No habían pasado más de dos horas cuando escuché unos golpes suaves en la puerta de mi habitación. Era Yang Mi.
—T/N, mi tía me pidió que viniera a despertarte para que vayamos a comer —dijo mientras entraba sin esperar respuesta.
—Ya voy, solo me lavo la cara y las alcanzo —contesté, dándole la espalda para que no viera la hinchazón de mis ojos, testigos silenciosos de las lágrimas. Dormir había ayudado un poco, pero no lo suficiente.
Yang Mi se quedó en el umbral de la puerta por un momento, como si quisiera decir algo más. Finalmente, su voz rompió el breve silencio, aunque con cautela.
—Sabes… Ha-Na me contó lo que pasó hoy —dijo, midiendo sus palabras—. ¿Estás bien?
Suspiré, sintiendo cómo el peso del día me volvía a caer encima. Pero aun así, decidí mantenerme firme.
—Estoy bien —respondí, volteando un poco para que viera una parte de mi rostro, pero no lo suficiente como para que notara lo rota que estaba por dentro—. No tienes por qué preocuparte.
Yang Mi avanzó un par de pasos hacia mí, cruzando los brazos en señal de incomodidad, como si se arrepintiera de haber mencionado algo.
—Yo... —comenzó con voz baja—. También creí la versión de él. No sabía que había algo más. Lo siento por haberte puesto en esa situación, por haberte obligado a hablar con él cuando ni siquiera yo sabría cómo enfrentarlo.
Su sinceridad me conmovió más de lo que quería admitir. Giré lentamente para mirarla, esta vez de frente, forzando una pequeña sonrisa.
—No tienes por qué disculparte, Yang Mi. De verdad. —Mis palabras eran suaves, pero el cansancio emocional aún estaba ahí, colgando en el aire—. Y no hablemos más de esto, ¿vale? Dejémoslo atrás.
Ella asintió, aliviada, y devolvió una sonrisa comprensiva.
—Bien, te esperamos en el comedor —dijo antes de salir con pasos ligeros.
Cuando la puerta se cerró, me permití unos segundos más de soledad. Inspiré profundamente, intentando encontrar el equilibrio que necesitaba para enfrentar a todos allá abajo. Aunque sabía que me aguardaba una mesa llena de sonrisas y conversaciones alegres, sentía que llevaba una máscara. Por dentro, seguía arrastrando el peso de todo lo que había pasado, y la sola idea de tener que fingir felicidad me agotaba.
Finalmente, bajé al comedor. El bullicio de las voces llenaba la estancia, y todos parecían tan ajenos a lo que había sucedido ese día. Las risas resonaban desde el otro lado de la mesa, y la tía estaba contando alguna historia divertida de su juventud mientras servía la comida. Era como si todo estuviera en perfecta armonía, excepto por mí.
Me senté en una silla vacía al lado de Yang Mi, tratando de integrarme en la conversación con una sonrisa falsa. El aroma de la comida casera me envolvía, pero apenas tenía apetito. Era como si una barrera invisible me separara de todos ellos, como si, a pesar de estar rodeada de personas, estuviera completamente sola.
—¿Todo bien? —preguntó la tía, sonriendo mientras me ofrecía una porción.
—Sí, todo bien —respondí automáticamente, devolviendo la sonrisa con la mejor expresión que pude reunir.
Después de comer volví a mi habitacion acompañada de mis primas. Aunque tenía cosas que hacer para mañana, ellas habían decidido acompañarme para saber más de lo sucedido. Las conocía perfectamente.
—T/N, lo siento —dijo Ha-Na en cuento cerró la puerta de mi habitación —. De verdad no quería que esto sucediera.
—Ya pasó —fue lo único que pude decir antes de que se formara un silencio incómodo—.
Después de unos segundos, Ha-Na rompió la tensión.
—Entre él y tú, te elijo a ti mil veces —dijo, con firmeza, tratando de demostrar su lealtad.
Suspiré, sabiendo que no se trataba de eso.
—Ha-Na, no quiero que elijas entre él y yo —respondí, mirándola a los ojos—. Solo te pido que respetes mis decisiones. Sabías que no quería hablar con él. Ninguna de las dos sabe realmente por qué me alejé... pero fue por una carta.
Noté cómo sus expresiones cambiaron. Parecía que sabían algo, pero quizás no toda la historia. Sentí que, al fin, debía contarles la verdad.
—Le confesé lo que sentía en esa carta —continué, tratando de controlar las emociones que aún me revolvían por dentro—, pero no pasó nada. Después de eso, me sentí incómoda al verlo, y aún más cuando, menos de una semana después, él ya tenía novia.
El asombro se dibujó en los rostros de mis primas. No conocían esa parte de la historia.
—¿Con quién? —preguntó Ha-Na, casi sin aliento.
—Con Chae-won —revelé, con la voz apenas audible.
—¿Chae-won? —repitió Ha-Na, incrédula—. Pero... ¡ella era tu mejor amiga!
Asentí en silencio, sintiendo que ese simple gesto decía más de lo que mis palabras podían expresar. Lo sucedido en aquel entonces, aún pesaba sobre mí, y ahora mis primas sabían toda la verdad.
Yo aún podía recordar todo lo que había sucedido, todo eso que quería olvidar... Menos de una semana había pasado una semana desde que Jimin leyó mi carta. Y ahí estaba, de la mano de mi amiga, una de las personas en las que más confiaba. No podía creerlo. El dolor que sentí cuando vi a Jimin con ella, sonriendo, como si nada de lo que había pasado entre nosotros hubiera significado algo, me dejó sin aire.
El rumor había empezado a correr por los pasillos el mismo día que me despedí de Jimin. Al principio no quise creerlo. “Son solo chismes”, me repetía una y otra vez, tratando de convencerme de que no era cierto. Pero cuando los vi juntos, caminando por los patios de la secundaria, supe que todos los murmullos eran verdad.