Si Vis Pacem, Parabellum

V

WINSTON

-Señor, siento molestarle, pero ha venido una adjudicadora a verle –me comunicó Caronte a través del teléfono.

-Que pase.

-Muy bien señor.

Cuando la vi entrar en el salón, supe que andaba metido en problemas.

-Supongo que ha venido a hablar de John Wick –le dije-. Le advierto que la conversación será breve. Le dije que lo dejara estar y él se negó. No hay nada más que decir.

-El señor Wick rompió las reglas. 
-Lo sé. Y no tengo las mas mínima idea de…

-Se equivoca –me cortó-. No he venido por el señor Wick, si no porque el señor Wick rompió las reglas en este hotel. La sangre fue derramada en el suelo del Continental, ¿no es cierto?

-Uh, si. A decir verdad el cuerpo se está enfriando entre estas mismas paredes.

-Quisiera verlo.

Le llevé en el montacargas hasta el nivel en donde se guardaba el cadáver de Santino D’Antonio, justo al lado de la incineradora. Tal vez si se hubiera esperado unas horas más, no habría cuerpo que ver.

-Santino D’Antonio –dijo al llegar hasta el cuerpo-. Un nuevo socio nombrado para la Alta Mesa asesinado por John Wick cuando buscaba un lugar seguro en el Continental.

La vi mirarle la herida de bala de la cabeza muy de cerca, puede que escaneando la herida.

-Acabó con él con un cuarenta y cinco, según parece.

-Yo no tenía ningún control sobre los actos del señor Wick –dije, pues presentía que todo esto me iba a salpicar de una manera nada decorosa-.

-Sin embargo él vive porque lo decidió usted, ¿no es así?

-Sí.

-Conoce al señor Wick desde hace tiempo, incluso sería justo llamarles amigos, ¿sí? En lugar de detenerle o de matarle, no se movió y le dejó ir después de haber disparado a Santino D’Antonio en su presencia.

-Pero le declaré excomulgado –me defendí-.

-No sin antes darle una hora para escapar.

-Rompió las reglas en mi hotel.

-Éste es precisamente el problema. Su hotel, ¿a quién da su lealtad?

-He estado a su servicio durante cuarenta años –dije incrédulo. ¿Cómo podía volverse la tortilla de esta manera?-.

-Bajo la mesa, sirviendo a la mesa. Todo se encuentra bajo la mesa. Entiendo que tenga sus propias lealtades pero esto no puedo pasarlo por alto. Le aclaro que he venido a pronunciarme sobre usted. Tiene una semana para ordenar sus asuntos.

-¿Cómo dice?

-Cuando lo haya hecho se elegirá a su sucesor. Existen reglas, son lo único que nos separa de los…

La interrumpí para acabar su frase.

-De los animales.

-Sí. Tiene siete días. Mientras, si necesita ayuda con su transición, puede buscarme en la habitación 217.

-Espero que disfrute de su estancia en el Continental.

 




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