"No sé qué sería de mí
Si algún día te pierdo
No me conformaría
Con solo vivir con tu recuerdo."
Jay Wheeler.
Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Pues yo sí que lo sabía. Lo sabía desde el primer día y nunca dudé de lo que significaba tenerla a ella en mi vida.
Mi Pilar, mi chica impulsiva y aventurera. Mi preciosa de ojos avellana que me volvía loco. La experta en llenarme de preguntas pero nunca dudar en darme respuestas.
Ella en sí misma era un pilar. Lo era para sus hermanos. Para su cuñada a la que amaba como una propia hermana también. Lo era para sus sobrinos que no se cansaban de buscar a su tita favorita para jugar. Lo fue para su padre; la niña de sus ojos, su debilidad. Me atrevía a decir que hasta lo era para mi madre y Juan, quienes habían aprendido a amarla durante los últimos meses.
Y lo era para mí. Sobre todo para mí. Especialmente para mí. Pilar fue una constante en mi vida aún sin estar en ella durante tantos años, sin embargo, no dejó de estar presente en mis pensamientos a diario de igual manera.
Pilar marcó mi vida con fuerza, dejando un sello en mi corazón desde el primer día que interactué con ella. Un día de verano donde el destino quiso que nuestros caminos se unieran de la manera más desquiciada.
La niña a la que aquella vez salvé de que no muriera ahogada en el río, el mismo río en donde más temprano le pedía que fuera mi novia, ahora estaba muriéndose en mis brazos y yo sentía que mi alma entera se iba con ella.
Fue cuestión de segundos en donde pasé de la felicidad plena, a ver su rostro de incertidumbre, seguido al instante por su reacción al ver lo que aquel infeliz intentaba hacer.
El sonido del disparo, su cuerpo cayendo entre mis brazos intentando sostenerse de mí como si supiera que su vida dependía de ello. La atrapé con mi propio cuerpo, sosteniendo su espalda con mi mano. Pero enseguida me vi imposibilitado de sostenerla bien, la sangre comenzó a salir sin control y su piel quedó pálida de un segundo a otro.
—No, no, no… Pilar, no…por favor mírame — le pedí con desesperación notando que se le iban los ojos — estarás bien, cariño, estarás bien pero por favor quédate conmigo… — sonrió al mismo tiempo que hacía una fuerza descomunal por acariciar mi mejilla.
《 JODER, NO 》
Jamás podría perdonarme si la perdía. Jamás iba a descansar en paz de nuevo si me la arrebataban así.
¡Mierda, cómo dolía! Solo la idea…la idea de suponer que todo se terminaría ahí mismo me generaba una impotencia desesperante.
Pasar de tenerla viva y feliz a tenerla fría y lejana, sintiendo su sangre empapando mi brazo que aún la sostenía con fuerza. Ojalá esa fuerza sirviera para retenerla, para no dejar que se vaya. NO PODÍA IRSE…
—¡PILAR, NO ME DEJES, POR FAVOR! PILAR, QUÉDATE CONMIGO…NO CIERRES LOS OJOS… — Le pedí con desesperación en un hilo de voz, ahogado por la angustia.
La pegué a mí, recosté su cabeza en mi pecho, podía sentir mi corazón salirse de lo fuerte que latía. Nuestros cuerpos se movían en un vaivén cargado de desesperación. Como si estuviera buscando apartarla de alguien que fuera a quitármela.
¡Y maldita sea! Así había sido. El hijo de puta que se hacía llamar mi padre me estaba arruinando la vida una vez más. Vino a por mí el desgraciado pero terminó lastimándome más de lo que lo hubiera podido hacer físicamente.
El cobarde, que luego de dispararle a Pilar se había ido corriendo. ¡¡Como siempre hacía!! Incapaz de mantenerse en una maldita decisión. Ni siquiera tuvo las agallas de volverlo a intentar. Al menos si volvía a hacerlo quizás ahora el dolor no sería tan insoportable.
Levanté el rostro de Pilar, necesitaba lograr que volviera a despertar y mantenerla conmigo. Necesitaba despertar y que todo aquello fuera una pesadilla. Necesitaba desesperadamente sentir su respiración y su voz. Que me dijera que todo iba a estar bien y que nada se acababa allí.
Necesitaba que me mirara con sus ojos curiosos y me asegurara que íbamos a llenar esa casa de recuerdos. Que con los años nuestros hijos iban a ser felices junto a nosotros y que su infancia sería lo que no fue la mía. No podía acabar todo allí…
—Quédate conmigo, mi amor, por favor…por favor te lo pido. No me dejes porque sin ti…no puedo, Pili… — Volví a pegarla a mi pecho y besé su frente.
Mierda. No podía dejar que la angustia me tapara. Tenía que actuar y pensar con claridad, tenía que pelear por ella.
No quería moverla demasiado, pero con cuidado, aunque sintiendo mis manos temblar de miedo, toqué su cuello buscándole el pulso. Ahí estaba, débil pero estaba, necesitaba sacarla de allí y llevarla a un hospital. Si aún había alguna posibilidad de salvarla, tenía que hacerlo.
No pensé. No medí las consecuencias que aquello podía traerle, solo la levanté y la metí en los asientos traseros del coche con cuidado de no lastimarla más. Estaba completamente inconsciente. No había vuelto a abrir sus ojos y eso me ponía como loco, además de ver toda la sangre que seguía perdiendo.
***
No supe cómo pero en apenas unos pocos minutos me detuve en la puerta principal del Hospital Universitario de Navarra.
Abrí la puerta del coche con rapidez y sin preocuparme por cerrarlo o siquiera tomar mi móvil, fui por la niña que peleaba para seguir en esta vida, porque estaba seguro que así era, y la llevé directamente dentro del edificio.
A los gritos y dejando un camino de sangre detrás nuestro, pedí por un médico urgente. Necesitaba hacerle entender a todo el mundo que Pilar se estaba muriendo y que cada segundo contaba.
—¡Una camilla por favor! — Sentir la voz de mando de alguien más, me dio un alivio breve. Por fin no estaba solo luchando por ella.
—Le…le han dado un disparo…a la altura de la espalda baja, ha perdido mucha sangre y… — mi pecho comenzó a sentirse apretado. Dolía, dolía demasiado.