California, Estados Unidos 5:20 pm
Ahí estás. Después de una larga espera al fin puedes regresar a tu vida normal.
Estando ya en agosto no es de extrañarse que sea una tarde lluviosa y es por ello que siempre es ideal un buen café. Tú lo sabes perfectamente ya que con tu laptop sobre la mesa y un delicioso café sonríes detrás de la pantalla. Estoy segura de que observas una de tus series favoritas, no me extrañaría. Yo estoy detrás de la caja observándote, tratando de recordar que debo respirar cada determinado tiempo y fingir que todo está bien aunque no sea así, al menos no para mí.
Eres tan hermosa, has mejorado mucho desde la última vez que tuve la oportunidad de verte. Casi no se nota la cicatriz y tu cabello está más allá de los hombros.
No tienes ni idea de todo lo que sufrí al pensar en la posibilidad de no poder ver esa sonrisa nunca más pero afortunadamente la vida te dio una segunda oportunidad y se nota que ya puedes hacer las cosas por tu cuenta, como si no hubiera pasado nada.
Si tan solo supieras lo que eres para mí y lo que algún día pude ser para ti.
—Christine, lleva esta cuenta a la mesa ocho —indica un chico moreno y alto que trabaja en el café mientras yo regreso a la realidad.
Parte de ella es que hoy solo soy la chica que te atendió en el café, una extraña. No me queda más que dejarme llevar por la rutina.
Durante este tiempo, mientras atiendo a los demás, no hago más que observarte desde una distancia prudente. Sin duda alguna me encuentro demasiado distraída y los minutos han transcurrido tan rápido que cuando tengo oportunidad de sentarme un rato para actualizar tu imagen en mi mente guardas tu laptop en una mochila de colores que queda a un costado de tus jeans obscuros y una chamarra beige.
Pasas cerca de donde me encuentro pero no te detienes a verme. Antes de salir del lugar cierras tu chamarra y subes tu capucha para dejar solamente tu afinado rostro descubierto. Tus mejillas siguen conservando ese color rosado al igual que tus labios.
La vida nos colocó en esta circunstancia y es así como veo desde mi lugar la forma en la que cruzas la puerta y corres al otro lado de la calle para subir a una camioneta roja. Seguramente tu mamá ha pasado a recogerte.
Después de este pequeño encuentro me siento demasiado extraña, es como si yo jamás hubiera entrado en tu vida. Esta es mi perdición: No poder ir detrás de ti como lo hice la primera vez.
Aunque el turno continuó siendo más relajado que en otros días terminé veinte minutos antes de las diez ya que tuve que quedarme a limpiar, pero realmente no me importó ya que mañana sería viernes y por fin estaría libre.
Ya en el auto observo mi rostro por el espejo retrovisor. Me encuentro con unos ojos azules que siempre me han gustado pero que siguen apagados, sin el brillo que tenían antes y rodeados por unas cejas medianamente gruesas que se fruncen mientras me observo. Mis pecas no se notan mucho debido a la noche pero mi cabello negro y ondulado está alborotado. Podría decirse que soy un desastre.
Conduciendo a casa en el Toyota Tundra gris de papá me acuerdo de mi vieja Combi que hace tiempo no conduzco y junto con esta se viene a mi mente aquel día en el que me ayudaste a decorarla después de que papá se ofreció a repararla con nosotras. Recuerdo que ese día hacía mucho calor y tomamos bastante limonada que mi mamá nos había preparado junto con unos bocadillos. Siempre fuiste muy creativa y colorida. Este es uno de los tantos recuerdos que tengo de ti; tu cabello de un café claro que estaba recogido por un paliacate y tu nariz, que al igual que unas cejas delgadas, se arrugaba un poco cuando se requería precisión para dibujar los mandalas para que después tu amplia sonrisa se dibujara al ver tus creaciones ¡Qué ternura! Tus ojos color ámbar me observaban divertida al pintar mi nariz y yo solo me reía de tu inocente travesura mientras entraba en una guerra de pintura contigo. Esa noche hicimos una pijamada y reímos bastante. Éramos amigas pero ya me estaba encariñando contigo de una forma distinta. Mis ojos ya te miraban con un sentimiento más profundo.
Hoy solo llueve a raudales. Es como si el cielo también llorara mi desgracia.
Ya casi llego a casa solo que se encuentra un poco lejos de la ciudad por lo que tengo que conducir por veinte minutos.
¿Sabes? Ahora mismo estoy escuchando una canción que me recuerda a ti, Empire de Of Monsters and Men, una de tus bandas favoritas y que más tarde me gustaría tanto como a ti. JJustamenteesta canción fue la primera que escuché ya que me la enviaste para recomendarme a la banda que había sido tu reciente descubrimiento. Siempre has tenido buenos gustos musicales.
No sé si soy masoquista por dejar que se siga reproduciendo en el estéreo pero quiero hacerlo.La canción no es triste pero ya empiezo a sentir un par de lagrimas recorriendo mis mejillas mientras conduzco por una obscura y casi vacía carretera.
¿Qué habrás hecho después? Aún no me acostumbro a este tipo de cotidianidad.
(...)
Cuando finalmente llego a casa trato de cambiar mi rostro por uno más neutral pero cuando cruzo por la sala mi mamá me observa y pregunta cómo me ha ido.
—Bien, lo normal.
—¿Entonces por qué traes esa cara Christine?
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Editado: 25.07.2019