Me levanté muy temprano, debía estar para la consulta a las 7 de la mañana, esto ya era tedioso para mí, la costumbre me llevaba a un punto monótono por así decirlo.
Salí mucho antes de la hora, con mi madre por lo que deje a las chicas aún dormidas en mi habitación. Para mí regreso ya no estarían, así que les deje una nota agradeciendo su compañía la noche anterior. Amaba a mis amigas pero la verdad prefería estar sola.
El clima de la ciudad era frío, por lo que a estas horas de la mañana todo estaba nublado y aún un poco oscuro, así no podría centrarme en un punto en la ventana, así que de viaje a la clínica opte por mis audífonos y me recosté un poco.
Cuando mi madre anuncia la llegada, bajé e hice mi recorrido directo al consultorio del doctor Spencer, era un camino que me sabía de memoria desde los 10años, en el que se me fue diagnosticada la RP, tanto así que ya podría decir que el Querido doctor era más que eso, era como un padre para mí, y le tenia una confianza inmensa. Nada que ver con mi padre biológico que lo único que hizo por mi fue darme el color de sus ojos y está enfermedad hereditaria por parte de su familia. Gracias por nada Papito.
Al entrar a la clínica saludé a todos y me fui directo a la consulta, al ser tan temprano sería la primera así que llegue directo a la puerta y la toque.
— Adelante — se escucho la ronca voz del doctor.
— Buenos días — entramos con una enorme sonrisa, o por lo menos yo.
— Pero si es la pequeña Camila — dijo poniéndose de pie para recibirnos con un abrazo.
— Ya no soy tan pequeña — trataba de ser escuchada, por el enorme abrazo que me dio, me había quedado sin aire.
— Yo aún la veo así, pero insiste en que no la llamé niña — dice mi madre con una enorme sonrisa.
— Voy a cumplir 20 años si lo olvidan — les sonreí sentándome en la silla habitual frente a su escritorio, el solo negó con su cabeza y una enorme sonrisa en su cara. Amaba a ese hombre.
— Bueno a lo que vamos — Saco unos lápices, su libreta e instrumentos — Como te has sentido desde la última consulta.
— Uuff como siempre — suelto una gran suspiró y cierro un poco mis ojos para calmar un poco mi ardor
— Sé específica cariño, hay que tratar de ser claros para ver si funciona un nuevo tratamiento.
— Bueno, dolor de cabeza es un dolor punzante, me arden los ojos, no tolero mucho la luz tan brillante y aveces me mareo un poco.
— Para ti debería ser más incómodo la poca luz, porque así fuerzas más tú campo visual. Vamos a revisarte un poco y te cuento de unas inyecciones para contrarrestar la enfermedad y que tus incomodidades cedan.
Fue una consulta como cualquiera. Revisión a fondo de mi retina y más. Nos informo acerca de unas inyecciones que estaban siendo probadas en un nuevo tratamiento, que iba a hacer el informe y el pedido para comenzarlo lo antes posible. Eso hizo feliz a mi madre, pero para mí era un tratamiento más, que al final no terminaba ayudando.
Salí como siempre de mi consulta cada vez que se trataba de mi enfermedad, desanimada, con los ánimos por el suelo, nunca he guardado una esperanza y no pienso empezar ahora.
Iba con la cabeza gacha, mi madre platicaba emocionada por un nuevo tratamiento, por lo que al no prestar la suficiente atención a mi camino, tropecé con algo y me fui directo al suelo, caí encima de alguien, muy cerca de ese alguien, demasiado a decir verdad y no lo podía apreciar, lo único de lo que pude darme cuenta es que era un chico.
— Oh cariño ¿Estás bien? — se acercó mi madre y me ayudó a levantarme tomándome de un brazo
— Disculpame, no te he visto, iba muy distraído — ahora lo tenía más lejos lo podía detallar un poco mejor.
Era un chico muy atractivo, alto, cabello castaño, apenas podía apreciar sus ojos, pero podía ver qué eran como azules oscuro, muy oscuro, o eran negros, no lo tenía claro, llevaba una camisa de punto azul, jeans negros y zapatos del mismo color. Solo podía decir WoW.
— Hey — sacudió su mano frente a mi cara — ¿Estás bien?
— Eeemmm si, sii — trato de colocar un mechón de mi rebelde cabello tras mi oreja — Fui yo quien no te vio, disculpame.
— Si joven mi hija tiene….
— Miopía — calle a mi madre antes de que hablara demás — olvide mis lentes en el auto, por eso no te vi me disculpo.
— Tranquila, es culpa de ambos Entonces — dice empezando a caminar — un gusto soy Mason, tu… — hizo una pausa para que le dijera mi nombre.
— Un gusto, debo irme — obvie mi nombre y tome el brazo de mi madre para irme — Adiós — me despedí y continúe mi camino a la salida.
— Eso fue muy grosero Camila — espeta mi madre cuando ya estamos fuera — Y ¿Por qué no dejaste que hablara?
— No ando ventilando mi enfermedad por doquier mamá — abro la puerta del auto en cuando le quita el seguro — Y menos a desconocidos — termino de subir y cierro la puerta.
Lo último que esperaba al llegar a mi casa era encontrar que mis amigas aún estaban ahí, en la sala viendo TV todas tendidas en el sillón, era algo muy cómico de ver.
— ¿Y ustedes qué hacen todavía aquí? — solté parandome a un lado del sillón.
— Camila no seas mal educada — suelta mi madre entrando a la cocina, con un par de cosas que compramos de camino.
— Nos quedamos a esperarte porque te tenemos una propuesta.
Conocía a mis amigas, esto no me iba a gustar.
— Laila te había mencionado una fiesta — comenzó Esmeralda y de una vez comencé a negar con mi cabeza.
— No no no y no — comienzo mi ataque negativo — Ya le había dicho a Laila que no Esme
— Pero Ami... — ese era el mote que usaba Abigail para referirse a mi — Es una fiesta temática, es algo más tranquilo. Algo parecido a un baile.
— Menos — trato de peinar mi rebelde cabello — Chicas ya he sido franca con ustedes muchas veces, no me gustan las fiestas.
— En realidad no te gusta nada, siempre rechazas todo lo que te proponemos Camila — Laila se pone de pie y coloca sus manos en la cintura.
Editado: 29.12.2020