Si supieras...

Juicio o juego

No podía creerlo. Nunca me había imaginado semejante momento. El mundo ante mí parecía desprenderse de una tela que se convertia en enormes pedazos de cristal que caían unos a otros sobre nosotros y transformaba nuestra realidad en una habitación totalmente blanca y silenciosa, o al menos eso sentía al igual que el frío que comenzaba a sudar mis manos al verme descubierto por primera vez en mi vida.

Estaba hecho trizas, de eso no había duda, y lo más insólito es que una chica desconocida, había sido la única testigo de mi más grande secreto, además de mi costumbre de hablar con Adam, con quién algunas veces llegué a hablar a través de la mente, o telepatía como solían llamar dicha habilidad en las películas. Pero como dos pares de idiotas, ambos la habíamos cagado y por eso me encontraba en una penosa situación, sin habla, sin fuerzas para moverme y sin la más mínima idea de cómo salvar mi pellejo.

— ¿Y bien, señor Nolan?

De pronto el llamarme de ese modo ya no sonaba intrigante, sino intimidante, como si hubiese estado frente a los más altos mandos del FBI. Pero no, estaba frente a una extraña chica que sonreía de manera amplia y maliciosa sin desfachatez alguna.

Ella cerró la puerta con sumo cuidado, ladeo su cabeza a un lado mientras reposaba un extremo de su teléfono en su labio inferior, mucho más carnoso que el superior. Ese gesto me permitió observar que no llevaba labial alguno, o al menos yo no podía notarlo, más lucía divertida y complacida, consiente de que me tenía en sus manos, y yo no podía hacer nada al respecto, pues mi miedo me impedía encontrar alguna salida. Pero de pronto pensé que no podía dejarme aplastar de ese modo.

La chica llamada Deva era solo eso, una don nadie que creía tenerme a su merced bajo su sonrisa pícara. A mí, su jefe, cuya experiencia laboral probablemente era más amplia que la de ella, al igual que mi capacidad para salirme con la mía, y por eso me sentía ridículo y no estaba dispuesto a seguir así. Por lo tanto decidí enfrentarla y no dejarme intimidar por mi asistente.

—Tú... —bulbuceé y aclaré mi garganta, además de que enderece mi postura para poder verme lo más alto posible. La diferencia de estatura era notoria y eso me hacía sentirme en ventaja—. ¿Que crees que haces? Te pedí que fotocopiaras unos documentos, no que indavieras la privacidad de tu jefe con tu teléfono celular.

Deva alzó de manera leve sus cejas gruesas y su sonrisa no desapareció, sino que emitió un tenue risa que por alguna razón casi me erizó la piel, porque me hizo comprender que mi forma de hablar —autoritaria y firme— le había importado un carajo, y se acercó mientras aún tenía el teléfono en su mano, y en la otro los documentos que le había entregado.

—Yo que tú, tendría cuidado con la manera en la que me hablas —dijo con un tono de voz que me pareció meloso y decidí ignorar tal tuteo, al igual que ella la severidad en mi mirada, dado que seguía sonriendo en mi cara—. Si habrías querido privacidad, debiste haber cerrado la puerta con seguro. Además tienes suerte de que solo yo te haya escuchado.

—Oh vaya, gracias por la preocupación, creeme que parece bastante... Comprensiva, pese a que no has respondido mi pregunta.

—Oh pero si no estaba invadiendo la privacidad de mi jefe... Porque no estabas haciendo nada poco, común. ¿Eso es lo que esperas que diga?

—Eso es lo que es. Ahora, dame eso —exigí de manera tranquila y me acerque para intentar arrebatarle el teléfono, más ella solo lo alejo de mí y siguió sonriendo, logrando fastidiarme—. Deva Ryans, será mejor que me entregues ese teléfono, o que al menos borres lo que grabaste.

— ¿Esa es una amenaza? Porque no estás en la condición de amenazarme.

—Lo estoy. Soy tu jefe y puedo despedirte en este mismo instante.

— ¿A mí? —cuestionó con descaro—. ¿Es que he hecho algo malo? Porque debes aclarar la razón de mi despido ante recursos humanos.

— ¿La razón? —Noté que mi tono de voz había sido un poco fuerte, pero no lo suficiente como para creer ser escuchado afuera de la oficina. Por eso suspiré, desvíe mi mirada y luego la regrese a Deva—. ¿Debería haber una razón por la que me hayas grabado y no quieras borrar tal evidencia?

—Ocio y curiosidad. Aunque son razones más coherentes que hablar solo, como un lunático revelando los sentimientos que sientes por tu colega.

— ¿Así que eso es todo? ¿Me chantajeas solo porque estás aburrida en tu primer día de trabajo?

— ¿Chantaje? Solo me cuido las espaldas de un posible despido luego de que logres convencerme de borrar el vídeo.

—No voy a despedirte, Deva —Trate de sonar lo más creíble posible mientras pensaba en una razón justa que aclarar en su despido. Por supuesto que las leyes no eran lo mío, pero estaba seguro que podía demandarla por extorsión o algo por el estilo, y aún así, eso significaría un problema mayor—. Solo quiero... Que tengamos una buena relación, y creo que comenzamos mal en nuestro primer día asumiendo nuestros cargos.

—Entonces... Si lo que dices es cierto...

Deva ladeo su cabeza, volteo y camino a una distancia considerable de mi posición. Condujo sus pasos por la oficina, como si estuviese transitando por algún museo poco interesante para ella, hasta que llegó a mi escritorio; y como reacción contraria a todo lo que me esperaba, apoyo sus manos en el escritorio y con un leve impulso se sentó sobre el mismo, cruzo una pierna sobre la otra y se reclinó un poco hacia atrás, sin apartar su mirada de mí. Y yo, como cuan espectador incrédulo, creía que ya no podía sentirme sorprendido, hasta que ví a mi asistente desabrochar dos botones de su camisa rosa pálido y guardar el teléfono en su pecho, dejándome a la imaginación que en verdad lo encondia entre sus dos senos.

—Si lo que dices es cierto, jefe —susurro de un modo que por alguna razón creí que me arrebataba el aire de los pulmones—, si de verdad no vas a despedirme, te invito a que saques el teléfono y borres tú mismo la evidencia.



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En el texto hay: misterio, amor platonico, drama

Editado: 27.02.2023

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