Si No Fuera Un Sueño

10 Capítulo

»No avanzamos quedándonos en el pasado, no seremos felices teniendo presente cuánto sufrimos; no viviremos el ahora sin terminar de recordar lo que fuimos, lo que ya no es«
 


 

                                           WD.Rose
 


 

»❦︎«
 


 

10. 𝔸𝕥𝕒𝕕𝕒 𝔸𝕝 ℙ𝕒𝕤𝕒𝕕𝕠
 


Sollocé contra sus labios. Entonces dejó de besarme, se apartó y buscó mis ojos. Solo asentí escondiendo el rostro en su pecho.

Lo oí suspirar.

—*Merde Emireth, comme je déteste que tu reviennes, je sais que je ne peux pas m'en empêcher, j'aimerais bien, mais ne m'en souviens plus, essaie-le.

—No hables como si supieras todo, tú también tienes tormentos y sigues recordando —susurré y me alejé.

Retrocedí dos pasos, cruzada de brazos. Eran esos momentos que nos alejaban, abriendo una brecha entre los dos.

—Tienes razón y no me digas nada, es mejor que no lo hagas si te incomoda. Además no merezco que me cuentes si yo aún no te digo.

—Bien, me voy a dormir.

—Tienes esa mirada de molestia, lo siento amor no quise hacerte enfadar.  Ven aquí preciosa —apremió con dulzura.

—Hoy dormiré en el sofá —avisé ignorando sus palabras.

No siempre iba a permitir que el efecto Maximiliano tuviera control sobre mi sistema.

—Claro que no, mi ángel —refutó atrapandome entre la isla de la cocina y su fisonomía.

Casi.

Su calor me envolvió, sus lindos ojos azules me extraviaron y sé que perdía en su juego.

—No seas rebelde cariño, mejor durmamos en nuestra habitación o... —deslizó una sonrisa traviesa y se inclinó a mi oído insinuando.

El carmesí se acumuló en mis mejillas.   

—Max... —tomé su rostro y lo besé.

...

No había algo mejor que despertar  a su lado, entre sus brazos. El sol le daba justo en su rostro; sonreí al verlo hacer muecas. Suspiré cuando sus ojos se posaron en mí.

Había despertado el bello durmiente.

—Buenos días cariño —saludó.

—Buenos días cielo, ya es tarde.

—¿Y eso qué? Podemos dormir lo que queramos.

—No es cierto, en cualquier momento aparecerá Matt. Yo digo que nos levantemos antes de que se ponga furioso.

—¿Furioso? No sé de quién ha heredado ese carácter —susurró acariciando mi mejilla.

Entrecerré la mirada.

—De mí no ha sido —aseguré saliendo de la cama.

De un salto ya estaba a mi lado.

—Tomemos esa ducha juntos cariño —propuso a mi oído.

—Solo será una ducha —advertí.

Asintió sonriendo, esa sonrisita lujuriosa advirtiendo travesuras.

—No le creo nada señor Cooperfields.
...

—Umm, deliciosas —comentó Matt devorando las tostadas francesas que había hecho su padre.

—Oye Matt ¿Quieres acompañarme a visitar la torre Eiffel?

—¡Sí papá! —exclamó abrazándolo —. Y luego ¿Podremos ir al zoológico?

Maximiliano me miró.

—Estaré bien, disfruten su día.

—¿Segura que no quieres acompañarnos Emi? —insistió acariciando mi mano sobre la mesa.

—Pásenla bien. Otro día iré con ustedes. Recuerda que he quedado con Martina.

—Es cierto —me dió un beso casto en los labios. Luego se dirigió a Matt —. Hoy tú eliges dónde ir campeón.

El resto de la mañana estuve con Martina, la tía materna de Max. Era muy alegre, tan distinta a Marie que parecía increíble que por sus venas corriera la misma sangre.

—...yo nunca estuve de acuerdo con lo que hacía Marie. Le rogaba a Dios porque reaccionara y diera su brazo a torcer.

—Ella cambió de la noche a la mañana. Sé que su resentimiento y ese odio hacía mi siempre vivió en su ser, aun cuando aparentaba ser la mamá perfecta. La mamá que yo quería —dejé de cortar las zanahorias y me senté en el taburete.

En mi mente se amontonaron los momentos maternales, que alguna vez fueron reales y no una pantalla.

O quizás nunca existieron.

—No era mi intención hacer que te sintieras mal...

—No es tu culpa, creo que debo trabajar en ello. No puedo seguir permitiendo que me afecte el pasado.

—Eres una chica fuerte.

—Debo serlo más, por mi familia y por mí, Martina —suspiré —. Oye, sé que debería decírmelo Max, pero cada día que pasa crece en mí la necesidad de saber quién fue Máximo Cooperfields. ¿Tú lo sabes?

Se puso nerviosa. Lo noté en el rápido parpadeo tembloroso de sus esmeraldas. 

—Claro que lo sabes, Tina. Olvídalo, no me lo dirás. 

—¡Dios! Lo que pasó es una tragedia que de sólo recordar se me atora un nudo en la garganta. Aquel día fue un maldito día de terror; sigo recordando como si hubiera sido ayer. Nos marcó a todos, Emireth.

—Lo lamento. ¿Por qué Max se siente culpable? Él cree ser como su madre y no es así. No es así ¿Verdad? —susurré por lo bajo.

Quería saber, pero también me daba miedo escarbar y encontrar esas verdades oscuras.

—Es complicado, es difícil. Pero Maximiliano no es como mi hermana, él es bueno, es un ángel que siempre fue inocente. Lo que pasó solo fue un accidente y ya —explicó dejándome más aturdida que al corriente.

—Entiendo, voy al baño y vuelvo enseguida —avisé antes de perderme en ese mundo que me alejaba de la realidad.

El pasado regresaba y no podía evitarlo.

Estaba asustada, mi corazón bombeaba con fuerza. Miraba a todos lados buscando una salida, algún objeto que sirviera de arma. Nada ni nadie iba a salvarme de su castigo.

Hacía mucho frío, demasiado álgido me congelaba los dedos de las manos hasta tornarlos morados al igual que mis labios y mejillas.

Temblaba.

Intenté soltarme de la silla en la que estaba atada.

—¡Auxilio, auxilio! —lloré impotente —. ¡Por favor alguien que me ayude!

El lugar estaba lleno de moho, de una humedad horrible. Miré mi abdomen, allí estaba mi bebito y debía protegerlo.

—Si sales o no viva de esta situación, recuerda que tú eres la única culpable —su voz cruel, sus pasos hizo crujir la vieja madera bajo nuestros pies.




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