Seguimos conversando sobre temas ligeros, de nuestras series favoritas, nuestras aficiones más raras, e incluso pequeñas anécdotas de la escuela. Cada tema que surgía nos hacía reír. A estas alturas, nuestra conversación no tenía un rumbo, no era lineal y eso es lo que lo hacía más interesante para mí. No había que forzar nada, o intentar llenar silencios incómodos.
Los dos estábamos disfrutando de compartir ese tiempo, esa salida casual.
Hubo un breve silencio, pero no fue incómodo. Era uno de esos silencios en los que no hacía falta hablar, y eso era algo que apreciaba.
Pasamos la siguiente hora sumergidos en una conversación que parecía fluir sin esfuerzo. A medida que hablábamos más, me di cuenta de que había mucho más en él de lo que aparentaba a simple vista. Era profundo, pensativo y, a veces, incluso un poco enigmático. Todo esto solo hacía que me sintiera más atraída por él.
—Me alegra que hayamos hecho esto —dijo de repente, su tono más suave de lo habitual.
Lo miré a los ojos, mientras una sonrisa leve se formaba en mis labios, mi corazón dio un leve vuelco. Sin previo aviso… yo ya estaba entrando a ese punto de no retorno.
—Sí, yo también —respondí, sonriendo levemente, mientras lo miraba a los ojos.
Estábamos envueltos entre pequeñas miradas y sonrisas. El ambiente y el murmullo en la cafetería parecían desvanecerse, mientras nosotros nos manteníamos ajenos a todo lo que no fuese nosotros.
Yoongi tomó un sorbo de su café, mirando hacia la ventana por un instante antes de volver su atención a mí. Noté cómo sus dedos jugaban distraídamente con la taza, y no pude evitar pensar en lo tranquilo que parecía, como si fuera alguien que siempre tenía el control de todo, incluso en momentos tan simples como este.
—¿Te ha pasado alguna vez…? —empezó a decir, rompiendo el silencio—. ¿Qué estás tan concentrada en algo que pierdes la noción del tiempo? Como si solo te dejaras llevar por el momento y nada más importara.
Asentí, pensando en la profundidad de la pregunta, en la sensación de esos momentos.
—Sí, me pasa, cuando hay algo que de verdad capta mi atención, mis sentidos giran en torno a eso —admití—. Sin darme cuenta, me olvido de todo lo demás por un rato.
Yoongi asintió con una leve sonrisa, como si mi respuesta le resultara familiar. Su mirada se suavizó, y, por un momento, pareció sumirse en sus propios pensamientos, como si estuviera recordando algo.
—Me pasa, es como desconectarte de todo y solo estar ahí, es como con la música. A veces puedo estar horas componiendo, y cuando me doy cuenta, el día ya terminó. Es… como si el tiempo no existiera.
Lo observé mientras hablaba, impresionada por la tranquilidad con la que expresaba algo que parecía tan profundo. El hecho de que compartiera algo tan personal me hizo sentir más conectada a él, como si por fin estuviera mostrándome un lado suyo que normalmente mantenía escondido.
—Debe ser increíble poder perderte así en algo que te apasiona —comenté, apoyando mis manos en la mesa, sintiendo la calidez de la taza entre mis dedos—. A veces desearía poder hacer eso más seguido, pero la escuela, los exámenes, las expectativas… a veces siento que no tengo espacio para nada más.
Yoongi me miró durante unos segundos, como si estuviera procesando mis palabras. Luego, inclinándose un poco hacia adelante, dijo con suavidad:
—Siempre hay algo más que el mundo te exige, ¿no? Pero creo que es importante encontrar esos momentos en los que puedas desconectar. Aunque sea solo un rato.
Su mirada encontró la mía, y por un momento, el bullicio de la cafetería desapareció por completo. Era como si estuviéramos en nuestro propio pequeño mundo, un espacio donde podíamos ser nosotros mismos, sin expectativas, sin presiones.
—Tienes razón —respondí, sonriendo un poco—. Quizás debería intentar encontrar más de esos momentos.
—Tal vez este sea uno de ellos —dijo él, con una sonrisa que iluminó su rostro.
Me reí suavemente, sorprendida por lo fácil que era estar con él. Sentía que la conversación fluía sin esfuerzo, como si pudiéramos hablar de cualquier cosa. Cada vez que lo miraba, me daba cuenta de que había mucho más de lo que pensaba detrás de su apariencia tranquila y reservada.
—¿Sabes? Ahora que nos dimos esta oportunidad de hablar, de conocernos… admiro mucho eso en ti —comenté, sin pensar demasiado en las palabras que estaban saliendo de mi boca—. El hecho de que sepas lo que te apasiona y lo sigas. No todo el mundo tiene esa claridad.
Yoongi me miró, algo sorprendido, pero luego su expresión cambió a una mezcla de humildad y gratitud.
—Gracias —dijo, su voz más baja, más íntima—. No es fácil, pero es lo único que sé hacer. Creo que todos tenemos algo, solo es cuestión de encontrarlo.
Nos quedamos en silencio por un momento, pero esta vez no era incómodo. Había una paz en el aire, una comprensión mutua que nos envolvía. Yoongi me estaba mostrando un lado de él que no muchos conocían, y yo, sin querer, estaba empezando a bajar las barreras que había construido para protegerme.
—¿Y tú? —preguntó de repente—. ¿Qué es lo que te hace olvidarte del tiempo?