Podía estar tranquila, en paz y empezando a aceptar la situación en la que me encontraba, pero no me estaba dando cuenta que de alguna forma igualmente me estaba afectando.
Mi enfermedad no me presentó ningún problema, mi ojo cada día lo sentía mejor y por eso nunca me preocupe por nada que pudiera pasar con él o conmigo en general.
Tenía una semana para la próxima presentación en el concurso porque los demás participantes debían enfrentarse antes para determinar quién sería el que competiría a mi lado y se decidiera un ganador definitivo de esa beca que tanto ansiabamos todos.
Esa presentación sería en tres días, tenía la opción de asistir pero preferí no hacerlo, mi contrincante sería una sorpresa para mi.
El hecho de que Carlos haya quedado entre ellos me hacía muy feliz, era un chico muy bueno, y talentoso, fue el único que me dió su apoyo, deseaba lo mejor para él. Le enviaba muchísima suerte desde donde estaba, sería un honor que ganara, aunque tuviera que competir contra él.
Siempre Camila pensaba en los demás más que en ella dirán, pero mi forma de ser cambio a ser de esa manera cuando la atención y el apoyo siempre había estado en mi y yo trataba siempre de retribuirlo.
La canción de Mason como había decidido llamar a, A reason to move on, estaba cada día mejor, me salía más natural, sentía un poco más de sentiemiento aportado y mi guitarra sonaba como si lo extrañará más que yo.
Con todo lo sucedido pospuse la consulta con mi doctor porque me sentía muy bien, mejor que nunca y mi tratamiento era mensual por lo tanto no necesitaba ir.
Pero a tan solo yo cancelar, mis ojos comenzaron a molestar, a arder, y mi cabeza estaba igual. No entendía la razón y lo dejé pasar concentrandome en mis canciones y deberes, en lo cuáles por rebeldía había empezado a escribir en lugar de grabar, no sé si fue la razón o había algo más oculto en todo eso.
Saber que de alguna forma yo esperé que Mason rechazara mi decisión me hacía pensarme como una persona ingenua, si algo era él, es ser una persona decidida, y más que eso una persona que respetaba lo que sentías o pedías. Creer que actuaría como lo hizo anteriormente, donde le pedí que se alejara y solo decidió enamorarme, y demostrarme que estaba equivocada, fue una tontería, porque por muy esperanzada que haya quedado en el fondo, yo sabía perfectamente que era lo correcto, y eso fue lo que el hizo, respetar mi decisión y hacer lo debido.
Mi madre no estuvo de acuerdo con lo que hice, pero solo debía aceptar lo que yo decidiera, y es por eso que decidió apoyarme, no sin antes darme algunos consejos que atesoré muy dentro, agradecida y prometiendo que cumpliría alguno de ellos.
Marcus ni se diga, me dijo que a pesar de que él no le cayera bien, y admitir que simplemente era porque no quería que tuviera pareja que pudiera romperme el corazón, y que si fuera por el fuera sido monja, algo absurdo pero muy gracioso, Mason era un buen chico, con una visión de lo que quería y que se notaba que me quería en su vida, y el que yo lo sacara así no lo vio correcto pero aceptaba que en parte tenía razón.
Cada vez que acariciaba a Ada mi corazón se estrujaba, lo extrañaba demasiado y eso estaba repercutiendo en mi, aunque en su momento yo no pudiera notarlo, ¿Pero quién podría hacerlo?
Pasaban los días uno a uno tan lentos como mi sentir, como la miel que queda al fondo del tarro y tarda en llegar a la punta, y tan lentos como seguro mi corazón tardaría en sanar.
Me frustraba ver qué todo volvía a ser como antes, mi madre tratando de no dejarme sola, a Marcus solo lo veía ir y venir de prácticas, tuve que un par de veces horillarlo a salir con Abi para que se distrajera y dejara de dar lata en la casa y de ser una sombra, de esas que no me querían dejar sola por miedo. Hasta las chicas estaban más metidas en casa que antes.
Me querían volver loca, luche muchísimo para sacar de mi cabeza la idea de alejarlos para que vivieran sus vidas, como para que fueran a abrirme la cabeza y lanzarme un libro lleno de recuerdos y nuevas idea para tratar de que fueran felices y cortaran el cordón umbilical que creían tener amarrado a mi ombligo.
Toda una odisea con mis amigas y hermano, ya con mi madre no podía hacer nada, era así por naturaleza, no era solo el hecho de querer proteger a su hija enferma.
Pasaron los dias, y pasó la presentación de mis compañeros de competencia, solo me quedaban al rededor de tres días para que todo terminara y pudiera saber si ganaría la beca y todo mi esfuerzo y de él había dejado frutos.
Aveces no me sentía ni capáz de decir su nombre, cada que lo pensaba o decía solo me provocaba salir corriendo y buscarlo.
Pase la noche con su recuerdo, cosa que me estresaba, no poder sacarmelo de la cabeza era realmente frustrante, con Ada a un lado era difícil, y mucho más cuando la única luz que alumbraba mi habitación era la que salía de aquel portarretratos que me había regalado, más cuando estaba de lado sin poder dejar de verla.
Al día siguiente fue mi peor pesadilla, esa que desde los diez años me atormentaba, me perseguía y no me dejaba en paz.
—¡MAMÁAAAAAAAAAAA! —No pude evitar gritar.
Creía que era un sueño, que no podía ser real, por más que frotaba mis ojos, y los cerraba tratando de enfocarme, era la realidad, una maldita realidad que me dio una bofetada cuando solo trataba de incluirme a la vida y ser normal.
—¿Que pasa? ¿Que pasa? —solo pude oír un par de pasos que me indicaba que no solo mi madre había entrado a la habitación, más su agitada respiración y tinte de preocupación.
—No otra vez mamá, no por favor —fue lo único que pude decir y doble mis rodillas abrazandolas para empezar a mecerme.
—Hey, hey, no esa no eres tú —la voz de mi hermano la oía muy cerca y cuando posó la mano en mi hombro supe y confirme su ubicación.
—Camila hija habla.
—¿No puedes deducirlo mamá? —pregunté irónica —Es mi fin, hasta aquí llegó la Camila fuerte que se construyó estos meses.
Editado: 29.12.2020