El fin de semana estuve en casa ayudando a mis papás con el viñedo así que logré distraerme. En lo que se refiere al lunes no tengo mucho que decir, fue un día normal con clases regularmente aburridas y demasiado lentas, en donde la mayoría de los profesores no planean nada bien.
Ya es martes por la mañana y por lo menos tengo clase de fotografía, lo que significa que estaré entretenida por un tiempo ya que como te había comentado en múltiples ocasiones, la fotografía es una de mis grandes pasiones y hay todo un mundo que descubrir, sin duda alguna es algo a lo que pienso dedicarme.
Estando en el Napa Valley College parecería una contradicción que no esté estudiando más para la industria de los vinos pero desde pequeña he estado rodeada de generaciones dedicadas a ello asi que todo lo he aprendido de mi padre por lo que mi plan es estudiar fotografía y después provar suerte en otra ciudad, provarme y en algún momento ser lo suficientemente buena para viajar y regresar a encargarme del negocio o mejor dicho: la hermosa tradición familiar.
Después de colgar el teléfono que se encuentra en la cocina aparece mi mamá aún con su bata y el cabello desarreglado mientras guardo algunos libros en mi mochila negra.
—¿Quién era? —pregunta despreocupada mientras se prepara una taza de café.
—Era...nadie, ya me voy.
La verdad es que no veo necesario contarle la misma noticia de siempre así que por ahora lo omito.
Doy un último trago a mi licuado de fresas y me pongo uno de los tirantes de la mochila.
—Con calma —Ríe al observar cómo me apuro a salir.
Tiene razón, llevo buen tiempo así que avanzo a la puerta de entrada con más calma y mi mamá me sigue con pasos tranquilos.
—¿No olvidas ese folder? —Señala hacia la pequeña mesa de la sala.
—No, es para un proyecto que entrego en estos días. No lo vayas a mover, regreso a ordenarlo.
—Sabes que no toco nada.
Con mis manos palpo el bolsillo derecho de mis jeans para asegurarme que llevo el celular. Ya está todo, un día más en mi cuarto semestre de universidad. Cuatro meses para liberarme del estrés universitario.
—Recuerda que hoy tengo turno hasta tardé en el café —aviso antes de salir.
—Intenta regresar temprano, no me gusta que conduzcas tan noche —sentencia con un asomo de preocupación.
—Trato pero sabes que a veces debo quedarme más tiempo —Levanto los hombros haciéndole ver que no queda más remedio.
—Entonces llama para que esté más tranquila.
—Lo haré —Abro la puerta y me despido de ella con un beso.
Ya en la camioneta decido que no tengo ganas de escuchar música desde el estéreo así que prefiero bajar los cristales de los asientos delanteros y escuchar el ligero silbido del aire que se cuela para levantar mi cabello y golpear suavemente mi rostro para proporcionarme frescura.
Cuando aparco en un lugar cercano a los edificios veo la hora en mi celular y faltan quince minutos para mi primer clase así que prefiero quedarme en el auto a esperar mientras observo a los chicos correr a sus clases con las mochilas a sus espaldas, algunas llevan bolsos y otros abrazan una libreta que pegan a su pecho. ¿Qué historia tendrán? ¿Qué habrá detrás de sus miradas aburridas frente a un cuaderno con garabatos o esas sonrisas fugaces en los recesos?
Mis pensamientos no tardan en convertirse en aquel viajero que termina caminando en círculos al rededor del mismo árbol mientras el mundo hace algo similar a una escala mayor.
Minutos después el rato de silencio se ve interrumpido por unos pequeños golpes en el cristal de la puerta del conductor.
—¿Vas a dormir aquí o en clase? Al menos en el segundo te dan asistencia.
Reconozco a nuestra amiga Sandy, una chica de cabello rubio y ojos claros que siempre luce radiante aun cuando las clases son en la mañana y no te dejan tiempo más que para desayunar y dirigirte a la escuela.
—Ya voy.
Ella se mueve ligeramente hacia un costado para que pueda abrir la puerta.
—¿Hiciste la tarea?
—¿Había tarea? —pregunto con tono de protesta.
—Sí, la opinión sobre el libro
—Pensé que solo lo discutiríamos en clase.
—Era escribir una cuartilla —precisa.
—No importa, la escribo antes de que termine la clase.
—Pero era a computadora —Me mira con una sonrisa burlona mientras niega con la cabeza mostrándome una fingida desaprobación.
—Ya me inventaré algo.
Empezamos a caminar pero recuerdo que llevo los libros que he guardado esta mañana en mi mochila.
—Te veo en clase, necesito ir a mi casillero.
Ella asiente y se adelanta al edificio que está enfrente, justo al lado del que me dirijo.
Tú estás en la misma universidad pero en la facultad de diseño, que está al lado de la mía. Ahora que me encuentro frente a mi casillero recuerdo cuando te veía justamente en este pasillo; tomabas clase en los salones contiguos y yo te acompañaba. Ocupabas los asientos que estaban frente a la clase y dibujabas con tus rotuladores de colores plasmando esas ideas tan creativas mediante trazos ágiles sobre el papel, tal vez de ahí viene esa frase que solía repetirte: "Mi chica arcoíris".
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Editado: 25.07.2019