JOHN
Cuando llegué a la terraza, allí estaban Winston, Caronte y Nadya, de pie hablando con la adjudicadora y uno de sus sicarios. El sol ya había salido por el horizonte, y proyectaba sus rayos por toda la terraza.
-¿Vamos a pactar? –preguntó la adjudicadora.
-Supongo que sí –dijo Winston-. ¡Jonathan, pactamos!
Avancé hasta ellos, asegurándome que se encontraban bien. Nadya me miraba buscando en mí lo mismo. Su mirada no había cambiado en estos años. Seguía tan preocupada por mí, que ni siquiera en este momento, era capaz de pensar en nadie más que en mi. Aunque probablemente también pensara en su hija. Corrijo. Nuestra hija.
-¿Y qué propone que hagamos? –siguió la adjudicadora.
-Quiero conservar mi poder –exclamó Winston.
Lo miré, lo decía en serio.
-Bajo la mesa –dijo la adjudicadora, y él asintió.
-He servido, y he sido una institución de orden y estabilidad en esta industria por más de cuarenta años. Humildemente reconozco que me sobrepasé, y reitero mi fidelidad a la Alta Mesa.
-Winston –le dije.
Me estaba dejando el culo al aire. A mí, y a Nadya, que solamente había venido a ayudarme.
-Simplemente demostró fuerza para que le permitiéramos conservar el Continental –dijo la adjudicadora, al darse cuenta del astuto plan de Winston-. La alta mesa acepta su fidelidad. ¿Qué me dice de ella? –dijo refiriéndose a Nadya, quien miró a los pactantes de hito en hito.
-Llévesela, castíguela como le plazca.
Y vi como la adjudicadora asentía la cabeza, en acuerdo. Con un gesto de su mano, el sicario la agarró por los brazos y la retuvo mientras ella gritaba.
-¡No!
-¡Winston! –le exhorté.
-¡Eres un manipulador! ¡Nos has usado en tu beneficio! -le espetó Nadya.
-Señorita Popov, a usted nadie la invitó a este baile.
- ¿Y qué vamos a hacer con respecto a John Wick?
Lo miré, no me creía que Winston estuviera haciéndome esto, a mí y a Nadya.
-Oh, él tiene que morir -dijo, y a la vez me apuntaba con su arma.
-¡No! –gritó Nadya.
-Lo siento Jonathan –dijo Winston, y me disparó-.
-¡Winston! –grité, mientras veía como se acercaba mas a mí.
-No veo otra manera -y me disparó otra vez.
-¡Para! ¡Déjale en paz! –oí suplicar a Nadya.
Pero Winston no atendía a razones, porque me disparó dos veces más mientras me caía de la terraza.
Choqué contra diversas estructuras en mi caída, gritando a cada golpe. Hasta que por fin toqué el suelo. Me quede tirado boca abajo en el pavimento, medio adormecido por el dolor.
****
Oí el sonido de unas ruedas mientras me transportaban en un carrito de la compra. Mi cuerpo, desmadejado sobre el carrito, supuraba las heridas de mis últimos enfrentamientos y los golpes recibidos de mi caída. Y en mi mente, reverberaban los gritos agónicos y de furia proferidos por Nadya en mi caída.
De golpe, me arrojaron del carrito al suelo, otra vez, y escuché a mi perro llorar cerca de mí.
-¿Cómo te sientes John? Te ves tan mal como yo me siento. Johnny, Johnny, Johnny… Levanta una mano si me escuchas, John.
Con esfuerzo, levanté mi mano izquierda en respuesta.
-Oh, diablos. Te cortaron un dedo. ¡Qué hijos de puta! –lo oí reírse a carcajadas y toser después-. Ay, John. Maldito cabrón. El viejo se queda con su hotel, la Alta Mesa se lleva a Nadya y tú pagas los platos rotos. Aunque yo habría hecho lo mismo en su lugar. Pero esta Alta Mesa… Siete cortes… No se imaginan lo que puedo hacerles. Están por aprender que si cortan a un rey, más vale que corten profundo. Así que te pregunto John, ¿cómo te sientes? Porque yo estoy furioso, muy furioso. ¿Estás enfadado, John?, ¿lo estás?
Me incorporé lo suficiente como para mirarle a los ojos y decir:
-Sí.
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Editado: 29.09.2021