Seguimos repasando, por alrededor de treinta minutos, aunque con la sensación de que el ambiente nos envolvía en una calma demasiado tranquila. Mi mente divagaba entre los apuntes de historia y la suave brisa que entraba por la ventana. Pero cada tanto, la inquietud volvía al notar que Sujin y Yumi aún no llegaban.
—¿Estarán bien? —preguntó Yeji, alzando una ceja mientras revisaba su teléfono—. No es normal que tarden tanto en control escolar.
—Les mandaré otro mensaje —dije, sintiendo una ligera preocupación—. Tal vez algo se complicó.
Saqué mi teléfono y escribí rápidamente:
“¿Dónde están? Ya estamos en la biblioteca, ¿todo bien?”
Esperamos unos minutos más. El reloj en la pared parecía moverse con lentitud desesperante. Justo cuando estaba a punto de mandar otro mensaje, mi teléfono vibró con una notificación.
—Es de Yumi —dije, abriendo el mensaje.
“Ya vamos para allá, nos entretuvieron con unos trámites más. En cinco estamos con ustedes :)”
—Bueno, al menos ya vienen —dijo Yeji con un suspiro, dejando caer su cabeza sobre sus brazos en la mesa—. Ya me estaba preocupando.
—Igual yo —sonreí, aliviada—. Aunque bueno, ya que estamos aquí, sigamos un rato más hasta que lleguen.
Minutos después, el sonido familiar de pasos apresurados nos hizo levantar la vista. Yumi y Sujin llegaron a la mesa, algo agitadas pero sonriendo.
—¡Por fin! —exclamó Yumi en voz baja, soltando su mochila sobre la silla vacía—. No saben el caos que fue en control escolar, ¡casi no salimos de ahí!
—Nos hicieron repetir unos formularios, como si no hubiésemos entregado todo a tiempo —añadió Sujin con una mueca, sentándose a mi lado—. Pero ya está, ¿cómo va el repaso?
—Avanzamos bastante, pero faltaban nuestras compañeras de equipo —bromeó Yeji, sentándose más derecha—. Ahora que están aquí, podemos ir más rápido.
Después de revisar juntos durante un rato, nuestras mentes empezaron a pedir un descanso, y las miradas se cruzaron con una idea en mente.
—¿Y si vamos por algo de comer? —propuso Sujin, cerrando su cuaderno con un golpe suave—. Nos vendría bien un respiro, ¿no creen?
—Sí, además, dijimos que íbamos a celebrar un poco —recordó Yumi con entusiasmo—. ¿Qué les parece si buscamos algún lugar por aquí, cerca o en el centro?
—Me parece una excelente idea —dije mientras guardaba mis cosas—. No podemos vivir solo de exámenes.
Salimos de la biblioteca en grupo, disfrutando del aire fresco de la tarde. Caminamos hacia un pequeño restaurante que habíamos visitado algunas veces antes, conocido por su ambiente acogedor y luces suaves que decoraban el lugar.
Al llegar, la puerta de madera crujió ligeramente al abrirse, y una oleada de aroma acomida recién hecha nos envolvió. Nos acomodamos en una mesa al fondo, cerca de una ventana, desde donde se podía ver la calle y la gente ir y venir.
—Es el lugar perfecto para relajarse después de una tarde de estudio —comentó Yeji, mirando a su alrededor.
—Cierto, necesitaba algo así —dije, sintiéndome más ligera con cada segundo que pasaba—. Gracias por la sugerencia, Sujin.
—Siempre a sus órdenes —bromeó ella, levantando su taza de café con un gesto de triunfo.
La conversación fluyó con naturalidad, y entre risas y charlas, el peso de los exámenes parecía desvanecerse. Nos contamos anécdotas, hicimos planes para los próximos días, y por un rato, el estrés desapareció. Allí, en esa mesa iluminada por las suaves luces del lugar, nos sentíamos completamente a gusto, disfrutando de la compañía y de los pequeños momentos que hacían todo más llevadero.
Al caer la tarde, después de un día tan productivo y relajante, me despedí de mis amigas y empecé el camino de siempre hacia la parada de autobús. El aire era fresco, y las calles estaban tranquilas. Sentía cómo el estrés del inicio de semana se iba desvaneciendo poco a poco, y en ese instante, todo parecía en su lugar.
Al llegar a casa, solté un largo suspiro de alivio. La familiaridad del hogar siempre tenía ese efecto calmante sobre mí, como si, al cruzar la puerta, todas mis preocupaciones se quedaran afuera.
—Hola, mamá —dije mientras entraba, dejando mi abrigo en el perchero junto a la puerta—. Ya llegué.
—Hola, cariño —escuché su voz desde la cocina, acompañada del sonido de la cena, cocinándose a fuego lento—. ¿Cómo te fue en la tarde de estudios?
—Bien, todo tranquilo —respondí, acercándome a la cocina mientras dejaba mis cosas en el sofá. El aroma a comida casera me hizo sonreír—. Pasamos la mayor parte del día en la biblioteca, y después salimos a comer algo. Estuvo bien, un buen descanso antes de los últimos exámenes.
Me quedé junto a ella, observando cómo preparaba la cena, y sin pensarlo, empecé a ayudarla a picar algunas verduras.
—Qué bueno que se están organizando bien. ¿Todavía te faltan muchos exámenes? —me preguntó mientras removía la olla con cuidado, concentrada, pero aún atenta a la conversación.
—No, ya casi terminamos. Mañana tenemos dos, pero son materias que ya repasamos bastante. Y el viernes es el último… —hice una pausa, sintiendo cómo la frase que iba a decir me provocaba un cosquilleo en el estómago—. Ah, y hablando de mañana… Yoongi me invitó a salir.