Si Te Hubiera Visto Antes Que Ella...

Hacer el amor...

El silencio había tomado su lugar, haciendo de la no muy cotidiana situación, más enferma de lo que ya era. Lejano a lo que cualquier persona en sus cinco sentidos y con una mente normal haría. 

 

¿Esto demostraba lo mucho que ojos de miel amaba a Park? Quizá si, quizá no. Mejor no nos alejemos de las bellas ambigüedades, pues saber si lo que había hecho estaba bien o mal, si era amor u obsesión, te lo dejo de tarea querida lectora. 

 

Mientras, en una habitación meramente normal y silvestre (y con esto me refiero al punto de vista de Taehyung el multi millonario), pues nuestro estimado, se sentía asfixiado en tal habitación que se parecía cinco salas decentes juntas sin exagerar. 

 

Y embobado observaba. En total silencio. 

 

Realmente no creía que ese día llegaría tan tortuosamente lento, y cuando por fin llegó, no lo pudo asimilar sin tener su mente la capacidad siquiera de describir de manera rigurosa el espléndido templo que estaba por poseer. Ese monumento que idolatraba. 

Su mente entró en un bloqueo del cual le parecía difícil salir, admirando lentamente cada curva, cada rincón sin siquiera atreverse a tocar. 

La seducción de ese blanquecino cuerpo desnudo era tan penetrante, y le podía de forma sobrenatural, haciendo los caprichos de su mente mucho más violentos que en ocasiones anteriores, cuando abusaba de su cuerpo morbosamente imaginandoselo a él, a su Jimin.  Manchando de su espumosa y dulce esencia las fotos que usaba para estímularse. 

Un ser voluptuoso se había despertado hace mucho rato, pidiendo a gritos tomarlo ¡ya! 

Sin embargo... el éxtasis le podía, y es que no era para menos. El pelirojo era un joven de mediana estatura, perfecta para él, delgado pero sólo en ciertas zonas que le favorecían, regalandole el papel de pasividad y siendo digno de ser pintado y modelado como si las gracias se hubieran complacido en embellecerlo. Ni las formas más deliciosas de tomarlo serían suficientes, ¡claro que no!

Su enorme mano, temblorosa dió un pequeño recorrido con la yema de sus dedos, (como para asegurarse de que no era un sueño), con tal suavidad sintiendo la encandescencia recorrerlo con el simple rose a tal piel más blanca que los lirios, acto seguido mordiendo sus labios con lascivia. 

El cuerpo de Jimin, inconscientemente llamaba a su opresor para ser corrompido, consiguiendo que el contrario imaginara con frecuencia que el propio amor y la sodomía se habían encargado de modelarlo. Y ni hablar de su rostro, sus facciones 
extraordinariamente femeninas con más majestad que simpatía, más dulzura e inocencia recargada en su sólo semblante. Sus ojos eran las joyas preciosas que el creador le había regalado, en el tono de celeste más claro posible, su boca extremadamente roja, esponjosa y adornada con los más hermosos dientes que podía imaginarse; tenía 
la lengua fina, y su aliento era más dulce que 
el mismo aroma de las rosas.

Tenía el pecho elegante y suave, de tal blancura y una firmeza alabastrina; sus lomos, a la perfección trabajados, y unos huequitos adornando su espalda baja los cuales guiaban por una caída deliciosa, al culo más exactamente y más artísticamente 
tallado que la naturaleza había producido en mucho tiempo. Era completamente 
redondo pero no muy masudo, firme, blanco, y sutilmente entreabierto para mostrar el agujerito más limpio, gracioso y delicado que se podía imaginar. Un tierno color rosado adornaba los más dulces placeres que se podían obtener atravesando, besando, profanando, lamiendo, perforando, acariciando, coquilleando, consintiendo y mimando aquel precioso ano de matiz rosa. 

- J-jimin...- 

A este punto sólo debía tomarlo, cumplir sus fetiches sodomitas y entregarse al placer carnal que sabía, su cuerpo iba a gozar sin el más mínimo sentido de la vergüenza. 

¿Entonces por qué no procedía a estas alturas, teniéndolo inconsciente, desnudo y completamente indefenso atado a su cama? 

Quería admirar más de cerca esa angelical fisionomía, y es que aquella obra de arte debía ser tratada con delicadeza y amor para no dañar aquel templo del pudor. Era como una rosa frágil y delicada que si arrancabas, se marchitaría. 

- No te quiero dañar mi amor, créeme. Pero ahora mismo me encuentro en un dilema, ¿sabes? - su voz gruesa pronunciaba leves palabras en tanto se acomodaba para quedar a la altura del rostro de Jimin, despojándose de sus prendas en el proceso. - No sé si darle rienda suelta a mis caprichos, o esperar a que despiertes para hacerte el amor delicadamente sin dejar de besarte y susurrarte lo mucho que me gustas, y lo mal que me traes hermoso mío. Mi delicado lirio azul.


