Si me quisieras…
Capítulo 10
Escribir es liberar.
Olivia se colocó la lencería, y salió corriendo de la suite. Se sentía mal, sucia. Había conseguido dinero de una manera indebida. No podía sentirse satisfecha con ella misma, cuando, había hecho un acto deplorable. ¿Qué pensaría su mamá acerca de ella?. Seguramente le diría:
<<Estoy muy decepcionada de ti>>.
Sin tan solo supiera que todo lo hizo por ella. Salió del lugar deshecha, dejando aquella niña inocente atrás, enredada entre las sabanas. Lloró, se cruzó sus manos y dejó quela lágrimas fluyeran.
Caminó apresurada, hasta llegar a su casa. Se metió a la ducha y dejó que el agua recorriera su cuerpo. Aún podía sentir los labios del chico misterioso, sus manos, su olor, su piel.
Y eso hizo que se sintiera más mal.
Salió de la ducha y fue al cuarto de su madre que, se encontraba mirando telenovelas.
—¡Hola mami!.
—Olivia. Anoche no viniste.
—Lo siento mamá.
—No pasaste la noche aquí en la casa.
Olivia se snetó al borde de la cama y miró a su madre. Sus ojos estaban cansado y su piel extremadamente pálida.
—Me quedé con Hanna mamá.
—Tranquila, solo quería que me avisaras.
—Lo siento.
—¿Estas bien?.
—Si mamá.
—¿Segura?.
—Si, ¿Por qué?.
—Porque pareciera que hubiese llorado.
Olivia se mordió el labio y fingió una sonrisa.
—No mamá. Estoy bien.
—¿No irás a trabajar hoy?.
—No mamá, me quedaré contigo viendo telenovelas.
Ambas sonrieron.
—Iré a preparar algo de comida. —Olivia se levantó de la cama y antes de salir de la habitación.
—Olivia, ¿Cuánto debemos de renta?.
—Tranquila mami, ya me encargue de eso.
—¿Cómo?.
—Usted tranquila. Saldremos de deudas un poco. Te amo. Ya te traigo comida.
Olivia se dirigió a la cocina y no pudo evitar llorar. Le habían pagado por sexo, no se perdonaba a ella misma.
Se seguía sintiendo sucia y miserable.
Tenía que hacer algo… O todos sus sentimientos la matarían.
Tomó una hoja y un lápiz y comenzó a escribir.
La escritura la hacía liberar, le provocaba un poco de descanso a esa mente acusadora.
Escribió sobre todo…
Sobre todo lo que hizo esa niña. Y de lo muy arrepentida que estaba.
Se concentró tanto que escribió cinco hojas .
Era un deleite, escribir como lo estaba haciendo. Desnudándose en medio de una hoja y lápiz. Contando su secreto más íntimo y su pecado más mortal. La escritura no te reprochaba, no te acusaba, no te hacía sentir mal, ni mucho menos te juzgaba. Solo se quedaba en silencio y comprendía sus más grandes errores.
Escuchó la puerta y se secó las lágrimas. S e levantó y abrió la puerta. Ahí estaba…
Paul…
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Editado: 04.11.2020