Si me quisieras...

✔️Amargo café✔️ (05)

Si me quisieras…

Capítulo 5

Amargo café

¿Qué estás haciendo Paul?.—se sobresaltó Olivia, apenas, pudo recobrar el aire.

Aún  sentía el sabor del beso de Paul en sus labios. Y como su lengua trataba de buscar la suya para juguetearla.

—Besando a la chica que quiero.—soltó, sin dejarla de mirar.

—No Paul, tú eres mi amigo.

—¿Y eso que?.

Olivia titubeó al responder. Paul se veía seguro, y en sus ojos se notaban un destello de entusiasmo.

—Olivia, no puedo ocultarlo más. Yo, te amo.

Como un témpano de hielo se quedó, y sus ojos bien abiertos mostraban la sorpresa de su confesión. No podía entusiasmarlo, ni mucho menos darle esperanza cuando solo sentía una simple amistad por él.

—¿Olivia estas bien?—formuló, al ver que no hablaba.

—Paul…

—Olivia por favor, no me desalientes. Solo salgamos, intentémoslo.

—Es que…

—Olivia, sé que con el tiempo me llegarás a querer tanto como yo a ti te quiero.

Petrificada se le quedó mirando. No quería herir a su amigo. Ni echar por la borda dos años continua de amistad.

—Paul… creo que es mejor que dejemos esta conversación hasta aquí, Lo siento.—corrió, y se encerró en su casa. Se sintió aliviada, quizás, no era el momento de tener una conversación con él para decirle que o sentía absolutamente nada.

<<Mierda…>>.

Trató de irse a la cama, sin embargo, no dejó de pensar en aquel beso y las palabras de Paul.

Su misma rutina comenzó en la mañana. Su madre y su trabajo. Su vida era algo monótona, por más que Olivia quisiera asistía cualquier evento social que la invitaba. Siempre tenía excusa o cuidaba a su madre. En ocasiones, se sentía que su juventud poco a poco se le iría y cuando abriera los ojos ya tendría una edad avanzada y nunca tuvo algo diferente, ni experimentó nada fuera de lo común. Dentro de Sí, se sentía frustrada.

—¿Te veo distraída?—masculló Hanna, posando sus ojos azules en ella.

—Lo siento, pero lo estoy.

—¿Qué pasó?.

Rodó ambos ojos de un lado a otro e hizo un mohín con sus labios.

—Paul me beso…

Sobresaltada, abrió su boca, peló sus ojos y sintió que se atragantaba con la saliva.

—Mierda… Cuéntamelo todo…Digo no es que me gusta el chisme pero… me entretiene muy bien.

Olivia se rio con la boca cerrada.

—Me confesó que me quería…

—Doble mierda…—se llevó las dos manos a la boca.

—Y quiere que comencemos a salir y de verdad no sé qué hacer…

—Triple mierda…

—Podrías dejar de decir mierda.

—Lo siento amiga. Pero… ¿lo rechazaste?. Le dijiste que no estabas interesada en él, porque estas súper enamorada del chico que viene a tomar café.

—Ese es el punto… no lo rechacé, no le dije nada, solo me escondí como una rata asustada para  no lastimarlo, ni herirlo.

—Mierda infinita al cuadrado. Mientras más suspire por ti, peor será la caída. – Hanna alzó las cejas, e hizo dos cafés. Le extendió, uno a Olivia, y tan rápido como lo probó se dio cuenta que el café estaba totalmente amargo.

—Carajo Hanna esta amargo.

—Lo sé. Al final de cuenta, es café.

—¿Qué quieres decir?.

—Olivia… A veces lo único amargo de la vida no solo será el café. Si no un beso de alguien que no deseas, el rechazo de aquel que siempre quisiste o los problemas cotidianos que siempre estamos ocasionando o teniendo. Tu problema fue alentarlo, cuando en realidad no llegarás a nada con él. Además, Paul nunca me cayó bien, demasiado cliché para mi gusto.—farfulló, llevándose aquel café amargo a la boca.

Tres aplausos sonaron a nuestras espaldas. Ambas volteamos y Hanna se ruborizó al verlo. Al chico de la guitarra, parado frente a ella, con una camisa blanca casual, una chaqueta negra que le hacía ver varonil. Como siempre, su guitarra estaba colgada a su espalda.

—Buen discurso.—alagó, posando sus ojos café en Hanna. —Sabes, a veces lo amargo puede ser la mejor compañía en tus momentos malos.

Hanna se entusiasmó, se lamió los labios, y su rostro se colocó rojo.

—¿Coca- cola?.

—No, un café, muy oscuro. Gracias.—lo siguió a su mesa suspirando. Para ella, él era el chico perfecto.

—Dios Olivia, es perfecto. Estoy enamorada.—se echó hacia tras y Olivia la agarró en el aire.

—No seas payasa. A simple vista se ve que es un niño rico.

—Eso lo hace mega perfecto. Atractivo, músico, sabe de café, y aparte con dinero.

—Estás loca.

—Loca de amor por esa belleza que está a poca distancia de mí.




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