Si me quisieras...

✔️El chico de la guitarra✔️ (40)

 

Si me quisieras...

Capítulo

El chico de la guitarra

Un torrente de agua se desventadlo en todo el pueblo. Era un chapuzón que gruñía con el quejido de rayos y truenos, que iluminaban las penumbras de la calle. Axel Smith que se disponía a ensayar con su guitarra unas cuantas canciones que había compuesto con su banda. En total eran 6 personas que integraban el grupo y entre ellos, una mujer.

Benjamín era el bajista y voz secundaria, Juan Carlos, un tipo alto, delgado con algunos tatuajes en las manos y cuellos, era un experto en la percusión, nadie como él para dominar sus dos manos y los pies al momento de dar un buen repique y aumento a la canción. Asimismo, Johan se especializaba en el piano y en voz junto a su hermana Mayela quien participaba como corista y en vez de cuando se presentaba con una guitarra acústica.

Axel era el cantante principal de todos, y quien dominaba a la perfección algunos de los instrumentos, sin embargo, al momento de elegir siempre relucía con la guitarra. Ser la estrella de un grupo llevaba consigo grandes ventajas y desventajas; una de ellas eran la envidia entre ellos mismos, y ser el suspiro y deseo de más de una mujer.

Aunque para Mayela, la estrella principal no era un anhelo, más bien, un compañero, de la misma forma que los otros integrantes, menos Benjamín, quien para ella era admirable. Lo amaba desde la sombra, pero nunca fue capaz de insinuarle absolutamente nada, ni mucho menos decirle alguna palabra. Era muy tímida, e introvertida, no obstante, el trató que tenía con el pelirrojo era de otro mundo. Eso hizo, que los demás integrantes de la banda le echaran unas cuantas bromas a Benjamín para que se entusiasmara con la muchacha. Sin embargo, el corazón del pelirrojo se centraba en la insoportable ricitos de oros, como él la llamaba.

Mayela Ruíz se sintió abrumada al enterarse de la enfermedad del mismo, y casi le da un infarto cuando Axel mencionó que no iría a Suiza. Por lo tanto, ella se retractó de asistir al viaje, pero todo cambió cuando Benjamín le animó a que se marchara, eso ocurrió una tarde cuando le visitó en el hospital.

Se veía débil y cansado, su cabello rojo se encontraba desaliñado y su piel más pálida de lo normal. Con una sonrisa reconfortante, Mayela lo saludó y sentándose junto a él, le confesó de manera camuflajeada sus sentimientos. Pero el pelirrojo fingió demencia e hizo como si no entendiera sus palabras cambiando de tema.

Mayela usaba anteojos y su cabello negro le llegaba hasta el cuello. Unas cuantas pecas adornaban sus pómulos, y una ropa holgada escondía su hermosa figura juvenil. Aunque Benjamín no se fijaba en las apariencias, él no quería dar pie a que ella se ilusionara, por lo tanto, en cada visita, trataba de evitarla.

Axel Smith sabía todo esto, y muy dentro de sí se sentía identificado con Mayela, de hecho, llegó a decirse que si fuera mujer sería como ella. Algunas veces, observó desde su ventana como la muchacha se desanimaba cuando él no la recibía, enviándole el recado de una mentira con algún empleado de la casa. El chico de la guitarra había aprendido algo de Mayela, en perseverar aun cuando lo no correspondido te rechaza, y lo sintió masoquista.

Ese mismo día, le había propuesto a Mayela cantar junto a él, y la muchacha sonrojada se negó, sin embargo, después de persuadirla terminó aceptando.

El chico de la guitarra no pegó el ojo esa noche de tormenta, y se sorprendió en no pensar en Olivia. Aunque por la mañana, ella fue su tortura, y su sentencia. Organizar un encuentro con ella, le rodeaba su cabeza, y las ganas de sentir su piel, y su cariño le hicieron prisionero de aquella idea descabellada.

Por la mañana, muy de temprano, antes de reunirse con los productores que llegarían de Suiza, transcribió una carta, precisa y concreta, una de esas donde le proponía a la pelinegra un encuentro en el mismo lugar que fue testigo de su noche de amor. Entusiasmado, imprimió la misma y lo adjunto en un sobre manila color amarillo junto a una venda negra para sus ojos. Esta vez, Axel consideró entregarle a la muchacha algo muy importante para él, un recuerdo de su madre, un pedacito de roca que una vez en un viaje de verano fue la muestra de un amor entre un músico y una mujer estudiante de abogacía.

Su padre le había contado que, ese verano después de culminar el concierto, pasó a la oscura por la orilla de la playa, y cabizbajo se percató de una piedrecilla de colores, cuando se inclinó para tomarla, se encontró con otras manos, unas muy suaves. Cuando alzó su vista, una mujer vestida de blanco y su cabello castaño lacio le sonrió y fue ahí donde surgió el amor. La familia de Maria Eugenia Delgado no estuvo de acuerdo, sin embargo, a ella no le importó, al quedar embarazada sin antes culminar su carrera universitaria.

Dos días antes del accidente, su padre se la había entregado a Axel y le había dicho que algún día, él se la daría a la chica correcta. Asimismo, el muchacho creyó que esa había sido Julieta, pero al descubrir su traición se cerró a las posibilidades de que la castaña lo hiciera feliz.

Al estar con Olivia, el chico de la guitarra no tenía dudas de que realmente estaba enamorado de ella. Por lo tanto, adjunto su más apreciado tesoro y envió el sobre.

En la tarde, se reunió con su banda y los productores, escuchó las propuestas y se alegro por todos los beneficios que su viaje le traería, además de fama.

Mayela se mostró inconforme, acto seguido, Johan le convenció a que aceptase y se marchara junto a ellos.

Ilusionado y con una sonrisa dibujada en su rostro, Axel ingresó a su casa, la cual, le esperaba su padre y Milena con contentamiento.

——¡Hijo mío! ——exclamó el hombre, recibiendo al muchacho con los brazos abiertos.

Ignacio Smith, un hombre codicioso, elegante, con las mejores ropas y los lujos vistos y por ver. Se sentía alagado y orgulloso de lo que su hijo adoptivo le propiciaba. Además de honra, respeto y un buen salario. Desde que lo vio, Ignacio preparó cautelosamente el futuro del muchacho, por lo tanto, le dedicó atención, le invirtió dinero y forjó una relación a base de respeto, lealtad y gratitud, utilizando todas sus estrategias de zorro viejo.




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