Su voz se hacía más gruesa pero no tanto en comparación con lo grueso y duro que se volvía su miembro, el cual dolía y rogaba atención. Pero soportaba ese dolor, tomando la desición de no dañar al menor, y encambio se dedicó a regalarle besos húmedos, unos más que otros, disfrutando el cálido tacto. 

La naturaleza había decidido colmarlo de dotes sensuales, tales como la calentura que desprendía su pecaminoso cuerpo. 

Los besos empezaron de arriba para abajo, partiendo de su frente y luego siendo esparcidos sin afán por sus mejillas, su cuello, su pecho y asi sucesivamente hasta llegar a la punta de sus pies. No hubo alguna parte de su cuerpo que no besara. 

Entonces volvió a estar frente a él, para hacer lo mismo que estaba acostumbrado: besarlo sin su consentimiento. 

Y tomó su barbilla por consiguiente abriendo esos labios, para incrustarlos con los suyos apretando suavemente la textura carnosa, chupandolos con cariño sin poder evitar restregarse contra él lentamente. Y le hizo despertar, soltando minúsculos quejidos para abrir sus ojos y encontrarse con un rostro de sensual he ido semblante, tratando de entender lo que veía. 

Tae no se detuvo, y cerrando sus ojos siguió dando lamidas, las cuales hicieron a Jimin volver a cerrar los ojos pero esta vez de placer puro, pues el de piel un tono menos clara, sabía muy bien los puntos débiles en los hombres. Por parte de Jimin, su cuerpo no respondía a tal fogoso y caliente beso que estaba recibiendo. 

Unió sus cejas para tratar de safarze del agarre de sus muñecas sobre tu cabeza pero era imposible, el acero aprisionaba sus manitas. Trató entonces de separarse, viendo con recelo y miedo al mayor encima suyo, el cual sólo portaba un boxer. 


Sus mejillas tomaron color al sentir el peso en esa zona y la ya mencionada erección del ojos de miel, la posición meramente insinuante y el calor que le empezaba a dar. 

- T-tae...- no encontraba las palabras. 

Tae le tapó la boca sin hacer presión, ladeando su cabeza para sonreir ante esa mirada. Era una sonrisa dulce y apacible. 

- Sé que esto no se ve muy bien, pero no te preocupes, te acostumbrarás a mi cuerpo y a tenerme cerca, mi pequeño lirio. - Una sonrisa asomó en sus labios, a lo que Jimin movió la cabeza a su derecha retirando la mano intrusa. 

- ¿Q-que estoy haciendo aquí contigo?

- Oh, eso no te lo puedo decir aún, pero si eres buen niño quizá te quite esas esposas- ronroneo ahora cerca de su rostro. 

- Tae, ¿tu me estás jodiendo verdad? 

- Aún no. Iba a hacerlo pero me arrepentí porque lucías como un ángel dormido. 

- Tae, hablo encerio- chilló el menor ahora con cara de preocupación y sintiendo la respiración pesada por estar desnudo frente al mayor.

Lo que complementaba su desgracia, radicaba en lo muy atractivo que era Taehyung, y más cuando éste se exitaba. Su voz ronca, su cuerpo marcado, escupido por los dioses y bien trabajado, el vocabulario que usaba y lo que más mataba eran esas diversas expresiones que combinaba y desprendía. Tremendamente coquetas y sexys. 


- T-tae, te h-hablo encerio. 
- Ahora puedo hacerte mío sin remordimientos. 

El corazón de Jimin empezó a bombear sangre de manera rápida, en tanto trataba de safarze con mucha más insistencia. ¡Él quería a Yoongi, joder¡ 

Ahora no había marcha atrás. 

Los ruegos de Jimin valieron lo que una moneda de cuero, pues Tae no lo escuchó. Procediendo a tomarlo con ese toque de lujuria combinada con amor, haciendo a Jimin no poder resistirse. 

No conseguía tener el control suficiente para callar sus gemidos, aguantar sus lágrimas y arquearse por cada movimiento de aquel dios del sexo encima suyo. Porque amigas mías, la sodomía era dolorosa, primero se debía pasar por un pequeño dolor para obtener un gran placer. Y Jimin se hallaba en la segunda etapa, completamente dominado. Simplemente su piel se erizaba y su cuerpo reaccionaba de forma violenta a las continuas y duras embestidas que le propinaban, a esto sumandole el continuo contacto visual. Ese maldito contacto visual que reflejaba la más obscura y desenfrenada lubricidad. 




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