Caminó segura, decidida y dispuesta. Si tan solo le hablara quizás él la invitaría a salir, o le otorgaría una sonrisa y “gracias”, pero, por lo menos, se daría cuenta de su existencia, y eso era un avance. Una de las cualidades que siempre Olivia se reprochó fue, ser tímida, e introvertida. Le gustaba más ser como Hanna, divertida, segura, decidida, fuerte, hermosa y sin preocupación alguna.
<<Estoy cerca>>pensó muy dentro de sí.
Suspiró, y extendió sus labios lo más que pudo…
Hasta que…
<<Mierda>>.
—¡Hola chicos!—saludó una mujer, alta, castaña, con un abrigo de cuero color café.
<<Devuélvete Olivia, devuélvete>>.
Olivia retrocedió, se volteó bruscamente y sin darse cuenta tropezó con un chico que iba pasando justamente por el pasillo.
<<Oh no>>.
Los vidrios fueron como metal en el suelo, y el derramamiento de café con coca-cola era impresionante. Como ratón en baile de gallina se sintió al ver que todos se quedaron en silencio y con la mirada fija en ella. Incluyendo su chico.
—¡Olivia!—susurró Hanna, llevándose las manos a la cabeza.
Olivia corrió a la barra y la rubia le dio otra bandeja con el mismo pedido.
—Ve, no metas la pata esta vez.
Su corazón estaba estabilizado completamente, muerta de la vergüenza y de la rabia con ella misma, se acercó a la mesa.
Todos se quedaron en silencio.
<<¿De que estarían hablando?. Quizás se estaban burlando de mi>>.
Distribuyó la gaseosa y el café a cada quien. Le echó una ojeada al chico del café, la cual, miraba el celular amenamente.
Bajo la mirada, y vio se percató que el chico de la guitarra se bebía la coca-cola.
—¿Desean algo más?.—preguntó, apenada.
—No señorita, puede retirarse.—habló la mujer que, tomó asiento.
Ella asintió.
—¡Que tonta!—escuchó mientras se alejaba, se inclinó en el lugar donde había cometido su gran desastre y comenzó a recoger los trozos de vidrios.
—¿Cómo va todo chicos?—interrogó la mujer.
—Yo, bien. Haciendo lo que me plazca…—articuló el de la guitarra.
—Ocupado Sonia, como siempre.—respondió él, mi chico, con esa mirada intimidante.
—Tú como siempre ocupado cariño, pero ambos están muy guapos.—alagó la mujer, —Por cierto, me encanta tu corbata.
Cerró los ojos lentamente, y sintió como un trozo de vidrio se infundió en su piel, haciéndole una pequeña cortada en el dedo.
<<Auch>>.
Se levantó del suelo, y se dirigió a la barra. El dedo le sangraba, pero más le dolía la vergüenza que acababa de pasar.
—¡OLIVIA!.—escuchó desde el basurero los gritos de su jefe, Ricardo.
Hace más de tres años, ella trabaja para él. Es el mismo tiempo que conoce a Hanna y el chico de la guitarra. Todos los días, a las 9:00am, llegaba, con la guitarra colgada a su espalda. Se sentaba en el último asiento, y miraba la ventana. Pedía siempre lo mismo, <<una coca-cola>>. Luego, comenzó a ir muy seguido, en la mañana y en la tarde, hasta que, acto seguido, se incluyó el chico del café.
Ricardo sabía que Olivia suspiraba y era torpe cuando veía al muchacho, por eso, le había pedido a Hanna que especialmente ella atendiera esa mesa. Sin embargo, Hanna sabía de los sentimientos de Olivia y como un intento para que ella sea menos tímida, deja que Olivia entregue el pedido en la mesa. Cuando su jefe no está.
Temblorosa caminó hacia Ricardo, la cual, se encontraba en la cocina, mientras que, Hanna atendía.
—¿Qué mierda estás haciendo?.
—¡Lo siento!—se disculpó, bajando la cabeza.
—¡Ya basta con esa cuento Olivia!. Siempre te pasa lo mismo cuando vez a ese muchacho.—gruñó Ricardo, —¿Sabes que me debes mucho dinero no?.
—L-lo sé, no tienes que recordármelo, y te juro que te pagaré hasta el último dólar que te debo, pero, por favor, dame tiempo.
—Puedo darte todo el tiempo que necesitas Olivia.—expresó, recorriendo todo su cuerpo con la mirada.
Eso hizo que ella se sintiera incomoda. Olivia siempre consideró que Ricardo no era su tipo. No era tan viejo, debía tener unos 25 años, de piel morena, obeso, con ropa muy holgada.
—Olivia, podías pagarme la deuda en un solo día.—habló, sin quitarle los ojos de encima.
—¿No comprendo?.
—Ya sabes, frotándonos los dos, a piel a piel. Puedo follarte duro. Tú me das lo que quiero y tú pagas la deuda.
Ella lo miró con desdén, con asco. Ricardo se acercó y Olivia retrocedió.
—¿Qué dices?.
—Jamás en mi vida me acostaría contigo.
—¿Por qué?, Si puedo darte un placer inimaginable.—habló, acorralándola hacia la pared.
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Editado: 04.11.2020