Si tan solo pudiera estar contigo

La condición

3. La condición

3 meses antes.

La luna esa noche resaltaba iluminando con su fuerte brillo el hermoso prado a orillas del río, era una noche calmada a primera vista, los animales dormían y la brisa acariciaba silenciosamente las hojas de los árboles de una forma suave, el susurro del río al moverse era apenas audible, lo único que dañaba toda el aura de tranquilidad de esa noche eran la voces al otro lado del río.

Detrás de la montaña un joven y una mujer discutían, el cabello negro del joven se pegaba a su frente gracias al sudor que había recibido por haber corrido hasta ahí, mientras que la mujer se veía esbelta, su pelo estaba recogido en un perfecto peinado adornado con flores y tenía un vestido amarillo azabache brillante con adornos en verde que se pegaba a su cuerpo y resaltaba sus curvas, su postura era recta y estaba a la defensiva ante la visita de aquel joven, sus ojos lo miraban con hostilidad.

—Y dime ¿A qué se debe esta visita?

—Siempre es un placer verte Layla.

Las comisuras de la mujer se alzaron hasta formar una sonrisa cínica.

— ¿A qué has venido cariño? —preguntó.

—Tampoco estoy feliz de estar aquí, pero...—se interrumpió le disgustaba decir esa palabra, sentía un sabor amargo en su boca.

—Iker, no tengo toda la noche para tus juegos, ve al grano.

Un gruñido molesto salió de entre los labios del chico.
—Te necesito —susurró tan bajo que ella dudaba de sus palabras.

— ¿Qué dices?

—Él... Te necesita.

La mujer simplemente dio la vuelta sin darle respuesta al muchacho, y empezó a caminar alejándose, dando a entender al chico que había terminado la conversación. El chico, sin embargo, no había terminado.

—Maldición! Te necesita! —Gritó enojado — ¡Él te necesita¡ Joder! Deja el orgullo por una vez en tu vida y ayúdale!... Ayúdanos.

La mujer se detuvo al escuchar la última palabra, aquello la hizo cambiar de opinión.
Sin darse la vuelta pregunto:

— ¿Por qué?

—Porque él te ayudo a ti aun cuando sabía que tú solo lo usabas, aun cuando le traicionaste y aun después de destrozarle la vida te siguió ayudando, es lo menos que debes hacer, porque de no ser por él ahora mismo estarías muerta.

Finalmente ella se dio la vuelta, él había dado justo en el clavo.

—Él...
—Está muriendo —terminó ella, dándose cuenta de lo que realmente pasaba —Yo no puedo...

—Lo harás, se lo debes, pero no lo harás por eso, le regalaste un favor, un favor de sangre que él nunca reclamó, pero lo vas a usar ahora para ayudarlo.

—Cada favor conlleva un...

—Precio, lo sé y estoy dispuesto a pagarlo si lo ayudas, sin trampas ni enredos.

Escuchar esas palabras provocó que una sonrisa gigante apareciera en el rostro de aquella mujer, una sonrisa malévola de la cual el chico era consciente que traería consecuencias, pero las aceptaría.

—Iker, eres consciente que no habrá vuelta atrás, al aceptar mi condición una parte tuya será mía y no podrás recuperarla.

—Y aceptaré las consecuencias, así que puedes dejar tu discurso y escupir de una vez tu condición —respondió de manera hostil.

La mujer camino hasta estar frente a frente con él, tan solo 15 centímetros los separaban.

— ¿Por qué tan grosero? Así no se le habla a una dama.

La mano de ella se dirigió a su pecho, empezando a trazar círculos en él, el chico no hizo nada, la repudiaba, pero también la necesitaba y si quería no tener que pagar un precio tan caro él tendría que comportarse o intentarlo.

—Layla ¿Qué es lo que quieres? —preguntó tajante.

—No es lo que yo quiero —La mano de ella se posó justo donde estaba su corazón —Es lo que tú quieres —Lo miro directo a los ojos —, y lo que nunca tendrás —Su mano se cerró en un puño allí encima del pecho del muchacho.

Y lo sintió, sintió más poder al tiempo que el chico sentía como algo que él no podía saber le había sido arrebatado y con lo que nunca más volvería a convivir.

— ¿Qué hiciste? —Le preguntó —¿Qué me quitaste?

—Te hice un favor —Retiro su mano aún empuñada del pecho del muchacho, pero no la abrió, era como si allí estuviese aquello que le había arrebatado al chico.

Ella cerró los ojos y susurró como si lo supiera de memoria una frase que él no alcanzo a escuchar.

Cuando la mujer terminó la frase empuñó su mano con más fuerza y luego la abrió dejando salir polvo por ella, polvo que fue llevado por la brisa fuerte que recién había aparecido y que azotaba fuertemente las hojas de los árboles y las aguas antes tranquilas del río, polvo que se llevaba un pedazo de él.

—Iker Whermorth, has recibido tu condena, cumpliré con mi parte del trato, lo ayudaré y luego me largaré.

El viento cesó y todo quedó en calma, cuando el chico quiso alzar la mirada la mujer ya había desaparecido, y no había nadie a su alrededor. Subió su mano allí donde ella antes la había puesto, le había quitado algo, no sabía qué era, pero sentía un gran vacío, como si le hubiesen arrancado algo de su cuerpo, algo más que un brazo o una pierna, sentía como si le hubiese quitado su ser, como si le hubiese arrancado el alma, pero él sabía que eso era imposible, tan solo era consciente de que sí había quitado una parte esencial de él, de la cual puede o no que algún día se dé cuenta.

No fue ni el alma, ni su inteligencia, ni alguien cercano a él lo que ella le quito, al contrario le quito algo que aún no había tenido y que por lo visto nunca iba a poder tener.




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