Si no te tengo

Capítulo 4

El sol comenzaba a salir poco a poco y aún no había podido pegar el ojo, Sam vomito toda la noche después de querer correrle a Marco una carrera hasta la habitación, y aunque la gano termino yéndose por el baño a los cinco minutos; creí que él la ayudaría o la vigilaría para que no se ahogara pero termino durmiendo en el suelo, dejándome en claro que debía encargarme de este problema.

¿Cómo es posible el rotundo cambio que ella toma cuando esta con él? No logro entenderlo, ¿Por qué intentar ser igual cuando puedes ser tu misma?

Mira quien habla, la que cambio todo de sí para poder gustarle a alguien.

Mi cabeza tambaleaba de atrás hacia adelante, haciendo un mínimo esfuerzo para no dormirme, tenía entrevistas de trabajo hoy y no podía aparecer con estas ojeras, necesitaría kilos y kilos de maquillaje; cuando estaba a punto de caer rendida, escuche su celular.

— ¡Es mío!— Sam se levantó del sofá rápidamente en busca de su móvil. No pude evitar ver como básicamente su ropa estaba bañada de vomito— ¡Hola papi!... lo sé, ¿enserio?— se podía escuchar como su voz tomaba más animo en cada palabra— bien, nos vemos... yo también te quiero.

— ¡Sam!— grito Marco desde el suelo— ¿Podrías por favor dejar de gritar?— cuestiono en un tono amargo y seco. Al parecer, es más romántico estando ebrio.

—Tenemos noticias Ness...— Sam hablo con exaltación, sin elevar mucho la voz— papá se ira de viaje por tres días, asique puedes quedarte conmigo.

Al escuchar aquello salte con emoción de mi rincón, tenía tres días para intentar arreglar mi vida, para intentar que las cosas vuelvan a su lugar. Sabía que sería poner nuestra vida en riesgo yendo a su casa, su padre no estará pero los guardias si, y aunque todos son jóvenes que cuidan la mansión, debemos ser precavidos con su mano derecha, el que cuida la entrada. Entrar a su casa es una maniobra muy fácil pero difícil a la hora de respirar.

—Tengo algo que hacer— le avise saliendo por la puerta. Escuche un "Aquí te espero" de su parte.

Camine unas cinco calles más, subí las escaleras y frene en la puerta con ese candado oxidado. Había hecho una promesa el día anterior, vendría a verlos cada vez que tuviera tiempo, incluso cuando los días estén malos, cuando teman a las tormentas y los rayos no los dejen dormir. Ray abrió la puerta y me recibió con un pequeño abrazo, como si nos conociéramos de hace años y no podíamos vernos por la distancia; June se encontraba dibujando en el suelo, con algunos lápices sin punta y otros partidos, la niña que había visto llorando por el hambre tendida en el sofá había desaparecido y me sentía feliz por saber que fue gracias a mí, que por primera vez podía sentirme bien haciendo lo que en verdad quería. Por desgracia, ambos niños aún seguían solos y termia darles la noticia de que me iría por tres días. Lo tomaron bien, pero pude ver el miedo en sus ojos, como el verde comenzaba a opacarse poco a poco, como si los hubiera decepcionados.

—Mi promesa está en pie— dije acariciándole una mejilla a June— jamás las rompo.

Y si, era cierto. Siempre cumplo con mis promesas, aun cuando no estoy bien. Desde pequeña siempre me engañaban, decían cosas que jamás cumplían, pero papá me decía que, las palabras quedan talladas por siempre y que las promesas pueden llegar a volar tan alto que son capaces de perderse. Es por eso que se lo feo que se siente estar decepcionado, incluso por lo más mínimo.

—Te esperaremos— Ray me dio un cálido abrazo, uno que por primera vez en mucho tiempo, me hizo sentir segura.

Eran niños llenos de esperanzas, unas que esperan con ansias que alguien las vea, que pueda entenderlos, que sepa lo emocionante que sería cumplir cada uno de esos sueños y reparar los desastres que la gente ha dejado en ellos.

¿??

—Muy bien señorita Pierce, está contratada— dijo el encargado.

Había asistido a tres entrevistas de trabajo en el día, en las otras dos me rechazaron, pero por suerte pude conseguir este. ¿Quién me vería de mesera en una cafetería? Suena raro y con este uniforme me siento tan perdida. Mis piernas se dejan ver mucho y eso me recuerda al imbécil de Nolan diciendo que mis muslos eran muy anchos, jamás había tenido tantas inseguridades juntas, pero él pudo provocarlas y lo peor es que aún siguen aquí.

Era mi primer día de trabajo y los nervios me estaban consumiendo lentamente, estaba en prueba, lo que significaba que un error y estoy fuera del equipo Jobs. Si, así se hace llamar el equipo de trabajo, ¿Por qué no uno mejor? ¿Por qué no simplemente buscar algo tan sencillo como empleados? ¿O dejarlo como en verdad deben llamarnos?

El estrés de ir una mesa a otra me estaba matando, la gente entraba y salía a cada rato, y yo estaba encargada de limpiar las mesas y llevar la mierda que sea que pidan. La otra muchacha se veía tan tranquila, con tanta emoción de trabajar, pero incluso los tacos que llevaba puesto me estaban asfixiando, se supone que era la entrevista y mi mejor idea fue ir de tacones.

Excelente Nessa, eres una imbécil con todas las letras.

Mis pies se hinchaban cada vez más, uno de los chicos de la mesa seis me pidió el número, quería golpearlo pero eso implicaría el único strike que tengo, y no voy a desperdiciarlo en un rubio que quiere llamar la atención de los que están en la mesa.




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