Sí me quisieras...
Capítulo 31
El chico se embutió en su auto y condujo velozmente a la cafetería donde se había ausentado por un mes. Ahí, se entero que Olivia y Hanna ya no eran empleadas, debido al generoso pago de Azael.
No dudo ni un instante en esperarla en la universidad. El chico estacionado frente a la entrada, le echaba una mirada de vez en cuando a las estudiantes que salían en busca de Olivia, sintió miedo en confesarle la verdad de aquella noche que aún deliraba. Axel Smith, esta vez, el nervioso era él. La intensidad de emociones que estaba experimentando eran demasiadas que hasta incluso tuvo que detenerse a mitad de camino para aliviarse un poco.
Súbitamente estaba sudando, y se sorprendió al encontrarse en tal estado. Jamás había tenido tantos sentimientos como hasta ahora, y deliró un poco al tenerla frente a él, deseando besarla, abrazarla, calmando esa sed insaciable de buscar aquella boca que la aclamaba como su reina.
No tardó nada cuando ella apareció frente a él, con un vestido debajo de las rodillas azul cielo y su cabello suelto, el flequillo cubría parte de su frente y un ligero labial rojo adornaban esos labios que anhelaba con todas sus fuerzas. Sin embargo, al verla, no tuvo el coraje suficiente para hacerle todo lo que se imaginaba.
Al contrario, se quedó paralizado, mirándola a los ojos, perdiéndose en aquellos ojos cafés, en ese instante, Axel sintió que el mundo se le congelaba, no había preguntas, ni petición.
Con solo mirar su rostro, le bastó para perderse como un niño, deseó que el tiempo se quedase así y que nadie dijera nada, el chico comprendió que sus sentimientos hacía ella eran demasiados fuertes, y eso le aterrorizó.
--Axel...--chasqueó Olivia, sacándolo de su ensimismamiento.
--O-Olivia--tartamudeó, sonrojado.
La chica le sonrió y ese gesto le fue grató aquel corazón que se moría por ella.
--¿Qué haces aquí?--sondeó confundida.
--Ah, yo... yo...--se dio cuenta que no tenía ninguna excusa para buscarla y en ese momento se maldijo a sus adentros por no pensar en nada.
--Me dijeron que había renunciado a la cafetería.
--Si, hace mucho ya. Pero, ¿Qué haces aquí?
--Milena me pidió que te viera para que le prestaras algunos apuntes, quiere ponerse al día para regresar a la universidad--mintió--. Por cierto, felicitaciones por tu noviazgo con Azael.
--¡Te lo dijo!
--Claro, somos familia.
La chica soltó una sonrisa y se sonrojó.
--¿Olivia, quieres acompañarme a un lugar muy especial? --le preguntó, sin dejarla de mirar.
--¿A dónde?
--Ya te dije, a un lugar especial--articuló, tomándole de ambas manos a la muchacha.
Olivia asintió y se subió al auto.
La pelinegra se reprochó a acceder a tal idea tan descabellada, Azael hace pocos días le había hecho una escena de celos precisamente con él. Se arrepintió, pero ya era muy tarde.
No dijo nada en todo el camino, solo estaba nerviosa y preocupada en que su novia se enterase que habían salido los dos solos en la noche.
--¡Llegamos! --exclamó Axel, bajándose del auto. Olivia recorrió el perímetro, y el lugar se trataba de una colina con un cielo extremadamente estrellado.
--Bienvenido a mi lugar favorito--profirió, mirando el resplandor de la ciudad, dejando que el viento frío golpease su rostro.
La muchacha se bajó del auto, y aquel escenario le parecía hermoso. Se incorporó a su lado y se percató de que nunca había visto a Axel con traje.
--Nunca te había visto en traje.
--¿Me queda bien?.
--Sí--se sonrojó ella, al mirarlo a sus ojos. Por primera vez, Olivia se dio cuenta de aquellas pecas que iluminaban el rostro de Axel. Se quedaron mirando por unos minutos. El chico ágilmente le cogió la mano y ella sintió la calidez de la misma, por lo tanto, la retiro de inmediato.
--Creo que debemos volver --susurró nerviosa.
--¿Sabes porque un lugar como este es mi favorito? --sacó conversación--, porque aquí soy realmente yo. Cuando me siento confundido o acongojado me siento en el maletero y observó por largas horas las estrellas, imaginando que quizás unas de ellas es mi madre.
Olivia guardó silencio.
Axel se sentó en el maletero y después de pensarlo por unos minutos, Olivia le acompañó.
Ambos permanecieron en silencio, observando aquel cielo maravillado por todas las estrellas.
Por unos segundos, el muchacho observó a Olivia y en lo pensativa que ésta se encontraba.
--¿Qué piensas?
--En Azael.
Como puñalada directo al corazón sintió esa respuesta.
--¿Estas enamorada de él?
La pelinegra lo miró entusiasmada y Axel sintió envidia de Azael.
--Creo que sí... --sonrió, lamiéndose los labios--. Me gusta mucho Axel y tengo miedo de arruinarlo todo con él.
--Estoy seguro de que no lo arruinarás--respondió él, carraspeando.
--Axel, no le digas a Azael que estuvimos aquí juntos. Es que... hace poco me hizo una escena de celos contigo y quiero evitarme inconvenientes con él. Es muy lindo este lugar, y me alegra verte, pero, podemos volver.
Axel se quedó atónito, desconcertado. No había duda que Azael sospechaba algo, sin embargo, le dolió la indiferencia de Olivia, aquella lealtad a su primo, y aquellas miradas que nunca serian de él.
No tuvo valor de decirle lo de esa noche, ni nombrárselo. En silencio, condujo hasta su casa y una vez estacionó para dejarla. Olivia lo miró, esta vez sus ojos eran dulces y tiernos.
--¡Gracias Axel!, me enteré de tu propuesta a Suiza.
--Sí, es una excelente oportunidad--comentó él, sin mirarlo.
--¿Aceptarás?
--Sí.
Olivia trató de buscar sus ojos, más él los apartó y evitó enredarse en la dulzura que emergía.
Sin palabras, la chica se introdujo a la casa, y Axel condujo en la penumbra, sin darse cuenta, sintió lo salado de sus lágrimas. De algo se había asegurado, y era que Olivia estaba feliz.
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Editado: 04.11.2020