Después del abrazo grupal y las palabras de aliento de mis amigas, nos encaminamos hacia el salón. La ligera brisa del otoño hacía que el día se sintiera fresco, pero dentro de mí había una mezcla de emociones que no lograba disiparse: nervios, emoción, y una pizca de esperanza.
Llegamos al aula justo a tiempo para la siguiente clase, donde el murmullo de los estudiantes llenaba el ambiente. Me senté en mi lugar habitual, mientras Sujin y Yumi ocupaban los asientos cercanos. El profesor comenzó a hablar, pero mi mente seguía vagando hacia los eventos de las últimas semanas. Las miradas de Yoongi, nuestras conversaciones y esa leve conexión que sentí cada vez que estaba cerca de él.
Intenté concentrarme en la clase, pero fue casi imposible. Cada vez que mi mente volvía a las palabras de Sujin, Yeji y Yumi, sentía que una pequeña llama de emoción se encendía dentro de mí. Me preguntaba cómo sería si realmente le diera una oportunidad a esto, si me permitiera sentir sin la barrera de mis inseguridades.
Cuando finalmente sonó el timbre, me levanté de mi asiento, sintiendo que el día pasaba más rápido de lo que esperaba. Después del último período, nos reunimos fuera del aula, como siempre. Esta vez, el ambiente estaba más ligero y lleno de expectación.
—¿Entonces? —dijo Sujin con una sonrisa suave y comprensiva—. ¿Ya te sientes más tranquila?
—Un poco —respondí, con una sonrisa—. Gracias por cada uno de sus consejos, de verdad me ayudan mucho a entender todo esto que pasa por mi mente. Gracias por entenderme cómo lo hacen.
—Sabes que para eso estamos aquí —añadió Yumi, haciendo que la tranquilidad se sintiera más real. —Estamos muy felices de que hables con nosotras, que tengas la confianza de compartir con nosotras todo esto, nos hace felices que de verdad formamos parte de tu vida.
Mientras disfrutábamos de ese momento juntas, por momentos como estos, es que me sentía afortunada de haberlas conocido, de haberme acercado a ellas, y aceptar esa amistad que me ofrecían cuando nos conocimos.
—Así que… ¿Cuándo es la próxima cita? —preguntó Sujin, rompiendo el silencio y lanzándome una mirada traviesa.
Mis mejillas se sonrojaron al instante, pero esta vez no me importó tanto.
—Ya veremos —respondí, sin poder evitar sonreír.
Agradecía terminar la última clase y que hubiésemos terminado el fin de semana la presentación para mañana, así solo me quedaba repasar el tema de la exposición y estudiar un poco para los exámenes que tendríamos el resto de la semana, la ventaja es que ya había pasado el más difícil, Calculo diferencial.
—Deberíamos ir a la misma cafetería del sábado —propuso Sujin, su tono vibrante de entusiasmo—. O, si lo prefieren, podemos reunirnos en casa de alguna de nosotras. Será más cómodo y podemos relajarnos más.
—Ambas ideas suenan bien —dije, sopesando las opciones—. Aunque quizá sea más fácil conseguir permiso si nos reunimos en alguna casa primero, y después salimos a un café. Así no parece que estamos fuera todo el tiempo.
—O podríamos hacer algo mixto —intervino Yumi—. Pasamos un rato en la biblioteca, avanzamos con lo que podamos, y luego vamos a una cafetería a “celebrar” y relajarnos un poco.
—Eso suena perfecto —dijo Yeji, asintiendo—. Si estamos en la biblioteca, nos concentramos mejor, y después podemos premiarnos con un buen café. Como el viernes, cuando avanzamos bastante sin tantas distracciones.
—Entonces, ¿queda así? —preguntó Sujin, mirando a todas—. La biblioteca primero, y después un buen café. Podemos decidir si ir a la misma cafetería del sábado o explorar otro lugar, dependiendo de cómo nos sintamos mañana.
—Sí, me parece genial —respondí, sintiéndome aliviada de que el plan fuera sencillo pero efectivo. Sabía que en la biblioteca tendríamos el ambiente perfecto para concentrarnos y después disfrutaríamos más la parte relajada.
Seguimos caminando hacia la salida, contentas con el plan y ya anticipando la tarde productiva que nos esperaba mañana después de la última clase.
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La semana comenzó a transcurrir con más rapidez de la que esperaba. Las clases seguían su curso habitual, y aunque me esforzaba por concentrarme, mi mente de repente vagaba hacia los recuerdos, pero lograba controlarlo, aunque no tan bien como lo pretendía.
Cada mañana, al cruzar los pasillos, había una pequeña parte de mí que esperaba verlo, aunque solo fuera de reojo. No siempre coincidíamos, ya que nuestras clases y horarios eran diferentes, pero esas ocasiones en las que nuestras miradas se encontraban al pasar por los pasillos o al salir de alguna clase me dejaban pensando durante el resto del día.
El martes, mientras caminaba hacia el salón donde tendría mi primera clase, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué y vi que tenía un mensaje de Yoongi.
Yoongi: “Hey, ¿cómo va empezando tu día?”
Mi corazón dio un pequeño vuelco al ver su nombre en la pantalla. Me detuve en seco y, después de unos segundos de pensar en qué responder, escribí algo rápido.
yo: “Hola, bastante bien. Un poco atareada, pero sobreviviendo. ¿Y tú?”
La respuesta no tardó en llegar.