La biblioteca estaba silenciosa, con solo el sonido ocasional de páginas pasándose y susurros de estudiantes repasando sus notas. Me senté en una de las mesas del fondo, rodeada de libros y apuntes, intentando concentrarme en mi trabajo, mientras se llegaba la hora de verlo, aunque había dicho que también estaría aquí hasta tarde.
Intentaba concentrarme, pero mi mente, como en los últimos días, se desviaba constantemente hacia Yoongi. Después de la noche anterior, de sus palabras y la calidez de su mano en la mía, me di cuenta de lo mucho que había cambiado en los últimos meses. Antes, mi instinto hubiera sido huir, evitar lo que sentía por miedo a perderlo. Pero ahora, lo único que quería era aprovechar cada momento con él.
Mi teléfono vibró junto a mi cuaderno.
Yoongi: “¿Sigues viva entre los libros?”
Yo: “Barely. Si no apareces pronto, voy a perder la cabeza.”
Yoongi: “Entonces es un buen momento para salvarte. Estoy aquí.”
Levanté la mirada y, justo en la entrada de la biblioteca, lo vi. Apoyado contra el marco de la puerta con su chaqueta negra y su bufanda, con una expresión relajada pero con sus ojos fijos en mí.
Sin darme cuenta, sonreí.
—Voy por café —le susurré a Yumi, que estaba a mi lado con cara de agotamiento, por tanto, estudiar.
—Sí, sí… ya vi quién llegó. —Respondió con una sonrisa pícara antes de volver a su cuaderno.
Me levanté y caminé hasta él, sintiendo una emoción extraña en el pecho.
—Hola.
—Hola, Lizzy. —Sonrió de lado, mirándome con esa tranquilidad suya que siempre lograba calmarme.
—¿Me salvas de la biblioteca?
—Siempre. Vamos.
Salimos juntos, sintiendo el frío del invierno en la piel, pero sin importar mucho porque Yoongi pasó su brazo sobre mis hombros, acercándome a él. Caminamos en silencio por los pasillos, hasta que él habló.
—¿Sabes algo?
—¿Qué?
—Me gusta verte concentrada en la biblioteca, pero también me gusta cuando tomas descansos conmigo.
Reí suavemente, disfrutando de lo fácil que era todo con él.
—Supongo que ahora tomaré más descansos entonces.
—Me parece una excelente decisión.
Caminamos hasta la cafetería y nos sentamos en una mesa cerca de la ventana, con vista a los árboles cubiertos de hojas secas. El ambiente se sentía cálido y acogedor, perfecto para esos pequeños momentos que tanto apreciaba con él.
Mientras esperábamos nuestro café, Yoongi jugó con mis dedos sobre la mesa, entrelazándolos y acariciando mi mano con la suya.
—Tengo algo en mente —dijo después de un rato, su tono tranquilo pero con una pizca de emoción.
—¿Algo en mente?
—Sí. Quiero llevarte a un lugar este fin de semana. Solo tú y yo.
Mi corazón dio un pequeño brinco.
—¿Dónde?
—Es sorpresa —respondió con una sonrisa misteriosa—. Solo confía en mí.
Lo miré a los ojos y supe que lo haría sin dudar.
—Siempre confío en ti, Darcy.
Su sonrisa se amplió y, sin importar que estuviéramos en un lugar lleno de gente, se inclinó para dejar un beso suave en mi frente.
—Entonces prepárate, Lizzy. Será un día que no olvidarás.
—Okay —respondí con una sonrisa —oye, ¿no saldrías tarde de la biblioteca hoy?
—Tal vez, pero no quiero dejarte esperando demasiado —respondió Yoongi, jugando con mis dedos sobre la mesa.
—No te preocupes, puedo ir a casa. —Dije con una sonrisa ligera.
Él negó con la cabeza con suavidad. —Pero quiero pasar más tiempo contigo ¿Qué tal si paso por ti cuando salga? Así cenamos juntos.
Mi corazón dio un vuelco ante la idea. Había algo en su voz, en la naturalidad con la que hacía estos planes conmigo, que me hacía sentir segura. Como si lo nuestro ya fuera una certeza y no solo una posibilidad.
—Eso suena bien —respondí, apretando ligeramente su mano entre la mía.
—Entonces es un trato.
La conversación se desvió a cosas triviales mientras tomábamos el café, disfrutando de la calma que se sentía al estar juntos. Entre risas y pequeños gestos, el tiempo pasó más rápido de lo esperado. Cuando nos dimos cuenta, la cafetería ya estaba vaciándose y Yoongi miró su reloj.
—Tenemos que volver —dijo con un suspiro—. Aún me quedan un par de cosas por hacer.
—Está bien, Darcy. Te veré más tarde —le aseguré con una sonrisa.
Él se inclinó un poco más hacia mí, rozando su nariz contra la mía de manera juguetona antes de susurrar:
—No te duermas antes de que llegue, Rosie.
—Haré lo posible —dije riendo.
Yoongi dejó un último beso en mi frente antes de acompañarme a mi mesa en la biblioteca, y yo me quedé viéndolo irse, sintiendo cómo la calidez de su presencia aún permanecía en mí.