Si tan solo me hubieras querido

Cap. 35. Recuerdos.

Después de una bella tarde de diversión los niños llegaron con una gran sonrisa, Katerin los esperaba en el balcón de la casa con una radiante sonrisa.

Alejandro solo se limitó a darles un último abrazo y beso, luego se retiro. Tenía muchas cosas que pensar, aún luchaba con los sentimientos que sentía por Katerin.

Michael recibió felizmente a los niños los cuales le contaron la maravillosa tarde que habían pasado con su padre. Él con gusto los escuchó atentamente.

Katerin sin dudas era feliz, al menos todo el sufrimiento que había vivido estaba siendo recompensado.

En la noche, mientras arropaba y preparaba a la pequeña Sandy para dormir. Ésta la miró con curiosidad.

— Mami, ¿cómo era el abuelo Ernesto?
Preguntó la pequeña con mucho interés.

Katerin se sorprendió de aquella pregunta, le tomó por sorpresa que la pequeña quisiera saber más de su abuelo paterno.

— Bueno, tu abuelo era un hombre muy trabajador, sensato, con carácter fuerte y respetuoso.
Explicó Katerin mientras veía con detenimiento a su niña.

— Oh, vaya. Como me hubiera gustado haberlo conocido.
Exclamó con tristeza.
— Sí, a mí también. Pero él estaba muy enfermo.
Afirmó Katerin mirando a la pequeña con nostalgia.

Don Ernesto había sido tan amable con ella, él se había convertido en un padre para ella. Aún recuerda aquel agridulce día que se fue. Dejándola sola y desprotegida a la merced de la maldad de su hijo. 
Las lágrimas amenazaban con salir, no quería preocupar a su niña.

— Sin dudas habría estado muy emocionado de verte. Pero, bueno. Es hora de dormir. Dulces sueños, hermosa.

Le dio el beso de las buenas noches, la arropó, apago la luz y salió de la habitación. Después, se dirigió hacia el balcón, el cual le ofrecía una bella vista, miró con tristeza el estrellado cielo.

Su hija le había recordado a su suegro. Aquel hombre que  desde que llegó a vivir a su casa la trataba como una hija. Le había demostrado tanto cariño que jamás le habían dado.

^°^°^°
— ¿Cómo se encuentra mi querida nuera el día de hoy?
Preguntó sonriente.
— Bien. Solo que no me he estado sintiendo tan bien, tengo algunos malestares.
Respondió con sinceridad. 
— Y, ¿ya has ido al doctor? Me preocupa que te sientas mal.
Dijo completamente preocupado.
— No, aún no.

Él le dedico una mirada seria, no le gustaba para nada que su nuera no se encontrara bien.

— ¿Y Alejandro no sabe nada? ¿Por qué no te ha llevado al doctor? Ah, pero cuando lo vea lo voy a regañar, no puede ser que descuide así a su esposa.
Dijo un poco enojado.
— Oh, no. Es que no lo quería preocupar. Además, no es nada serio. Ya pronto se me pasará.
— De ninguna manera, no hay que esperar más. Yo mismo te llevaré. Y no acepto un No como respuesta.
— Está bien.
Afirmó Gyuri.

... 
Después de realizarse los análisis y de una larga espera, finalmente el doctor se acercó a ellos.

— Señora Magno, ya tenemos sus resultados. Pueden pasar conmigo. 
Dijo el doctor indicándoles entrar a su consultorio 
— De acuerdo. 
Dijeron siguiendo al doctor.

El doctor les indicó que tomarán asiento, luego los miró con serenidad.

— Después de haberle hecho muchos estudios, los resultados salieron muy bien. Además, que le tengo una grandiosa noticia. 
Dijo el doctor con entusiasmo. 
— Ah, sí. ¿Cuál es? 
Preguntó con mucha curiosidad. 
— Usted va a ser madre, está embarazada. ¡Felicidades! 
Dijo el médico esbozando una gran sonrisa.

La cara de Gyuri y Ernesto Magno fue de la sorpresa a la emoción. Ellos dos no podían creer la gran noticia.

— ¡Voy a ser abuelo!
Exclamó alegremente.
— Sí, será abuelo.
Afirmó Gyuri completamente emocionada.

El médico se aclaró la garganta para atraer su atención, le gustaba darles buenas noticias a sus pacientes. Sin embargo, siempre terminaban olvidando lo.

— Lamento interrumpirlos, pero, debo aconsejarle que deberá cuidarse mucho. Además, se tomará lo que le voy a recetar para el buen crecimiento de su hijo.
— De acuerdo, doctor. Lo haré, usted dígame lo que debo hacer y yo lo cumpliré.
Afirmó sonriente.
— Yo también estaré pendiente de mi adorable nuera y de mi nieto o nieta.
Afirmó Ernesto con emoción.

...

Al llegar a casa, Ernesto estaba muy contento. Pronto estaría cargando a su nieto. No podía creer que al fin podría tener la oportunidad de darle todo el amor y cariño que siempre había soñado.

— Nuera, hay que decirle a Alejandro.
— Sí, pero yo quiero darle la sorpresa. ¿Me da su consentimiento?
— De acuerdo, hija. Estás en todo tu derecho.

Ese mismo día, al anochecer Gyuri había hecho una gran cena, que nadie pudo degustar porque habían encontrado al señor Ernesto muerto en su casa.
En su rostro reflejaba total serenidad y felicidad. Él se había ido en paz.

Katerin sonrió con lágrimas en sus ojos mirando el esplendor de las estrellas.

— Ya se lo he dicho, señor. Los he perdonado, ya puede estar en completa paz.
Susurró en dirección al cielo.

Sintió unos fuertes brazos que la envolvían con mucho cariño y calidez.

— Aquí estabas, amor.
Dijo dulcemente Michael.
— Sí, estaba recordando buenos momentos.
Dijo mientras se limpiaba las lágrimas.
— Pero, ¿por qué lloras?
Preguntó confundido.

Ella se sentía completamente liberada, había dejado ir toda la pesadez y remordimientos, al fin podía ser completamente feliz.

— Es que, ya he dejado todo atrás. Ahora viviré el presente al lado del hombre más maravilloso que pude haber conocido.
— Oh, me siento celoso. ¿De quién se trata?
Preguntó con recelo y con un tono burlón.
— Se trata de un gran hombre que me apoyo cuando más lo necesitaba, me hizo ver lo grandiosa que era, cuido de mis hijos como si fueran suyos. Y por si no fuera poco, me ayudó con todas mis decisiones. Ese hombre eres tú.
Dijo Katerin volteando y abrazándolo con mucho cariño.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.