Si no veo tus ojos

CAPÍTULO 18

No sé cuánto tiempo estuve inmóvil, ida en mis pensamientos, la tristeza comenzó a hacer de las suyas.

Pero cuando traté de volver en si, y traté de mover una de mis extremidades algo me lo impedía, termine de reaccionar y estaba presa en los brazos de Daniel.

Su voz me sacó del ensimismamiento en el que estaba — No sabes cuánto te extrañé — esas palabras me causaron repulsión.

— ¡SUELTAME! — Trataba de empujarlo pero no me soltaba — ¡DANIEL! — al final no le había quedado de otra.

— Por favor Camila debes perdonarme — Pidió, aunque parecía más bien una exigencia.

— ¿Debo? — pregunté indignada — ¿Debo? — volví a repetir la pregunta pero ya muy molesta.

— Camila por favor — Intentó acercarse a mi pero retrocedí aún más.

— No pidas, ni supliques que pareces perrito, no despues de que jodiste todo, ¡LO HAS JODIDO TODO! — Le grité llena de rabia.

— Camila no estuvo en mis manos — dijo.

— ¿Ah no? ¿Entonces en las de quién? — pregunté expectante a la estúpidez de su respuesta — Fuiste tú el que se fue, fuiste tú el que me dejó, y fuiste TÚ quien ha mandado éste amor a la… — frené para no terminar muchísimo más molesta de lo que estaba ya.

— Yo... — nunca había sido bueno con las palabras y no esperaba menos de él en ése momento.

— La traición es amarga para el traicionado — lo miré a los ojos para que le quedara claro lo último que le diría — Pero resulta aún más amarga para el que traiciona ¿No es así?

— Yo no te he traicionado — fue lo único que pudo argumentar.

— Se considera tal traición tanto como un engaño, como dejar un amor a la deriva, sin una despedida y sin darle un cierre digno.

— Solo debes escucharme — pidió

Pero yo ya no tenía nada más que decir, tomé mi tristeza, y el último adiós que me había dado la persona que empezaba a amar y di media vuelta para volver a entrar a casa.

— ¡YO AUN TE AMO! — Gritó, lo escuché correr hacia a mi, y tomó una de mis manos.

— Ahora yo amo a alguien más — dije tan bajito como la fuerza que me quedaba por el recuerdo de Mason me lo permitió, y hale mi brazo para que me soltara.

No supe ni como entré a la casa, solo sabía y sentía que mi corazón se me iba a salir del pecho.

Había hecho todo mal, había cometido muchos errores y los estaba pagando con creces.

No sólo Daniel había jodido nuestra relación. Ahora era yo quien había dañado una que nisiquiera había empezado, le había roto el corazón, y estaba segura que ya me odiaba por haberle mentido.

En esos meses había cambiado mi miedo al rechazo, por un miedo a perderlo. Y había caído profundo en ese hueco de sufrimiento del que solo él podría sacarme.

No quería volver a sentirme como me sentía antes, pérdida. Pero ahora era mi culpa, por tonta, por estúpida, creyendo que callando hacia menos daño.

Pero la verdad es que estaba abriendo la herida lentamente para de repente solo echarle sal y limón.

Le dolió tanto a él, como a mí. Aunque creo que a mí comenzó a matarme.

Estaba sentada de rodillas tras la puerta, llorando como creía nunca la había hecho por nadie.

Mi madre creo que me escuchó cuando se me escapó un sollozo, porque la vi salir de la cocina con cara de preocupación.

— Oh Camila ¿Que ha pasado? — preguntó mi madre ya cuando estaba arrodillada frente a mi.

— Me odia mamá, me odia — articulé sin dejar de llorar.

— Oh cariño no digas eso, seguro solo está molesto. Ven aquí — poco a poco y como pudo me ayudó a pararme porque mis pies no respondían.

— No mamá yo tengo que ir tras él, debo buscarlo — me paré desesperada caminando de un lado a otro sin tener ninguna precaución.

— Camila ten cuidado no andes así — decía mi madre pero apenas y podía oírla.

— No mamá yo… — no terminé porque había tropezado con algo y me había ido derechito al suelo.

No supe con que había tropezado solo sabía que había caído al piso y con la ayuda de mi madre logré levantarme.

— Debes calmarte, mira lo que sucede estando dentro de la casa — me reprochó mi madre.

— Ha sido su culpa, por él Mason se ha enterado, no he podido decírselo yo mamá, por favor déjame salir, debo ir a buscarlo — decía todo tan rápido que la cara de confusión de mi madre se hizo presente rápidamente.

— ¿Por culpa de quién? ¿Quién es él? — preguntaba mi madre toda confundida — No vas a ir a ningún lado en ese grado de desespero Camila.

— Daniel mamá, es él quien se lo ha dicho. Ha aparecido de repente y le ha dicho toda la verdad a Mason, y él se ha ido odiandome — no pude evitar decirle eso último a mi madre llorando.

Estaba temblando y no sabía el porque, de mis ojos salían lágrimas sin ningun esfuerzo, solo sentía un desespero por querer ir a explicarle a Mason todo aún sabiendo que no querría escucharme.

— ¿Y por que ese muchacho le ha dicho todo? — la duda invadió el rostro de mi madre.

— Ha llegado se repente y ha comenzado a golpearlo, y cuando todo se ha calmado le ha dicho que padecía de retinosis y que no se lo había dicho porque no era importante para mí — agaché la cabeza con pena de todo lo sucedido.

No sabía qué hacer, había dejado de moverme de un lado a otro, pero después estuve quieta sin poder moverme, mis ojos empezaron a arder y mi cabeza a punzarme.

— Ayudame mamá — mi labio inferior empezó a temblar.

Si no hablaba con Mason no iba a poder estar tranquila.  No podía creer que justo cuando había decidido decírselo pasaba eso.

Mi madre solo me abrazó y terminé de derrumbarme en sus brazos, me sentía extraña, un poco débil. Todo se lo adjuntaba al comienzo del nuevo tratamiento que como dijo el doctor me iba a mantener inestable en mis síntomas.

°°°°

 


Le había pedido a mi madre me llevara con el doctor Spencer, tal vez el sabía algo sobre Mason, y así yo podía estar más tranquila.

Me dió un par de medicamentos y un té, pidiendo que me callara para poder llevarme.




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