Si no te tengo

Capítulo 5

Cuando iba a pescar con papá, me volvía loca por atrapar un pescado, pero él siempre decía lo importante que es tener paciencia ante algunos asuntos, incluso en los más inútiles, porque es ahí cuando te das cuenta como están hechos esos problemas. Lo que significaba que, si no podía agarrar ninguno, podía volver otro día por él, pero ¿Qué sucede cuando sigues sin poder agarrar un pescado? Es cuando te das cuenta que hay una falla. ¿Pero qué es lo que sucede cuando tú eres la falla? Y peor aún, ¿Cómo diablos lo solucionarías si no sabes en lo que estas fallando?

El reloj marcaba las dos de la mañana y yo seguía dando vueltas en la cama de Sam, pensando en estupideces, como siempre. Mi subconsciente me mantiene despierta, incluso en las noches en las que pondría un revolver en mi cabeza para poder descansar. Mi ansiedad apareció tan repentinamente como es de costumbre, mis manos no querían parar de temblar y mi corazón quería dejar de prestar atención a todos esos pensamientos.

Recogí mis cosas y salí por la ventana, yendo por la única solución que tenía a mi alcance para detener el dolor, para detener mi mundo. Con cautela, salte por los árboles, por suerte, los guardias estaban todos en frente, lo que me dio oportunidad para escapar por el muro. Era fácil escaparse de esta enorme casa, pero entrar, eso jamás; no podía volver a escalar del otro lado, no había nada que pudiera acercarme a la cima del muro, ni siquiera un árbol.

Camine apartándome de la mansión, intentando llegar a paso rápido al lugar en donde solía ir con papá, mamá lo regañaba por llevarme a esos lugares, decía que eran oscuros y que cerca de ellos siempre habían problemas, sin mencionar las veces que ella asistió, vio un niño drogándose sobre una de las mesas y no le gusto para nada.

¿??

Antes de entrar por la puerta intente calmar mis nerviosos, comencé a inhalar y exhalar, una y otra vez, parando en repentinas ocasiones. Hace años que no veo a los hermanos Denson, aún me pregunto si los veré por estos lugares. Éramos tan sólo unos niños que se divertían corriendo entre las mesas del bar, molestando a los ebrios y ayudando a algunos a ganar dinero a la hora del póker. Su padre, el dueño del bar, era muy amigo de papá, habían asistido juntos al bachillerato y, juntos contaban anécdotas de sus noches con las chicas, sin decírselas a mamá, claro.

Con la fuerza y la poca esperanza que tenia de que los recuerdos arruinen lo poco que queda de la noche, cruce la puerta. No había cambiado tanto al pasar de los años, no es como los bares de ahora tampoco, es oscuro, un lugar en donde puedes embriagarte pensando en lo desastrosa que está siendo tu vida bajo aquella pequeña luz amarilla, la barra seguía igual, con todos esos ebrios dejándose caer sobre ella y detrás de ella estaba él, ese hombre con tantas historias, que estuvo junto a papá hasta en su último aliento.

Me acerque al señor Denson, en cada paso recordaba una historia diferente y llegar a la barra se me hacía interminable. Cuando nuestras miradas cruzaron pude ver la tristeza a través de sus ojos, intentando no perder el control ante la niña de su viejo amigo.

— ¿Nessa?— susurro. Esperando que su cabeza no se esté imaginando tan escena.

—La misma— respondí, regalándole la mejor sonrisa que podía darle.

Salió por la puerta trasera sin decir una palabra, asique sin pensarlo dos veces tome asiento en la barra, en el mismo lugar que él lo hacía. Pasaron cinco minutos y mis dudas de que le haya dado un infarto por la acumulación de emociones que tenía encima no desaparecían. ¿Cómo le explicas a la policía que todo fue un simple error? Qué fue mi culpa que su corazón se detuviera.

Mis pensamientos viajaron por toda la sala y desde la misma puerta entro el rubio al que tanto llame mejor amigo, ese que después de la muerte de papá aleje de mi vida, por los sentimientos que se estaban causando entre ambos. De pequeños habíamos jurado casarnos a los 25 si no encontrábamos a lo que buscábamos en ese momento, la pareja ideal. Por desgracia, nosotros tampoco éramos eso, ni siquiera estando juntos.

—Vaya duraznito, — dijo en un tono dulce— jamás creí que te volvería a ver después de la última vez.

—No creí que sacarías ese tema, rubio— solté en un mismo tono.

Mi primer beso fue con ese muchacho, todo iba bien, nadie había tocado el tema hasta esa noche que jugamos verdad o reto y supieron que en verdad me gustaba su hermano. Max se lo tomo bien, él tampoco quería nada conmigo, simplemente quería dar su primer beso. A las semanas de enterarse que me gustaba su gemelo, comenzó a salir con una rubia, muy bonita en verdad, pero no volvimos a hablar por un largo tiempo. No estuvo para el funeral de papá, ambos estaban fuera de la cuidad por la universidad.

— ¿Cómo no podría?— añadió— ¿Puedes responderme algo?

—Lo hare, solo pregunta— dije en un tono dulce, no sabía a donde llegaría esta conversación.

— ¿Aun te atrae mi hermano?— cuestiono en un tono suave, dejando caer sus brazos en la barra.

—No— respondí. Era cierto, hace un par de años que no los he visto y ahora que veo a Max note un gran cambio, tanto físico como de personalidad. Se ha vuelto un completo idiota.

De la puerta trasera entra el otro gemelo, este ya no estaba rubio, tenía el cabello negro. Su sonrisa resplandecía el lugar, una felicidad que no había visto antes. Lo que significaba que algo estaba mal. Muy mal.




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