"Ay, amor, apareciste en mi vida
Y me curaste las heridas
Ay, amor, eres mi luna, eres mi sol
Eres mi pan de cada día."
Maná.
Qué difícil es encontrarse en el mismísimo limbo. En una disyuntiva inquietante sobre tomar una decisión que te puede cambiar la vida por completo, para bien o para mal. Parecía sencillo. Una sola palabra. Una elección. Decidir.
Pero, ¿qué tan conscientes somos de que una mala elección guiada por nuestro orgullo puede condenarnos a una vida mediocre? Sin volver a sentir jamás una sola mariposa revoloteando en el vientre. Sin sentir nuevamente los nervios de volver a verle después de unos días. O quizás la alegría de compartir un proyecto juntos. No lo sabía. No lo sabía ni lo supe al momento de elegir confiar en él. Guiada no por mi orgullo sino por los latidos de mi corazón que me daban a entender de que hacía lo correcto.
Como si unos cuantos carteles con luces de neón titilaran sin descanso frente a mis ojos con señales de que sí, hacía lo correcto, “déjate llevar Pilar”, me imaginaba que ponía uno en letra grande y llamativa, buscando que me creyera realmente que estaba haciendo bien.
Por otro lado, la parte racional de mi cabeza, esa a la que poca atención le daba últimamente y a la que intentaba ignorar con frecuencia, esa parte aún tenía dudas. Intentó hacerse paso en vano, siendo vencida por la certeza de mi corazón. Sin embargo esa vocecita molesta ahí estaba. Rompiendo mis esquemas y no permitiéndome disfrutar de ser una persona capaz para elegir a quién seguir. Una vez más: ¿la razón o el corazón?
Muy tarde me debatí en aquel duelo. Cuando quise darme cuenta la mano de Isaías tiraba de la mía hacia el salón y caí en cuenta entonces de lo que vendría a continuación. Si estábamos entrando a donde se encontraba el auge de la fiesta, entonces él traía en mente que le acompañe, que regrese con él.
Quise decirle que no. Pedirle a gritos que nos fuéramos de allí y solo regresar a casa u otro sitio. No estaba con la cabeza como para poner cara bonita mientras él seguía posando con otra…mujer…bella…con cara de Playboy y todos esos atributos de los que yo carecía.
No creí quererlo lo suficiente como para soportar eso por voluntad propia. Por más que él me asegurara otra cosa. Por más que me tuviera allí con él mirándole. La escena del beso aún seguía flotando en mi cerebro y la sensación nauseabunda no cesaba del todo. ¿Y si no hubiese llegado justo para ser testigo de eso? ¿Qué hubiera hecho luego Isaías?
« Joder, Pilar, ahora no… »
— Ella es Pilar. Pilar ellos son dos de los inversionistas más importantes actualmente de nuestra empresa.
¿Me estaba presentando? ¿De qué me perdí mientras estaba perdida en mis propios pensamientos?
— Un placer. — Alcancé a decir sin otra idea más avispada. Joder, no quería verme como una Barbie Girl frente a estos personajes importantes para Isaías.
— Pero vaya, Ocaña, tenías bien escondido lo de tu chica. — Comentó uno de esos tipos que ya comenzaba a caerme pesado. Machirulo de colección a la vista.
— No es mi chica. — Contestó rápido y tajante el dueño de los ojos verdes más hermosos del planeta. Y agradecí por eso, ya que no me veía con la capacidad de hacerlo yo. Por lo menos no de tan buenos modos.
— Oh, lo siento. Es una chica de esas…para pasar la noche. — Comentó con suspicacia y quise darle una bofetada en ese mismo instante.
— No. Es una mujer, con nombre y vida propia como para ser de la propiedad de alguien. Es una mujer demasiado importante para mí como para presentarla vulgarmente como solo mi chica. Ella es Pilar, es todo lo que quiera ser en mi vida. Porque es todo lo que necesito en la mía.
Me quedé boquiabierta. Literal. Me quedé inmóvil porque no sabía exactamente si aquel par de tipos adinerados dirían alguna nueva burrada haciendo explotar las buenas intenciones de ser cordial de Isaías. O por el contrario, tendrían una buena reacción.
Me quedé inmóvil también porque ni yo misma esperaba una respuesta como aquella. ¿EN QUÉ CABEZA CABE QUE YO DUDE DE ESTE TIPO TODAVÍA? No podía seguir permitiendo siquiera un maldito pensamiento negativo en mi cabeza. Él se merecía más de mí. Mucho más.
— Enhorabuena, Isaías. Y disculpa por lo mencionado anteriormente. Se nota que se han favorecido mutuamente al encontrarse.
— Mis felicitaciones a ambos de mi parte también. Tan importante es en un negocio las habilidades que tú tienes para ellos como el tener valores honestos. Creo que estaremos felices de cerrar nuevos contratos con ustedes.
Nos miramos al mismo tiempo y no pude evitar sonreír. Por lo que me transmitían sus ojos, por sus palabras. Por saberme afortunada y en el lugar correcto. Estaba donde debía. Una vez más recordé las palabras de Lina en su afán desesperado porque no me arrepienta. Y en parte le debía a ella haberme atrevido finalmente.
Las formalidades acabaron unos cuentos minutos después. Isaías no dejó de rodear mi cintura con su brazo en toda la noche. No en una necesidad imperiosa y masculina por hacer saber al resto que era suya. Su gesto emanaba cuidado y seguridad, quería que me sintiera a gusto y sin nervios. Así como tampoco dejó de repetirme al oído lo hermosa que iba. Y cuánto me quería.
Poco después de despedir a unos de los últimos invitados su atención fue exclusivamente para mí una vez más.
Estaba nervioso. Lo estaba él y por algún motivo lo estaba yo también. Qué digo por algún motivo… Había conducido cinco horas para verle. Había aparecido en la fiesta aniversario de su empresa. En su ciudad y todo sin aviso alguno. Era normal que me sintiera así. Pasando por alto la escena con la que me había encontrado, definitivamente todo estaba dado para que la situación fuera un poco tensa ahora que estábamos solos nuevamente y sin escapatoria.