Si No Fuera Un Sueño

7 Capítulo

Quiero volver a ser quien te amaba
Como un juego de niños
Volver al verde de tu mirada
Secar la pena que hoy nos cala
Quisiera amanecer como antes, desnudo contigo
Curando el amor
Rompiendo el reloj a golpe de calor y frío.
 


 

Y respirar lo que nos quede
Bailaremos nuestro tango en el salón
Si te atreves, no me sueltes.
 


 

Prometo que no pasarán los años
Arrancaré del calendario las despedidas grises
Los días más felices no han llegado
Te prometo olvidar mis cicatrices
Devolver lo que he robado a tus dos ojos tristes
Te prometo que nos mudaremos pronto
Del fracaso y desconcierto a la calle del silencio
Te prometo que vamos a volvernos eternos.
 


 

Me voy a desprender de una vez
De mis montañas de arena
De acantilados, de mis días pesados
Mis naufragios ya no valen la pena.
 


 

Me voy a desprender de todo aquel
Que no nos mire de frente
De los poetas de palabra hueca
Del ruido que ahogue tu canción favorita de amor.
 


 

Respirar lo que nos quede
Bailaremos nuestro tango en el salón
Si te atreves, no me sueltes.
 


 

Prometo que no pasarán los años
Arrancaré del calendario las despedidas grises
Los días más felices no han llegado
Te prometo olvidar mis cicatrices
Devolver lo que he robado a tus dos ojos tristes
Te prometo que nos mudaremos pronto
Del fracaso y desconcierto a la calle del silencio
Te prometo que vamos a volvernos...
 


 

Quiero un bosque, un agujero en la noche
Una pausa en medio de todo el desorden
Quiero un combate de besos sin amarres
Quiero un lienzo para hacer de colores tus lunares
Hoy saldremos en las noticias de la tarde
Por haber sabido amarnos ilesos del desastre
Cuando no ha sabido nadie.
 


 

|𝑃𝑟𝑜𝑚𝑒𝑡𝑜 𝑑𝑒 𝑃𝑎𝑏𝑙𝑜 𝐴𝑙𝑏𝑜𝑟𝑎𝑛.|
 


 

»No supimos refrenar los sentimientos, evitar los besos, huir de la locura, y nos perdimos«
 


 

WD.Rose
 


 

»»❦︎««
 


 

7. 𝕃𝕠 ℙ𝕣𝕠𝕙𝕚𝕓𝕚𝕕𝕠
 

 

Le mentimos a nuestros padres, también a la recepcionista que nos dió las llaves de la habitación. Se había sorprendido un poco cuando Max se presentó.

-Buenas noches, Maximiliano Cooperfields, ¿Tienen una habitación disponible?.

-Sí, un momento joven... Cooperfields.

Por un momento mi cabeza maquinó un dramático desenlace, en el que los paparazzi nos fotografiaban al salir del hotel, o peor aún, vigilandonos en nuestra estadía allí.

-¿Es usted el hijo del señor André Cooperfields? -le había preguntado.

Miré con temor a Max.

No era que estábamos huyendo, pero me aterraba lo que ella pensara de un chico de diéscisiete y una no tan niña de doce años.

-No.

-Oh, lo siento. Debe ser mera coincidencia que se apellide igual. Aquí tienen.

-Gracias.

Solté el aire retenido y avancé colgada de su brazo hasta entrar en el elevador.

-Has mentido, hemos mentido Max. ¿Estaremos bien? ¿De verdad no nos descubrirán? -inquirí susurrante.

-Deja de preocuparte, mañana estaremos en casa, Emi. -aseguró sin vacilar.

-Confío en tí, Max. -emiti con voz cantarina y me acercó a su cuerpo.

...

Me dejé caer sobre la cama y encendí la televisión aguardando su regreso. Podía oír el sonido del agua de la ducha caer. Saber que pronto aparecería semidesnudo, seguía poniendome el corazón a mil.

¿Cuando me había convertido en esa chica?

Semanas atrás me moría por jugar al té, con las muñecas bajo la sombra de aquel árbol, cerca del lago y del columpio. Muchas veces sentí que me observaba, entonces allí estaba él, mirándome con una atención casi extraña; no sabía que era amor, un amor diferente y prohibido.

Ahora todo lo que solía hacer quedó amontonado en el pasado; eran cosas de niñas y yo ya empezaba a alejarme de la infancia. Creo que olvidé lo que realmente seguía siendo, todo por intentar crecer antes de tiempo.

Evité mirarlo.

-¿Tienes idea de lo que pediremos para cenar? No se me ocurre nada, elige tú -habló sin importarle pasearse casi desnudo.

Sí, tenía una toalla que solo le cubría de la cadera para abajo, pero su torso fornido y empapado, estaba descubierto. Algo navegó en mi vientre, sensaciones se arremolinaron en ese lugar que seguía sorprendiendome.

-No lo sé -dije susurrante.

Mis manos temblaban y mi pobre corazón galopaba intensamente. Solo estuve una vez con él; recordarlo pintó mis mejillas de carmesí.

-¿Te pasa algo? -inquirió seductor. Su mirada burlona y su sonrisa me lo decía todo.

-¿P-podríamos ver una película? -mi voz emanó trémula.

Se aproximó y subió a la cama besándome, las preguntas quedaron en el aire. Me sentí al borde de un colapso, o peor aún, de un ataque cardíaco.

Su delicado roce, su hálito en mi piel: la humedad de su cuerpo y de su cabello empapándome. Me besaba con ternura pero a medida que avanzó el tiempo, se tornó cargado de imperiosa urgencia.

-Te necesito ahora -susurró recorriendo la curvatura de mi cuello, llenando la zona de sus húmedos besos.

-No sé hacerlo.

Sonrió acariciando con las yemas de sus dedos mi mejilla. Suspirando con dificultad.




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