Si tan solo pudiera estar contigo

Certeza

11. Certeza

Una mano rota y sangre en nuestras botas, esas fueron las únicas consecuencias de nuestra primera búsqueda, para mí y para el resto del equipo eso no había sido nada que no pudiéramos soportar.

Stephan vendó mi mano, Aleix encendió la fogata, Jimena se limpió la sangre, Bethanny afilaba sus cuchillos, Irene estaba algo asustada, Hache miraba a la nada, Eva revisaba el mapa y Andrew discutía con Denver, diez integrantes.

Yo, no podía evitar sentirme del asco, al fin y al cabo, yo había dado la orden y esa sangre estaba más en mis manos que en las de Jimena, sin embargo, yo no debía sentirme mal y definitivamente no podía demostrar nada porque los artenianos son fríos, son neutrales y son inteligentes.

De vez en cuando me quedaba mirando a la nada y sentía algo similar al remordimiento de haber matado a alguien, de que su vida estuviera en mis manos, de vez cuando dudaba, pero sabía que la causa valía más que las vidas y sabía que en el momento en que pisará esa tierra tendría que ser más arteniana que nunca, más fría y menos yo, porque no sólo ponía en peligro mi vida y la de mis compañeros, sino también la victoria de artemia.

Traté de cerrar el puño, pero aún dolía.

Era la primera noche que íbamos a dormir desde que salimos del campamento, el espeso bosque nos cubrió por completo cuando apagamos la fogata y reinó el silencio.

Un silencio intranquilo que no me dejó dormir por más que lo intentara.

La brisa azotaba las hojas de los árboles y escuchaba el sonido de una que otra cayendo, el zumbido de los pequeños insectos y una rama rompiéndose.

Me puse tensa, lo que había escuchado era el paso de alguien, pero Bethanny, quien, hacia guardia, parecía no haberlo escuchado en lo absoluto, sin embargo, yo podía incluso escuchar cómo el viento me llamaba y me decía que buscará aquel sonido.

Sola.

Y lo hice.

Podría ser un animal — pensé —pero también nos advirtieron de ellos.

Me alejo del grupo adentrándome más en el oscuro bosque, la luz de la luna casi no pasa entre las hojas de los arboles y dejo de escuchar aquel sonido justo cuando veo a una sombra a lo lejos entre dos árboles, sin dejar de avanzar observo como aparece y desaparece a su antojo, solo dejando el sonido de la brisa cuando se mueve, sin dudarlo la sigo, paso por detrás de los arboles a una completa penumbra.

Estoy en desventaja.

No puedo ver más que oscuridad, tomo la navaja rápidamente de entre mis botas preparada para cualquier cosa y trueno los dedos de mis manos involuntariamente.

¿De quién es la sombra? —me pregunto.

Podía sentirlo cerca, lo que sea que estuviera ahí, pero no podía verlo, mis oídos eran ahora el mejor sentido, mi vista era completamente inútil, estaba buscando una sombra en medio de la oscuridad, en ese instante pude escuchar el sonido de ramas rompiéndose a mi derecha y justo cuando me voltee una mano grande y masculina estaba sobre mi cuello, otra sosteniendo mi brazo haciéndome soltar la navaja y mi espalda estaba apoyada fuertemente contra un árbol.

No podía hablar, apenas podía respirar, sin embargo, reconocía esos ojos, su cuerpo elegante y musculoso y el cabello sobre su frente, solo que esta vez no estaba mojado.

Me alertó con sus ojos que no hiciera ningún alboroto y soltó mi cuello, pero se mantuvo pegado a mi cuerpo.

—¿Quién eres?

—¿Qué haces aquí cariño?

Preguntamos al mismo tiempo.

—No me digas cariño— respondí tajante —, suéltame —exijo, sin embargo, no hace caso.

—Todavía no cariño —, susurró cerca de mi oído evitando que alguien nos viera, pues mis compañeros ya habían notado mi ausencia — primero dime ¿qué haces con ellos?

Maldad, sospecha, misterio, eso percibí en su voz.

“No confíes en nadie” recordé.

Piensa rápido Elainey, piensa, piensa, piensa.

Listo.

—No es de tu incumbencia —contesté al tiempo que utilizaba mi brazo libre para empujarlo, estaba tan distraído con ese primer asalto que ni notó mi pierna yendo hacia su pecho.

— ¡Espera! —exclamó al tiempo que yo volvía a atacar cuando este tomó mi pierna entre sus manos — No quiero herirte —aseguró despacio, pero yo sí quería herirlo a él. Como pude aproveché el apoyo en sus manos y con mi otra pierna lo golpeé en la cara dejándolo tumbado en la tierra.

Él no lo vio venir, descansaba de rodillas en el piso cuando trató de decir algo tosiendo.

—Tienes garras —, tose —pero no deberías estar con ellos — terminó con una mirada de advertencia.

—No debería confiar en desconocidos —respondí y alcé mi puño para golpearlo

—Espera —exclamó de nuevo con una mano en el aire — ¿una flor? —cuestionó sonriendo al tiempo que sacaba una flor de su espalda y la alzaba en mi dirección, yo definitivamente no podía entender a ese imbécil.

Fruncí el ceño y lo pateé para dejarlo inconsciente.

***

—¿Quién es?

—¿Dónde lo encontraste?

—¿Qué te dijo?

Era el tipo de preguntas que hacia mi equipo después de haber traído a alguien inconsciente conmigo y atarlo a un árbol, hasta que finalmente despertó, pero aun así él no les respondió ninguna.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.