiero aún más ahora que te tengo conmigo de nuevo.
— Isaías, Dios, ¿de dónde sacas todas esas palabras tan lindas? — preguntó con real sorpresa buscando mi mirada, sin embargo yo no podía dejar de besar todo su bonito rostro una y otra vez.
— Tú me provocas todo esto, no hay trucos. Tenerte cerca, sí…es eso — murmuré sin dejar lo que hacía.
— Me gusta provocarte todo eso, también me siento así.
— Dilo de otra manera — le pedí en susurros contra su piel. Necesitaba escuchar todos sus sentimientos también.
— No puedo…aún. — Contestó tajante y no quise romper el momento así que me separé apenas para poder mirarla.
— Lo siento, preciosa, no pretendo apurarte para nada.
— Ansioso el chico… — dijo sonriendo y entonces supe que estábamos bien.