Vencer uno de mis miedos más grandes, fue todo un reto. No sólo era enfrentarme a los jueces y a esa multitud que no dejaría de seguir cada uno de mis pasos y movimientos, era tener el valor para saber qué podía con ellos y más, entender que mis rivales eran buenos, pero que yo también lo era, era sobre todo poder moverme en el escenario con lo reducida que estaba mi vista, y no conforme con eso, hacer contacto visual tanto con los jueces, como con mi guitarra, que por más que la conociera a la perfección debía verla un par de veces para asegurarme de estar haciendo lo correcto.
Había olvidado por completo y pasado a último plano el hecho de que Mason había desaparecido por unos días, estaba feliz con tenerlo ahí conmigo, abrazándome, felicitándome, pudiendo tocarlo y sentirlo conmigo.
Por eso cuando se despidió de mí y que nos veríamos luego no le tome demasiada importancia, pero al día siguiente volví a lo mismo, sin tener noticias de él, llamándolo y que mis llamadas fueran enviadas al buzón.
Iba a volverme loca, necesitaba saber que era lo que estaba pasando por esa cabecita y ese corazón que lo sentía más mío que de él.
Agradecía que Marcus por todas las cosas que estaban pasando en su vida en ese momento no estuviera mucho por casa, porque sabía muy bien que notaría algún cambio en mi ánimo.
Quería salir, ver dónde estaba, hablar con su padre, o con quien sea, pero no pretendía quedarme de brazos cruzado viendo como la persona que yo quería se iba a alejando de mi vida poco a poco, y con algo atorado que aún no salía de su ser.
Pero todo se saldría de mis planes al ver a Marcus llegar tan repentinamente con una cara que nunca le había visto en mi vida.
Había llegado el día en que me daría un golpe de frente con la brecha en mi corazón que había olvidado, esa que estaba oculta, que dolía pero que ignore mandándola al fondo. El destino tenía planeado para mí una verdad que me daría una bofetada. No sé si era para entrar en razón de que no podía vivir en paz o esa que me decía…
¡Date cuenta rápido, para que más rápido la sanes!
Pero intentar sanarla me dejaría débil, y eso ni el destino ni mi cabeza lo sabían, porque cuando llegó un golpe más, estaba más débil y distraída que nunca.
La cara que tenía Marcus me puso alerta, no era normal verlo así, por lo que me puse de pie como un resorte al verlo entrar.
—¿Que sucede? —Sus ojos se posaron en mi y me vio aún más sorprendido.
—Camila yo… —no podía ni hablar —¿Donde está mamá?
Su evasiva me puso más alerta, siempre había hablado conmigo sin ningún problema y mucho menos ne había evitado. Mi madre no estaba, fue al supermercado por unas cosas y me dijo que no tardaría por eso yo no me dispuse a salir esperando a que regresara, en parte eso me detuvo.
—No está Marcus, fue al súper, ¿Que pasa?
—Necesito hablar con mamá —insistió
—Ya me preocupaste, y me vas a decir lo que pasa en este mismo instante —sentencie
—Yo no creo… no creo poder —eso me asustó muchísimo más.
—Pero Marcus… ¿Que puede ser tan grave?
—Papá.
En cuánto esa palabra de cuatro letras salió de su boca, esa que mis labios se habían obligado a no volver a decir desde que se marchó, quedé de piedra, inmóvil, sin saber siquiera que contestarle o preguntarle.
—¿Qué… que con él? —tomé el valor de preguntar.
—Murió.
Mis ojos casi se salen de sus órbitas, mi corazón se saltó un latido y sentía que iba a explotar, sentí un nudo extraño en la garganta e inconsciente o no, mi mandíbula comenzó a temblar.
¿Cómo?
No entendía nada.
Las personas morían a diario, pero cada uno de los casos tenían una razón, y la mayoría de ellas era enfermedades o asesinatos. La idea de que fuera la última me ponía los nervios de punta, porque yo nunca supe que él estuviera enfermo además de la enfermedad que compartíamos, pero esa no era mortal, por lo que mi mente comenzó a procesar miles de opciones.
Pero como siempre, nada de lo que podía creer que pasó fue así.
—¿Cómo?
Fue lo único que pude articularle a mi hermano que aún seguía hasta más ido que yo.
—Se… se… —apenas pude percibir cuando mi hermano trago duro.
—¿Se queeee? Marcus —me exaspere.
—Suicidó.
Justo ahí, justo ahí mi mundo se vino abajo, esa brecha que yo había olvidado y que no me había preocupado en sanar termino por abrirse más, y mi corazón comenzó a cada tanto saltar los latidos de lo ya dañado que había quedado, las heridas sanadas de un golpe comenzaron a escocer sin yo poder evitarlo.
Parecía un chiste de mal gusto, justo cuando alguien me había sanado, cuando mi corazón por más preocupado que estaba, se encontraba mucho mejor que antes, pero olvide una herida, y el destino, la realidad o lo que sea me había dado una cachetada.
—No, no, no, no, no —comencé a jalarme los cabellos con desespero —Eso no puede ser —Caminaba de un lado a otro
—Camila —mi hermano intento tocarme.
—¡NO! —grité —Y una mierda, eso no puede ser cierto, ¡NO! —estaba temblando.
Entonces cuando menos lo pensé la puerta de abrió, mi madre estaba en la entrada viendo la escena frente a ella muy sorprendida, y justo detrás de ella estaba él.
¿Que hace aquí? Me pregunté frunciendo el ceño confundida pero no le di la importancia que en realidad en ese momento no tenía.
—¿Qué pasa?
—Mamá —dijimos Marcus y yo al unísono.
Marcus tenía la vista pérdida, y yo ya no pude controlar las lágrimas y mis mejillas se humedecieron, lo que puso a mi madre un poco más alerta.
—¿Alguien me va a decir que es lo que pasa?
—Papá —fue lo único que dijo Marcus, justo como lo había hecho conmigo.
—Dime que no, dime qué no Marcus Lewis —repitió mi madre un poco desesperada.
Me confundí como nunca, pero de inmediato todo tuvo sentido. Ella lo sabía, los dos estaban al tanto de lo que pasaba, siempre supieron de él, y suponía que para mi madre sacar tal conclusión significaba que sabían más de lo que yo creí en ese momento.
Editado: 29.12.2020