Fue entonces que me dí cuenta.
El tembloroso baile de mis labios acercándose a los tuyos sobre el tejado de la casa de mis padres. Esa noche nos volvimos uno y no pude evitar sentir que todo sería perfecto. Me sentía como en casa estando a tu lado. Mi mente podía estar tranquila, hasta que me alejaba de ti.
El camino de regreso a casa era una tortura, mi mente me ahogaba en un inmenso mar de pensamientos sin control. Comencé a dudar de tu amor, del propio amor que te tenía. Entonces llegaba a casa y recibía tu llamada, estabas ahí una vez más y sentía como mi corazón latía nuevamente.
A los pocos meses te presenté a mis padres, sé que pueden dar miedo, a mí me han atemorizado toda mi vida. Les caíste bien al instante, mi madre no dejaba de hablar de tí luego de aquel día. Mi padre mencionaba que estaba orgulloso de mí, que veía futuro en nuestra relación, incluso me llegaron a hablar de casarnos y tener hijos.
Nunca estuvo en nuestros planes, pero supongo que eventualmente llegarían.
Hasta ahora, no he podido entender como ellos pudieron quererte tan fácilmente... Lo que quiero decir es que se han encargado toda mi vida de presionarme para ser perfecto, de convertirme en la mejor persona que jamás haya existido. No los culpo, sé que querían lo mejor para mí, pero era tanta presión...
Tus padres me caían mejor, siempre me vieron como un buen candidato para ser el novio de su hija y no tenían miedo a decirme en qué me equivocaba. Creo que, incluso, tenía mejor comunicación con tus padres que con los míos.
No sé que sucedió entonces. De lo único que estoy seguro es de que todo empezó antes de que llegaras a mi vida, como un parásito que fue creciendo poco a poco, pero tu compañía, tu amor, lo detenían.
¿Recuerdas el día de campo? Fue de los mejores días de mi vida incluso si nuestra comida se llenó de hormigas y llovió antes de poder irnos... Y tu auto dejó de funcionar... Y el mío estaba en el taller... Sin embargo, fue la primera vez que te dije que te amaba, justo debajo de un árbol, temiendo que un rayo nos fuera a caer en ese preciso momento y acabar con nuestra existencia en un parpadeo. Estaba más asustado de tu respuesta que de la posibilidad de morir calcinado a miles de kilómetros de la ciudad. Entonces me besaste, tomaste mi nuca y me dijiste que me amabas.
Cada vez que se nos ocurría una idea como esa, se sentía como el inicio de un nuevo viaje, una historia que recién empezaba, pero... Cada vez que estaba solo, todo eso desaparecía. Me daba cuenta que llevaba años sintiéndome vacío y, por un breve lapso de tiempo, podía sentirme bien estando a tu lado, hasta que ya no fue suficiente. Las pláticas contigo se convirtieron en un juego mental dentro de mi cabeza, intentando elegir la mejor respuesta, el mejor tema de conversación, esperando no escuchar algo que me hiciera daño. La vida me acostumbró a que así funcionan las cosas, un juego de ajedrez en el que cada movimiento que hago podría ser el último de la partida. Tenía miedo de que te fueras, tenía miedo de que te dieras cuenta quien era yo en realidad. Solo soy un pobre niño herido tratando de ser un adulto.
Intenté contártelo, hacértelo saber, pero nunca hay palabras suficientes para describir lo que pasa en mi mente, lo que hace que me duela el pecho y lo que provoca que mi soledad parezca eterna. Te quedaste callada, me abrazaste y, aunque no dijiste nada, pude sentir caer tus lágrimas en mi hombro. Sé que te preocupaba e intentaba convencerme que estaba exagerando, que en realidad no tengo una razón concreta para sentirme así. Tuve una buena vida, nunca pasé hambre, mis padres fueron estrictos, pero siempre me apoyaron, entonces ¿Por qué parecía que la felicidad corría cada vez más lejos de mí?
Cuando te alejaste del abrazo, tomé tu mano y miramos juntos hacia el cielo. Era una noche estrellada y la Luna podía iluminar toda la ciudad. Te prometí que algún día estaríamos ahí arriba, bailando entre los planetas, paseando entre los cometas, durmiendo sobre las galaxias.
Tenías una pequeña idea de lo que sucedía dentro de mi cerebro, pero no lo entendiste hasta varios días después. Llegaste de imprevisto a mi casa, mi madre te había dado una copia de la llave, yo estaba solo. No puedo olvidar tu mirada de terror cuando me encontraste tirado en la ducha, desangrándome por la muñeca. Tus gritos de terror y angustia aún retumban en mis oídos, fuimos al hospital y me hiciste jurar no volver a hacerlo.
Intentamos solucionarlo tantas veces, trataste infinitas maneras para hacerme sentir mejor, pero por cada paso que daba hacia adelante, sentía que algo me impulsaba tres pasos hacia atrás.
En navidad tomaste un gran paso, me propusiste vivir juntos, no sé por qué no lo había pensado antes. Hicimos los preparativos y huimos de nuestros hogares tan pronto pudimos. Fueron muchos días pasando muebles, cajas y bolsas con ropa, siempre por la misma calle, siempre frente a ese restaurante lujoso. Prometimos ir algún día a comer ahí.
Sé que la idea de mudarnos juntos fue tu forma de apoyarme y evitar que lo volviera a hacer. Mi mente nunca dejó de hablar, siempre un inquietante ruido destruía mis oídos, no me dejaban escucharte, no podía verte en algunas ocasiones. Mi cuerpo ardía cada vez más frecuentemente, te la pasabas llorando junto a mí, recordándome la promesa que te hice. No era la primera vez que te prometía algo, siempre cumplo con mi palabra, es una de las cosas que te gustaban de mí. Te mantuviste a mi lado incluso en el último momento
Sabíamos que no sería fácil conseguirlo, mencioné que podríamos separarnos en algún punto estando arriba en el cielo, así que elaboramos un plan ¿Lo recuerdas? Te dije: Si me pierdo en las estrellas, espérame en la Luna. Bien, amor, las estrellas me están sofocando cada día más y más.
Olvidamos que en el espacio ya no hay oxígeno, que es una inmensa cantidad de oscuridad que te aprieta, te congela y te deja inerte flotando sin rumbo. No quisiera que flotaras sin rumbo junto a mí, no mereces nada de eso. Te pido perdón porque ahora tengo que romper mi promesa, te mereces ser feliz y descansar de todo esto, comer en ese restaurante, encontrar a alguien que te dé todo lo que yo nunca te pude dar. Espero que recuerdes nuestro plan y me encuentres algún día. Te amo.