Si No Fuera Un Sueño

14. Capítulo

»Temo que los altibajos en nuestra vida, acabe siendo el salto al vacío«
 


 

                                             WD.Rose
 


 

»❦︎«
 


 

14. 𝕌𝕟𝕒 𝕞𝕠𝕟𝕥𝕒𝕟̃𝕒 𝕣𝕦𝕤𝕒
 


Creí que André diría algo respecto a la noche anterior, pero no, no mencionó la imprudencia de mi parte. Sin embargo, su atención en demasía no pasaba desapercibida.

No debí ser entrometida.

Aparté la mirada casi con inapetencia.  De no ser porque Max estaba en otro planeta, se habría dado cuenta de la atención sin disimulo de su padre sobre mí.

Desde las horribles pesadillas en la madrugada estaba un poco absorto.

No le pregunté, no quise volver a hincar el dedo en la herida porque quedamos en hablarlo en su momento. Presionarlo solo empeoraría las cosas y yo no quería estar mal con Max.

Ya habíamos retrocedido lo suficiente como para volver al punto de inicio.

—Te voy a decir abuelito ¿Puedo? —soltó de pronto nuestro hijo.

Ya lo había visto indeciso con ponerle un nuevo título a André.

Abuelo...

Después de todo eso era.

—Es que soy tu abuelo, Matt. Creí que nunca me llamarías así —revolvió su cabello con cariño —. Claro que puedes decirme así, pequeño.

—De acuerdo pero ya no soy pequeño, cumpliré diez —recordó poniendo los ojos en blanco.

—Matt —le llamé la atención.

—Lo siento —susurró.

André me hizo un ademán con la mano, restándole importancia.

—Papá he decidido que retornaremos antes del jueves. Necesito volver a la empresa —explicó después de un tiempo en silencio.

—El trabajo no es la razón principal por la que quieres volver. Pero lo entiendo, después de todo respeto tus decisiones Maximiliano.

—Gracias.

—Quiero aprovechar para felicitarte por el buen trabajo que haces en la empresa. Si sigues así me jubilaré antes de los sesenta y te dejaré a cargo de la presidencia —expresó con orgullo.

Max apenas sonrió dando un leve asentimiento de cabeza.

—Aún te quedan muchos años por delante como para pensar en eso y yo estoy bien en mi puesto.

—Tienes razón, pero llegará el momento en el que asumirás la presidencia. Alguien más ocupará tu lugar en la vicepresidencia.

Matt me miró frunciendo el ceño. Se le veía confuso en medio de una conversación laboral. Le sonreí.

—Sí.

El desayuno se vió interrumpido por la entrada de Rebeka. Me dió una cálida sonrisa antes de dirigirse a André. —Buenos días, señor André, el joven Nathan y los señores Smith están aquí.

Olvidé mencionar que Nathan era el único hijo de Martina y Ferran. Solo un año menor que Max, que tenía veintisiete.

—Hazlos pasar para que desayunen con nosotros —pidió.

—Enseguida señor.

...

—Mi tía era una verdadera bruja.

—Por favor Nathan —le di un codazo.

—¡Auch! Yo solo soy sincero.

—Lo sé —rodé los ojos.

—Y... ¿Cómo estás?

—Intento estar bien.

Bufó inconforme con mi respuesta.

—Te veo muy bien con mi primo —comentó pícaro —. Siempre supe que había algo entre ustedes. Pero tenías esa carita de ángel que...

Lo miré mal y empezó a reír.

—Cállate Nat.

—Sabes que tengo razón Emita.

—No me digas así.

—Eres muy gruñona.

—No es cierto, tú eres el imbécil.

Rió más fuerte.

—Me gusta hacerte enfadar —acarició mi mejilla.

—Tonto.

Maximiliano nos miró y se acercó.

—Tal vez —se aclaró la garganta —. Maxi, Emita me está molestando.

—Que infantil eres Nathan —negó con diversión —. Ya deja en paz a mi princesa y no me llames Maxi — Max me abrazó por los hombros.

Le saqué la lengua a Nat.

—No si ustedes me llaman Nat —se encogió de hombros.

—Ya dejemos las bromas. ¿Qué novedad nos traes Nathan? —formuló Max

—Nada interesante.

—¿Nada? —abrí lo ojos como platos —. Pero si tú andas de fiesta en fiesta y prácticas esos deportes extremos.

—Ahora soy un hombre de negocios.

—¿Consideras nada el trabajo? —volvió a formular Max.

Bueno, después de todo no debería de extrañarle pues Nathan Smith era todo un mujeriego, con una vida sin ataduras. Pero eso había terminado.

—Solo hago lo que mi padre quiere que haga. No estoy contento en la compañía. Es eso o se va todo el dinero al carajo.

—Entonces le obedeces para que no te quite las comodidades —resumí.

—Algo así —volvió a encogerse de hombros —. Ustedes dos ¿No piensan dejar Francia? —cambió de tema.

—Estamos bien, primo.

—Me imagino, oh la la, es la ciudad del amor después de todo.

Reímos.

Nathan nunca cambiaría. Así usase corbata y trajes costosos, era el mismo chico bromista y a veces, sólo a veces un verdadero imbécil.

Al rato, Martina y su esposo se me acercaron y hablamos un poco.

—Ya André nos dijo que se irán el jueves.

—Así es.

—Quizás sea lo mejor. Estar aquí puede resultar tormentoso.

—Max ha tomado la decisión. Él no se siente cómodo por lo que veo. En la madrugada se puso mal, tenía una pesadilla.

—Otra vez —musitó casi inaudible, pero pude escucharla.

Así que ya le había pasado.

—Y seguro es por lo que pasó —añadí.

—Emireth... No sé que decir al respecto.

Odiaba que siguieran mientiendome, mas a ella no le correspondía soltar la verdad.

—No te estoy pidiendo que lo hagas, descuida —sonreí para que se relajara.

—Menos mal.

—¡Amor, debemos irnos! —llamó su esposo.

Allí terminó nuestra plática.

...

Miércoles.

Decidí ayudar en el almuerzo. Tuve que rogarle a Emma que me lo permitiera.

—Cuidado si te cortas —advirtió  moviendo la salsa.

—No creo que eso pase, Emireth ya es toda una experta —halagó Rebeka encargándose de la pasta.

Le agradecí lanzándole un besito en el aire.

—¿Aún no llega Ava con el recado? —inquirí.

—Oh no, se tomó el día libre ayer y hoy.




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