Si te hubiera dicho que sí

Capítulo 34

El trayecto comenzó en silencio, pero esta vez no era incómodo. Las calles estaban tranquilas, iluminadas solo por las farolas y el suave resplandor de las luces del tablero. Yoongi encendió la radio, dejando que una melodía tranquila llenara el espacio entre nosotros.

—¿Estás cansada con todo esto del festival? —Preguntó después de un rato, sus ojos fijos en la carretera.

—Un poco, ir de un lado a otro, empatar todo con las clases y tareas, es más complicado de lo que pensé —dije, girando un poco hacia él.

—Te entiendo, me pasó lo mismo, creí que solo tendríamos que ayudar, pero realmente es mucho más que eso —respondió con una sonrisa que se reflejó en el espejo retrovisor—. Es un trabajo muy pesado.

—Supongo que sí, yo sí veía todo esto de esa manera, unas cuantas clases libres para acomodar luces —dije con una sonrisa —me estafaron con la idea del festival y la “pequeña” aportación de los estudiantes.

Yoongi soltó una risa suave, esa que siempre parecía estar al borde de convertirse en una carcajada.

—¿Pequeña aportación? Lizzy, creo que nadie nos preparó para esto. Es casi como si fuéramos empleados del festival, pero sin salario, nos engañaron con los “créditos extras”.

Reí junto a él, relajándome un poco más en el asiento. El ambiente en el auto era tranquilo, lleno de esas pequeñas bromas que hacían que el estrés del día se sintiera más ligero.

—Bueno, al menos hay algo bueno en todo esto —comenté, mirando por la ventana las luces de la calle pasar lentamente.

—¿Ah, sí? ¿Qué es lo bueno? —preguntó Yoongi, echándome una mirada rápida antes de volver a concentrarse en el camino.

—Conocer a personas que hacen que el caos sea más llevadero —dije, con una sonrisa ligera pero cargada de significado.

Él mantuvo su mirada en la carretera, pero una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

—Eso lo hace un poco mejor, ¿no? —respondió con suavidad.

—Así es, Darcy

El silencio que siguió no era incómodo. Era el tipo de silencio que surge cuando no necesitas llenar los vacíos con palabras, cuando la compañía por sí sola es suficiente. Llegamos a mi casa más rápido de lo que me hubiera gustado. Yoongi detuvo el auto frente a mi casa, apagando el motor mientras me dedicaba una de esas sonrisas que siempre lograban hacerme sentir cómoda, aunque mi corazón estuviera a punto de explotar.

—Bueno, Lizzy, hemos llegado —dijo girándose hacia mí en su asiento.

—Gracias, Yoongi, por traerme —respondí con una leve sonrisa, desabrochando mi cinturón de seguridad, sintiendo el calor de su mirada fija en mí.

—Gracias a ti, Lizzy, por dejarme hacerlo—respondió, su tono suave, pero cargado de esa chispa juguetona que le era tan natural, con esa tranquilidad suya que siempre parecía poner todo en perspectiva.

Antes de que pudiera abrir la puerta, él ya había salido del auto. Rodeó rápidamente para abrirla por mí, como había hecho antes. Era un gesto pequeño, pero significativo, y no pude evitar sonreír al verlo ahí, con las manos metidas en los bolsillos de su abrigo mientras el frío de la noche nos rodeaba.

Nos quedamos ahí por un momento, bajo la luz tenue del porche. La calle estaba tranquila, solo el susurro del viento rompía el silencio. Lo miré, notando cómo la luz de la lámpara reflejaba un brillo suave en sus ojos.

—Bueno… creo que es hora de que entres antes de que te congeles aquí afuera —bromeó, pero su voz era más baja, casi un susurro.

—Supongo que sí —murmuré, aunque no hice el menor movimiento por avanzar.

Yoongi se inclinó ligeramente hacia mí, con esa calma suya que siempre parecía envolver cada momento. Sentí mi respiración detenerse cuando su mano subió lentamente hasta rozar mi mejilla.

—Tn… —susurró, su tono lleno de una ternura que hizo que mi corazón se acelerara aún más.

No respondí, simplemente lo miré, esperando, con el aire frío mezclándose con el calor que él irradiaba. Fue entonces cuando cerró la distancia entre nosotros, inclinándose lo suficiente para que sus labios rozaran los míos en un beso suave, apenas un toque, pero tan lleno de significado que hizo que el mundo a mi alrededor desapareciera por completo.

Era delicado, como si quisiera asegurarse de que estuviera bien con ello, y cuando no me aparté, el beso se hizo un poco más firme, aunque seguía siendo tan dulce como la primera vez. Suave, pero suficiente para hacer que mi corazón diera un salto.

Cuando finalmente nos separamos, sentí cómo mi respiración era irregular, pero no podía evitar sonreír mientras lo miraba.

—Buenas noches, Lizzy —susurró, su rostro todavía cerca del mío, con una sonrisa tranquila que parecía iluminar todo el momento.

—Buenas noches, Darcy —respondí, mi voz suave, pero llena de emoción.

Lo vi alejarse, las luces traseras de su auto desapareciendo poco a poco, y me quedé ahí por un momento, dejando que el aire frío de la noche me calmara. Subí las escaleras hacia mi habitación con una sonrisa que no podía borrar, sintiéndome ligera, como si todo el peso de la semana se hubiera desvanecido por completo, con todo lo que había pasado, como si todo se esfumara y no se guardara en una parte de mi memoria.




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