»Nos habíamos vuelto una luz intermitente. El "nosotros" fue solo cuestión de segundos«
WD.Rose
»❦︎«
8. 𝕃𝕦𝕫 𝕚𝕟𝕥𝕖𝕣𝕞𝕚𝕥𝕖𝕟𝕥𝕖
Recorrí la amplia habitación, aturdida, con un dolor punzante en el pecho. Los ojos me ardían, mi garganta estaba seca.
No reconocí mi entorno, no supe la fecha, hora, ni la cama donde yacía postrada.
—Max... ¿Dónde e-estás? —susurré, mi voz ahogó el silencio por unos segundos.
Nadie emitió respuesta, Maximiliano no contestó. Intenté deslizarme sobre las almohadas pero en el acto la puerta que se mantuvo cerrada, ocasionó ese ligero chirriar siendo abierta. En cuanto nuestras miradas conectaron me estremecí, mi corazón aumentó su ritmo cardíaco.
Su mirada me recordó cada minuto antes y después de que Marie, su madre y la que por unos años lo fue para mí también, me disparara.
Antes de sumergirme en una oscuridad de la creí no poder escapar, descubrí que él guardaba secretos torno al tema de Máximo; Y sé que no era el momento para exigir explicaciones, sin embargo no iba a permitir que siguiera mientiendome en mis narices. Maximiliano tenía el deber de decírmelo todo, sin importar cuan horrible era el oscuro pasado de su familia, el suyo.
—Mi amor, Emireth ¿Cómo te sientes? —ví desesperación, miedo y martirio.
Allí estaba de nuevo ese sentimiento que tanto lo atormentaba. Ahora desconocía al hombre frente a mí y por primera vez me sentí reticente. ¿Podía confiar en alguien que me ocultó parte de su vida? ¿Estaría a salvo con el hijo de la mujer que intentó matarme?
Lo mejor sería actuar precavida.
—T-tengo sed.
—Claro Emi y... ¿Qué quieres comer mi ángel? —consultó ahuecando mis mejillas, dejando un beso en mi frente, estaba a punto de llorar. —Lo siento, no es suficiente pero quiero que sepas cuánto lo lamento. Prometí cuídarte y no lo hice.
Y se quebró; ocultó su rostro en mi cuello empapándome de sus lágrimas. El hilo tembloroso de su voz sollozante, acabó siendo colvulso.
Aspiré profundamente, aferrándome a él. Sé que lo que pasó no fue su culpa, incluso si tuvo que ver con lo de Máximo, no era una mala persona.
Max no es igual que ellos, Max es bueno. Intenté convencerme
¿Dónde estoy? ¿Qué pasó con Marie? ¿Qué ocultas Max? Quise preguntarle, pero no dije una sola palabra.
Se separó, sirvió un vaso de agua y me lo dió, taciturno. Bebí despacio, evitando mirarle.
—¿Dónde está Matt? —formulé.
—Emi... Estamos en Francia.
—¿Qué?
—Matthew está en su dormitorio. Te explicaré Emireth.
—Sí, necesito saber todo, y no me refiero solo a lo que me sucedió, tambien te exijo que me digas quién fue Máximo.
—No puedo, no me pidas eso por favor —se tomó la cabeza y desvió la mirada.
—No confías en mí ¡¿Por qué no puedes hacerlo y yo sí?! —rechisté indiferente a las voces en mi cabeza pidiendo que me calmara.
¿En qué momento la alegría de verlo, los planes y nuestro amor se deshizo?,
¿Dónde estaba la luz que empezaba a esclarecer nuestras vidas?
Nos habíamos vuelto una luz intermitente. El "nosotros" fue solo cuestión de segundos; desapareció dejándonos pendiendo de un hilo, advirtiendo que el titilar podría apagarse.
—No sé si estaré bien contigo, ahora pongo en duda mi estabilidad a tu lado. Ocultas algo tan espantoso que... ¿Eres incapaz de decirlo?. Tampoco me siento cómoda en este país; tomaste una decisión por los dos Max —hice una pausa, mi lengua decía cosas de las que al rato me arrepentiría.
—Decidí lo mejor, pensando en la estabilidad y comodidad de nuestro hijo, pensando en tí. Lo siento, en verdad creí que te haría bien alejarte, alejarnos de... —reflexionó, evitó decir su nombre.
—Marie Cooperfields, huir de tu propia madre, porque casi me asesina —se me llenaron los ojos de lágrimas —. Suena horrible.
Se revolvió el cabello con frustración. Caminó hacia el otro lado de la habitación, tornado de seriedad. Sé que pretendía ocultar la impotencia bajo ese semblante sombrío. Yo era la víctima pero la mala de la historia su madre y eso lo tenía en una situación difícil.
Lo amaba, pero Max ya no era el mismo.
—Regresé a los Estados Unidos con el anhelo de poder verte, mirarte otra vez y cerciorarme de que estabas bien. No sabía que mis padres tenían terminantemente prohibido que me contactaras. Yo... Pensé que no querías saber nada de mí. ¿Sabes cuántas veces le pedí a mamá que te pusiera al teléfono, frente a la pantalla de la Mac para intentar sentirte más cerca?, Eso nunca sucedió. Necesitaba volver a verte, sentirme vivo. —confesó de espaldas. Y un nudo se atascó en mi garganta —. Odio que casi pude perderte; Creí que no iba a jalar el gatillo. Somos tan iguales y diferentes a la vez...
—¿Por qué d-dices eso? —quise saber; sin embargo, Maximiliano Cooperfields me ignoró.
—Temí perderte. Y la verdad no soportaría pasar por la misma situación —me miró, clavó sus ojos invadidos de dolor en los míos —. Dos malditas semanas se convirtió en eternidad, el doctor me decía que pronto despertarías. Así fue, hace un día y mientras papá arreglaba el asunto con la policía, terminé el papeleo legal para sacarlos del país.
—¿Debo agradecerte algo en lo que no fuí partícipe? —cuestioné molesta.
—Volvamos a empezar. He luchado por lo nuestro, creí hacerlo lo suficiente, pero se necesita de dos para poder lograrlo.
—No sólo es trabajo en equipo, también se necesita confianza y claramente no confías en mí. Si lo hicieras, me dijeras la verdad, entonces sería capaz de entender la razón por la que Marie llegó a la locura, sin secretos, sin mentiras, sin más misterios y demonios atormentando a una familia. Dímelo Max.
Editado: 07.08.2020