Si no hubieran jugado con la ouija…

CAE LA DESGRACIA

Y eso fue precisamente lo que sucedió. A partir de la fatal tarde, la vida de cada una de las niñas y las de sus familias cambió para siempre.
Durante la sesión, la pequeña Pamela tomó asiento en el sillón del lugar porque no estuvo dispuesta a participar, dado que era de carácter tímido y retraído y la experiencia espiritista provocó en ella un pánico profundo. 
Cuando la copa empezó a moverse, además de escribir lo ya mencionado anteriormente, comenzó a marcar el nombre Pamela. Pero ella se aterrorizó más y reafirmó su negativa a participar, aún ante la insistencia del supuesto espíritu.
La sesión culminó cuando el ente se salió de control y la copa comenzó a girar alocadamente por el circuito de las letras y los números, sin ninguna intervención de nuestra parte y ante el asombro y el terror de todas.
Fue entonces cuando Euge, la dueña de la idea, decidió terminar con la reunión, quemar los papelitos y lavar la copa, para borrar todo rastro de lo sucedido y jurar “nunca más volver a practicar este maldito juego”.
El resto de la jornada transcurrió como de costumbre para cada una de las niñas implicadas, menos para la tímida Pam. Porque al caer la noche de ese día tan particular, comenzaron a atormentar a esta chiquita pesadillas horribles, donde gritaba, lloraba y decía que se derretían y escurrían por las paredes los cuadros de la casa. Al acudir su madre, era muy difícil despertarla y cuando lo hacía, la niña pasaba el resto del día sollozando por los rincones y sumida en un visible pánico, del que sola ya no podía salir. Pasaron muchas noches de pesadillas, gritos y relatos aterradores sin que la madre de Pam e Ivana entendiera la razón, ya que esta última no quiso contarle la experiencia con la Ouija.
Esto sucedió hasta que la progenitora decidió llevar a la pequeña a bendecir con un cura. Entonces Ivana contó la verdad, ante la cara de terror e incredulidad que manifestaba su madre. El sacerdote bendijo a las tres mujeres y volvieron al hogar. Pasaron varias noches y los síntomas en la nena parecían haber desaparecido, pero no era así. Una noche volvieron y con más fuerza. Entonces en la casa sucedieron cosas mientras la crisis se desarrollaba sin control en Pam: algunos de los cuadros se cayeron inexplicablemente, se rompió un espejo y se secaron las plantas del jardín chico colindante con la habitación de las niñas.
Esta experiencia sobrenatural llevó a la madre a terapia de la pequeña con una sicóloga, que la atendió por más de un año, hasta que los terrores nocturnos desaparecieron, como así también los fenómenos incomprensibles en el hogar. Pero la siquis de las tres mujeres quedaron marcadas para siempre por la extraña experiencia.
A la par de esta familia, la otra, la de Euge y Susana, tampoco la pasó bien. Los fenómenos se agudizaron aún más en aquel lugar, el sitio donde se materializó la improvisada sesión de espiritismo.
En esta casa, el carácter del padre de las chicas cambió bruscamente: la violencia fue el marco cotidiano para que la vida de cada una de ellas, incluida su madre y el hermano menor, Jorge, se volviera un infierno de golpes, insultos y restricciones sin sentido. Parecía emanar de aquel padre de familia, antes reservado pero amoroso, una furia inusitada, confusa, turbia y descarnada. Inclusive, la agresión física y verbal hacia su esposa no tuvo límites, al punto de, además de golpes crueles y jalamiento de sus cabellos cuando la arrastraba por el piso, en una oportunidad rociarla con gasoil, junto a toda la ropa de la familia, que había acumulado en el fondo de la vivienda en un incontenible ataque de furia. Solo lo detuvieron sus hijos, interponiéndose entre él y su madre, amenazándolo con llamar a la policía, justo un momento antes de que usara el encendedor que blandía con la llama alta, amenazante en su mano.
Otros episodios de saña surgieron en este hombre hacia su esposa e hijas, ya como parte de cada día, agudizando el dolor que cada una de ellas sentía ante ese ser que ahora desconocían y padecían.
Y llegó con la desgracia el bajo rendimiento escolar de Susana (repitió ese año), un serio problema de infección en la dentadura de Viki, Euge comenzó con ataques de pánico, Jorge recibió una brutal paliza de su demente progenitor, al igual que se madre y la economía del hogar sucumbía ante la atónita mirada de toda la familia. Las niñas nunca contaron a sus padres lo que sucedió con la Ouija, inclusive nunca supieron los adultos que en su casa tuvo lugar el peligroso juego. Pero las inseparables amiguitas, Ivana y Susana, supieron que el desmoronamiento familiar tenía que ver con lo sucedido aquella tarde, cuando empezaba a caer la noche y una energía maligna se apoderó del destino de una familia de bien.
Pero aún así, en medio del clima caótico del grupo familiar, amenazado diariamente por la ira del padre, la vida continuó para estas personas. Crecieron, se hicieron adultos los niños y envejecieron los padres. Pero la suerte, la mala suerte, estaba decidida.



#1606 en Paranormal

En el texto hay: niños, espiritu

Editado: 21.03.2021

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