CAPÍTULO 18
Atendiendo al llamado del Comandante, el Escuadrón B se presentó en la base S.P.D. unos diez minutos después de abandonar la escena del combate, justo cuando el Escuadrón A terminaba con el robot gigante que había aparecido. Desde que los cinco ingresaron en la Sala de Mando, el aire tenso que impregnaba el sitio se volvió tangible para ellos; y en especial el hecho de que éste radiaba directamente del Comandante Cruger, que los aguardaba con una postura y mirada furiosa.
Los cinco nuevos Rangers se alinearon uno al lado del otro frente a su Comandante, con sus espaldas rectas y sus manos juntas detrás. Z y Jack no estaban acostumbrados a esos protocolos, por lo que se limitaron a simplemente imitar lo que hacían los otros tres.
Cruger no perdió el tiempo con saludos, preguntas, o reportes. En cuanto tuvo a los cinco ante él, se fue directo a la reprimenda que había estado esperando soltar. Kat, por su parte, permaneció un poco de lado, limitándose a sólo observar y escuchar. No le correspondía entrometerse; aunque sus instintos la empujaban a intentar defender a su nuevo escuadrón, casi como un instinto maternal, se contuvo y dejó que el Comandante hiciera lo que debía hacer.
—Desobedecieron mis órdenes sin ninguna consideración —exclamó Cruger, tajante—, poniéndose en riesgo a ustedes mismos, y a los ciudadanos. Les dije que una vez que recaudaran la información que les pedí, volvieran con ella a la base para analizarla y decidir nuestro siguiente paso. E hicieron justo lo contrario.
—Señor, seguíamos una pista sólida —respondió Sky sin perder la serenidad.
—Encontramos el artefacto que Klupzu robó y que los Krybots estaban buscando —añadió Syd.
—Y lo identificamos como un prototipo de acelerador de protones que Cranston Technologies estaba desarrollando —explicó Bridge justo después.
—Y… —pronunció Z, dispuesta a añadir algo más, aunque tras un rato no se le ocurrió qué—. Bueno, básicamente eso. Pero yo fui quien recordó dónde había quedado el artefacto.
Cruger negó categóricamente con la cabeza.
—Lo que debieron haber hecho es volver a la base con el dispositivo en cuanto lo tuvieron en su poder, para analizarlo y resguardarlo aquí mismo.
—Sólo seguimos el reglamento —se defendió Syd—. Dile, Z —dijo justo después, dándole un pequeño codazo a la Yellow Ranger para cederle la palabra.
Z se sobresaltó un poco, abriendo grande los ojos. Bien o mal, la presencia molesta del Comandante resultaba más intimidante de lo que gustaría aceptar.
—Sí, ah… La Regla 473-B del manual para oficiales de la S.P.D. dice…
—Sé lo que la Regla 473-B dice —le cortó Cruger con severidad—. Pero esa regla, y otras parecidas en el manual, están ahí para darles libertad a los oficiales al mando en el campo de tomar decisiones rápidas, en situaciones en las que se requiere un accionar inmediato, y están incapacitados para comunicarse o recibir instrucciones de sus superiores. ¿Me quieren explicar cómo su situación se ajustaba a esas características?
Los Rangers se miraron entre ellos, esperando que alguien dijera algo como respuesta a la pregunta del Comandante. Pero, por supuesto, nadie lo hizo.
—Oiga, tranquilícese, ¿sí? —intervino Jack de pronto, rompiendo el silencio. Se había mantenido hasta ese momento un poco apartado de la conversación al no haber estado involucrado de forma directa en la cuestión que discutían, pero era claro que no le parecía ver cómo le hablaban de esa forma a sus nuevos compañeros—. Quizás no hicieron las cosas exactamente como usted quería. Pero de no haberlo hecho así, no hubieran encontrado ni identificado el dispositivo robado.
—¿Y en dónde está? —cuestionó Cruger—. ¿Dónde está el acelerador de protones robado?
—¿Tanto drama por eso? —bufó Jack con confianza—. Eso es sencillo. Dile, Z.
De nuevo, la Yellow Ranger se sobresaltó ante la repentina mención.
—¿Qué ahora le diga qué? —preguntó en un murmullo por lo bajo.
—Dile al Comandante dónde está ese… acelerador lo que sea —aclaró el nuevo Red Ranger—. Vamos, díselo.
Z guardó silencio, y dirigió la mirada hacia el suelo, apenada. Tras un rato, dejó escapar un rápido susurro:
—No sabemos en dónde está…
Jack se giró lentamente a mirarla, con sus ojos bien abiertos, casi como si aquella respuesta lo espantara.
—Lo perdimos durante el combate —masculló Syd, igualmente avergonzada.
—La última vez que lo vimos, lo tenía el Testa Azul que arrollaste —añadió Bridge, mirando de soslayo a Jack—. Y de ahí, bueno… —Se encogió de hombros, dando entender con ese sencillo gesto que ya no sabían más.
—Así que es casi seguro suponer que el enemigo lo tiene —concluyó Cruger con dureza en su voz.
Los cuatro Rangers involucrados guardaron silencio, y bajaron la mirada. Jack apretó sus labios con fuerza, y miró hacia otro lado. Quizás por dentro aún tenía el deseo de decir algo para defender a sus compañeros, pero de momento evidentemente no se le ocurría nada.
—Les dije que debíamos traerlo —susurró Sky de pronto, con voz de acusación hacia los demás.