CAPÍTULO 10
—Señor, permítame explicarle… —pronunció Sky con cautela, dando un paso firme hacia el Comandante. Éste, sin embargo, alzó de nuevo su mano hacia él, sin permitirle decir más.
—El tiempo para las explicaciones ha terminado, cadete —indicó Cruger con dureza—. Es hora de ver adelante y corregir los errores. ¿No está de acuerdo?
—Y así será señor —respondió Sky con bastante seguridad—. Tiene razón, subestimamos a los ladrones, y faltó que mi equipo se coordinara mejor. Hablaré con ellos, y corregiré esto. La siguiente vez los detendremos, se lo garantizo.
Cruger asintió, lentamente. Sky hablaba con la firmeza y seguridad de un jefe de escuadrón, papel que evidentemente él mismo había tomado, y al parecer sus otros dos amigos habían aceptado indirectamente. Era admirable que fuera así, pero… Cruger no estaba tan seguro de estar de todo de acuerdo con la decisión.
Había algunos comentarios y conductas que había visto en él solamente ese día en su trato a sus compañeros, que levantaban un poco las alarmas del Comandante. Como, por ejemplo, en un inicio culpar del incidente a sus dos compañeros sin aceptar verdadera responsabilidad, o expresarse de manera despectiva hacia estos.
Podría estar sólo prejuzgando, basado únicamente en el par de conversaciones que había presenciado. Por ello quería tener esa pequeña plática con él, para intentar conocer un poco más su manera de pensar; algo que difícilmente las pruebas de la Dra. Manx podrían arrojar de manera directa.
De entrada, lo que acababa de decirle sobre acepar que subestimaron a sus oponentes y su compromiso para corregir los errores, eran buenos inicios. Pero aún no terminaba de espantar sus preocupaciones.
—Acompáñeme, cadete —le indicó, justo antes de comenzar a caminar con paso tranquilo hacia la puerta. Sky lo siguió de cerca con su mismo andar, y sus manos juntas tras su espalda—. Veo que se ha impuesto por su cuenta la tarea de ser líder del equipo —señaló Cruger una vez que estuvieron en el pasillo—. Ser un líder viene con el peso de la responsabilidad; no es un privilegio.
—Lo entiendo, señor —respondió Sky sin titubear—. Pero estoy dispuesto a cargar con ese peso. Mi meta es ser el mejor Red Ranger que este mundo haya conocido, y enardecer el nombre de la Súper Patrulla Delta, y el legado de los Power Rangers.
—Poderosas palabras, cadete —murmuró Cruger con solemnidad. Siguieron avanzando unos pasos más por el pasillo, sin ningún rumbo en específico—. ¿Por qué el Red Ranger? ¿No cree que pueda cumplir esos cometidos vistiendo algún otro color?
—Por supuesto que sí, señor. Pero…
Sky se detuvo, y Cruger lo hizo igual. El cadete agachó un poco la mirada, mientras intentaba darle una forma coherente a sus pensamientos. Siempre le resultaba un poco complicado cuando se trataba justo del tema que estaba por tratar. Pero tratándose de Comandante de la S.P.D. Terrestre en persona, debía procurar ser aún más cuidadoso con lo que decía, o cómo lo decía.
—Cómo debe saber, mi padre fue en vida el Ranger Rojo, sirviendo bajo la dirección del Comandante Collins en los Guardias de Plata.
—Lo sé —respondió Cruger con voz seria—. Su padre fue un gran Ranger, cadete. Sólo he oído cosas buenas de él. Si no había tenido oportunidad de decirlo antes, lamento lo que ocurrió.
—Gracias, señor —aceptó Sky, asintiendo—. Mi padre luchó firmemente por proteger este planeta hasta el final, y murió como un héroe. Cuando dije que deseaba enardecer el legado de los Power Rangers, fue principalmente por él. Mi padre es mi mayor inspiración.
Cruger no pudo más que admirar la determinación en sus palabras, y el coraje que resplandecía en sus ojos. Recordó aquella noche, la primera vez que Kat le presentó los expedientes de sus tres candidatos, y al comentar si Sky quería seguir los pasos de su padre, ella había comentado: “créame, es lo que él desea más que otra cosa.” Era evidente que no exageraba.
Pudo apreciar entonces que debajo de esa apariencia un tanto exageradamente recatada y quizás demasiado orgullosa, ardía el verdadero corazón de alguien con una gran motivación y anhelo por sobresalir. Ambas cualidades podrían ser el motor que lo impulsaría a cumplir su cometido. Pero también podrían hacer que se estrellara de bruces, si no sabía cómo manejarlas de forma correcta.
—Admiro ese coraje y dedicación, cadete —declaró tras un rato—. Si usted se parece aunque sea un poco a su padre, la Tierra será afortunada de contar con usted como su protector.
—Gracias señor.
—Puede retirarse.
Sky se paró con firmeza, le ofreció el saludo al Comandante, y se dispuso a irse como él había ordenado. Cruger se giró hacia otro lado, en dirección al taller. Pero antes de avanzar un paso, se detuvo de nuevo.
Su charla en general había salido bien, pero había un último detalle que tenía que validar para dar sus dudas por zancadas.
—Cadete, una cosa más primero —pronunció Cruger en alto, llamando la atención de Sky. Éste se detuvo, y se giró una vez más hacia él—. Quería preguntarle: ¿cómo calificaría a sus otros dos compañeros de equipo? —inquirió Cruger sin muchas vueltas—. O mejor, permítame reformular la pregunta. Si nombrara Sydney como Red Ranger, ¿seguiría sus órdenes?