CAPÍTULO 14
Al día siguiente, muy temprano por la mañana, los tres miembros activos del Escuadrón B fueron despertados con la notificación de que debían presentarse en la Sala de Mando en media hora, por indicación del Comandante Cruger. Cada uno a su respectivo ritmo, procuró levantarse y arreglarse lo más pronto posible. La alarma de emergencia no estaba activada, así que lo que fuera que el Comandante deseaba de ellos, al menos no representaba la destrucción inminente del planeta, por lo que podían tomarse el tiempo para al menos lavarse la cara y peinarse.
Los tres cadetes se cruzaron en el pasillo de camino a la Sala de Mando, y se encaminaron juntos para allá. Cada uno llevaba su respectiva dosis de somnolencia encima, siendo Bridge al parecer el más afectado de momento. Aun así, la que parecía menos conforme con aquella abrupta forma de despertarse, era sin duda Syd.
—¿Por qué el Comandante nos citó tan temprano? —exclamó con molestia mientras caminaban por el pasillo—. Ni siquiera pude darme mi ducha matutina, vengo sólo con mi baño nocturno.
—¿Sabes?, he leído que tomar demasiadas duchas seguidas puede dañar la piel y el cuero cabelludo —masculló Bridge entre un bostezo y otro.
—Por eso en la noche tomo un baño de tina caliente para relajar los músculos, y una ducha fría en la mañana para despertar y mejorar la circulación. Deberías intentarlo; es muy efectivo.
—Acostúmbrense —replicó Sky con severidad—. Ahora que el Escuadrón B está en servicio activo, nuestros días comenzarán más temprano, y deberemos estar más alerta que nunca. Cómo Power Rangers, es nuestro deber estar siempre listos para la acción.
—Escúchalo, Bridge: habla como todo un Red Ranger —murmuró Syd con dejo burlón, haciendo como si le susurrara un secreto a su compañero Green Ranger, aunque deliberadamente lo pronunciaba lo suficientemente alto como para que Sky la oyera—. Ah, espera, lo olvidé; sólo es el Blue Ranger.
El rostro de Sky desdibujó una expresión dura como piedra, aunque su atención siguió fija en el camino ante él.
—Ríete todo lo que quieras —sentenció con tosquedad—. Pero el color no es importante. Lo importante es cumplir con tu deber, y…
—Dejar en alto el legado de los Power Rangers, lo sé —complementó Syd con voz cansada—. Lo has dicho tantas veces, que me pregunto si en verdad lo crees, o sólo intentas convencerte a ti mismo.
—Ya en serio, Sky, ¿por qué crees que el Comandante no te dio el puesto de Red Ranger? —preguntó Bridge con marcada curiosidad—. Yo apostaba en que tú serías el elegido, y Syd también.
—Hey, yo no… —exclamó Syd en tono defensivo, pero Bridge la miró de reojo, diciéndole con su sola expresión: “sé honesta”. La Pink Ranger suspiró y se cruzó de brazos—. Bueno, sí, es cierto. Pero no te creas tanto, que tampoco es que hubiera muchas opciones.
Sky siguió caminando, con su mirada fija al frente. Y a pesar de su silencio, sus dos compañeros pudieron sentir como los engranajes de su cabeza giraban sobre aquella misma pregunta que, conociendo cómo es, muy posiblemente él se había estado haciendo a sí mismo cada segundo desde el día anterior, intentando verlo de diferentes ángulos, sacando las teorías más lógicas. Y, aun así, la única respuesta que tenía para darles era:
—La verdad no lo sé —susurró despacio con voz pensativa—. Pero no me corresponde cuestionarme esas cosas. Si el Comandante tomó esa decisión, es nuestro deber confiar en su juicio. Como oficiales, debemos acatar siempre sus órdenes y decisiones, sin excepción.
Bridge y Syd intercambiaron una mirada rápida, pero ninguno dijo nada. Pero igualmente a ambos les resultaba un poco difícil creer que Sky estuviera complementa bien con no haber sido nombrado Red Ranger, algo que había dejado claro era su más ferviente aspiración. Pero quizás su inquebrantable rectitud y apego incondicional a las reglas, le impedían expresar tan abiertamente su inconformidad con el asunto.
Sólo esperaban que no fuera uno de esos problemas que se guardaban hasta que crecían, y crecían, para al final explotar en la cara de todos.
Pero como Sky bien había dicho, no les quedaba más que confiar en la decisión del Comandante Cruger. Ya que él tenía sus motivos para hacer todos lo que hacía… ¿cierto?
Los tres llegaron poco después a la Sala de Mando, y distinguieron casi de inmediato la amplia espalda del Comandante Cruger, que al parecer charlaba con alguien en ese momento.
—Comandante Cruger —se anunció Sky con ímpetu en cuanto ingresaron—. El Escuadrón B…
Cruger se giró en ese momento hacia ellos, y al hacerlo dejó a la persona con la que hablaba justo en el rango de visión de los tres recién llegados. Era una mujer joven, vistiendo el distintivo uniforme gris y negro de los cadetes de la Academia. Hasta ahí todo hubiera sido normal, si no fuera porque no se trataba de una persona del todo desconocida para ellos, y la reconocieron al instante. Y la reacción inmediata de los tres fue una de completo asombro, que hizo que se detuvieran al mismo tiempo en sus sitios, con sus rostros pálidos y sus ojos bien abiertos; en especial Sky.
—Hey, ¿cómo les va, chicos? —les saludó una muy sonriente Elizabeth Delgado, alzando una mano hacia ellos a modo de saludo.
Los tres cadetes, sin embargo, no respondieron con la misma gentileza.