El día siguiente llegó con un aire frío que parecía reflejar mi estado interior. Me preparé con calma, intentando no pensar demasiado en todo lo que pesaba en mi mente. La idea de pasar el día con mis amigas era un alivio, una oportunidad para distraerme, aunque sabía que no podía huir de mis pensamientos para siempre.
Llegué a casa de Yeji justo después del mediodía. Las risas y voces dentro de la casa contrastaban con el silencio en mi interior. Yumi y Sujin ya estaban ahí, cómodas en el sofá, rodeadas de snacks y cobijas.
—¡Rosie! —exclamó Sujin, alzando una bolsa de palomitas como saludo—. Por fin llegas.
Sonreí, esta vez dejándome llevar, saliendo de ese momento en el que me había encerrado. Dejé un par de snacks sobre la mesita de centro y me acerqué a ellas.
—Sí, lo siento. Me atrasé un poco.
Yeji me observó atentamente desde su lugar en el sillón, con una expresión que dejaba claro que había notado mi esfuerzo por parecer bien.
—Ven, siéntate aquí conmigo —dijo, haciendo espacio en el sofá—. Hoy no hay dramas, solo series y comida. ¿Entendido?
—Entendido —respondí, dejando mi bolso en el suelo y acomodándome junto a ella.
—Ay, no saben cuanto amo las películas de romance, de verdad yo quiero un romance así bonito —dijo Yeji a mitad de la película que estábamos viendo— la única que tiene novio de nosotras es Yumi, yo también quiero mi romance de novela.
—Bueno, no es como si los romances de novela fueran perfectos —respondió Yumi con una sonrisa divertida, dándole un ligero codazo a Yeji—. Créeme, la realidad es mucho más complicada que eso.
—¿Complicada o aburrida? —replicó Yeji, con una expresión dramática mientras tomaba un puñado de palomitas—. Yo quiero flores, miradas intensas, y que alguien me diga "eres mi mundo". ¿Es mucho pedir?
Sujin rio suavemente desde su lugar en el sofá, acurrucada bajo una manta. —No creo que sea mucho pedir, pero creo que el romance idealizado a veces es solo eso: idealizado. La realidad está llena de malentendidos, inseguridades y, bueno… esfuerzo.
Todas nos reímos, pero su comentario resonó conmigo más de lo que esperaba. Las palabras “malentendidos” e “inseguridades” parecían haber sido lanzadas directamente a mi pecho.
—¿Qué opinas, Rosie? —preguntó Yeji, girándose hacia mí con una sonrisa—. Tú eres la que siempre tiene algo sabio que decir.
—No sé si sabio… —murmuré, encogiéndome de hombros mientras mi mirada se perdía en la pantalla—. Pero creo que tienen razón. Los romances de película son bonitos porque no muestran las partes complicadas, las que te hacen dudar de todo… desde mi punto de vista, creo que el romance real, es trágico por naturaleza…
El silencio que siguió a mis palabras fue breve pero palpable. Incluso la película, que seguía corriendo en la pantalla, pareció desvanecerse en un segundo plano mientras todas me miraban.
—¿Trágico? —repitió Yeji, arqueando una ceja con curiosidad. —Vaya, Rosie, eso sí fue profundo. ¿De dónde viene esa filosofía?
Suspiré, tratando de restarle peso a mis propias palabras. —No lo sé… solo siento que el amor real siempre lleva consigo una carga de sacrificio, de dudas, de… lucha. No es que no pueda ser hermoso, pero creo que esas cosas son inevitables.
—Hmm, puede que tengas razón —dijo Sujin pensativa—. Pero no creo que todo romance sea trágico. Tal vez la tragedia viene cuando las personas no saben cómo manejarlo, o cuando tienen miedo de enfrentarlo.
—Exacto —intervino Yumi, apoyándose contra los cojines—. El romance de película ignora todas esas complicaciones, pero eso no significa que el amor en la vida real no pueda ser igual de hermoso, incluso con los altibajos.
Yeji se giró hacia mí de nuevo, su expresión más seria esta vez. —Entonces, Rosie, ¿tú crees que el amor siempre viene con una pizca de tragedia?
Asentí lentamente. —Tal vez no siempre. Pero cuando realmente amas, arriesgas. Y cuando arriesgas, siempre hay algo que perder.
—¿Pero vale la pena el riesgo? —preguntó Yumi, con un destello de curiosidad en sus ojos.
Miré hacia la pantalla de la televisión, donde la pareja en la película compartía un beso bajo la lluvia, un momento perfecto que parecía tan ajeno a la vida real. Luego volví mi atención a mis amigas, todas esperando mi respuesta.
—Creo que sí… Solo digo que la vida no siempre es como en las películas. Pero eso no significa que no pueda ser bonita a su manera —respondí, intentando desviar la atención.
Yeji me observó con ojos entrecerrados, como si intentara leer mi mente, pero finalmente dejó pasar el tema.
—Bueno, yo solo digo que quiero que mi historia tenga un final feliz. O al menos uno interesante —concluyó, volviendo su atención a la película mientras las demás asentían.
Por un momento, las bromas y las risas lograron distraerme. Nos acomodamos entre cojines y mantas, compartiendo un par de bolsas de palomitas mientras las películas se sucedían unas a otras. El romance nos hizo suspirar, la comedia nos arrancó carcajadas hasta que dolieron los músculos del estómago, y el terror… bueno, ese fue un punto de debate.
—No entiendo por qué siempre tienen que entrar al sótano —dije, cubriéndome los ojos con un cojín mientras una escena particularmente intensa iluminaba la pantalla.
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Editado: 21.02.2025