Si tan solo me hubieras querido

Cap. 36. El pasado de Michael.

Una feliz pareja había contraído matrimonio el mismo día que Gyuri y Alejandro lo habían hecho. A diferencia de estos dos, esta pareja se amaba de verdad.

La mirada del joven a ella era de un hombre completamente enamorado y la de ella, una mujer que lo amaba pero que buscaba algo más de él.

El tiempo transcurrió, el joven la amaba con locura y ella solo gastaba su dinero, iba a los más lujosos restaurantes acompañada de amigas y uno que otro amigo, compraba ropa de marca y zapatos de diseñador.

Por su parte, aquel chico se esforzaba cada día para mantener su compañía y a su querida esposa que tanto amaba.

Un día le llegó un mensaje anónimo que le pareció demasiado sospechoso, pero que lo ignoro por completo. Él confiaba plenamente en su esposa, ella no sería capaz de engañarlo y menos con la persona que apreciaba tanto. Eso sólo se trataba de calumnias, no podía ser verdadero.

Los días siguientes recibió con insistencia más y más mensajes, cada vez traían más información y fotos donde se les veía demasiado íntimos. Pero, él no quería creer que fuera cierto, él quiso creer que sólo le estaban jugando una mala broma o que solo querían interferir en su feliz matrimonio.

Aunque su matrimonio ya llevará dos años, ellos dos no habían podido tener un hijo. Su mujer le decía que ella no usaba ningún anticonceptivo, que también deseaba tener un bebé.

Los doctores no se explicaban como era posible que no tuvieran un bebé, si los dos estaban saludables. Eran capaces para procrear.

Una tarde fría de invierno llegó más temprano de lo usual a su casa, sabía que hoy era su aniversario de cuando se conocieron por primera vez, por lo que había decidido darle una bella sorpresa a su amada esposa. Había comprado un hermoso ramo de rosas y un juego de joyas de rubí para ella.

Sigilosamente entró a la casa, lo primero extraño que noto es que había unos zapatos de hombre que precisamente no eran de él. Pero, atribuyó que era de un amigo suyo que vino a verla. Pero, la casa estaba completamente silenciosa, él se tranquilizo a sí mismo, su esposa no podía ser capaz de lo que aquel anónimo le había estado diciendo.

Con las rosas en la mano se dirigió a su cuarto, donde comenzó a escuchar sonidos extraños provenientes de su cuarto.

Gemidos y besos se escuchaban con más intensidad. Él no podía creer lo que estaba oyendo, pensó que se trataba de una pésima broma o que esto no estaba sucediendo.

Con el corazón apretado, abrió sigilosamente la puerta solo para toparse la escena que jamás debió haber visto. Su amada esposa estaba abrazada en brazos de otro, recibiendo caricias y besos en su delicada espalda, completamente desnuda.

Sus ojos estaban cerrados y parecía que estaba disfrutando de aquella situación. El ramo de rosas cayó con un estruendo que sorprendió a la mujer de cabello castaño que miró sorprendida a su esposo que la miraba con un rostro inexpresivo.

Con rapidez se alejo de aquel hombre que estaba disfrutando de su cuerpo, se tapo con la sábana blanca de la cama y de sus ojos brotaron lágrimas. Quiso ocultar su vergüenza pero, ya era demasiado tarde. Su esposo la miraba con desdén, con una expresión que jamás en su vida había visto en él.

Por su parte, él miró detenidamente a el hombre con quien ella lo había engañado. Con repulsión miró a esos dos, después de todo aquel mensaje anónimo tenía razón. Su esposa y su mejor amigo le estaban viendo la cara en su propia casa y con su dinero se revolcaban mientras él se esforzaba por satisfacerla con todo.

Miró con decepción a aquellos dos, arrojó la caja donde venían las joyas al suelo y luego esbozo una fría sonrisa.

— ¡Feliz aniversario, amor!
Exclamó con emoción, luego dio media vuelta y se dirigía a irse cuando las manos de su esposa lo tomaron.
— Amor, déjame explicarte, esto es un malentendido. Él... Él me obligó.
Sollozo abrazando sus piernas.

Él solo le dedico una sonrisa, tomó sus manos y las alejo.

— ¿Sabés? Creí en ti, todo este tiempo me habían advertido pero me negué a que tú me hicieras esto. No sé en qué te falle si me esforcé en darte lo que querías, creo que la única que no supo apreciarlo fuiste tú. Este matrimonio se acaba ahora, por favor ya no me busques y tú - dijo señalando a aquel hombre que había considerado su amigo- jamás te presentes en mi vista, pero juro que la próxima vez que te vea voy a romperte la cara.

Él sabía que no valía la pena gastar su energía y su tiempo en unas personas que no valían la pena. El dolor y la rabia eran grandes pero no podía dejarse llevar por eso. No era una decisión sensata.

— Por favor, Michael, no no, todo menos el divorcio.
Grito siguiéndolo.
— Lo siento, Tamara. Pero, eso tú lo decidiste cuando me engañaste.
Contestó saliendo de un portazo.

Michael decidió irse a un hotel, donde se puso en contacto con su abogado y prosiguió con la demanda de divorcio.

— Por favor, que no le quede absolutamente ningún peso mío. Ah, no quiero verla, así que realiza el divorcio sin mi presencia.
— Como usted diga. Mañana le enviaré el papel.

Después de tanto, al final Michael se deshizo de aquella mujer que todo esté tiempo lo había engañado, aquella que sólo se había casado por su dinero.

Michael con el corazón destrozado decidió irse a Estados Unidos. Perdido en sus pensamientos y sentimientos se topo con una joven con una expresión de tristeza.

— Disculpe, ¿sabe donde queda el hotel Palace?
— Oh, no lo sé, no soy de aquí.
— Lo siento, pensé que sí.
Respondió con una sonrisa tímida.

Aquella joven le había parecido encantadora, por su expresión supo que se encontraban en la misma situación. Por lo que, decidió conocerla aún más.

Sin pensarlo, conforme paso el tiempo comenzó a amarla. Cuido de ella y de sus nenes los cuales le dieron la oportunidad de cuidar niños, aquello que su ex esposa le había negado.




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