Haber decidido dejar Burwood por Sydney quizá fue una mala idea, no conozco a nadie y no sé nada de este lugar, que ahora será mi hogar.
Por más que mi madre me suplicó que me quedara con ella y la acompañase, no lo hice. Sé que ella está enferma pero sinceramente ahí no tendría una oportunidad tan buena como aquí y poder pagar su tratamiento. Y decidir quedarse allá era resignarse a tener un estilo de vida como lo he tenido desde pequeña, él día que mi padre nos dejó.
No quería que mi vida fuese así. Además necesitaba nuevos aires, ese lugar ya no era para mí.
Y a pesar de que realmente no esté muy lejos de aquí, es muy extraño el vivir sin mi madre, siempre hemos sido ella y yo. Obviamente puedo visitarla muy seguido, pero entre la universidad y mi empleo que pienso conseguir, no sé si me quedará mucho tiempo; también por eso decidí mudarme cerca de todo.
Ahora estoy en camino hacia mi nuevo hogar; el autobús está por llegar a la estación, lo sé porque ya estamos en la ciudad y días anteriores vine a rentar un pequeño departamento.
Sin duda aquí es muy distinto de donde vengo, más personas, más movimiento y sobre todo más oportunidades de sobresalir.
Llegué a mi destino y tomé mis maletas, sólo traía mi ropa. Afortunadamente encontré un departamento con muebles y todo lo necesario, a un precio que podría pagar. Tomé un taxi hacia el que ahora sería mi hogar.
Aún no tenía empleo aquí, pero mi madre había ahorrado para mi universidad y con eso pagué un mes de renta y la inscripción a la escuela.
Me vine dos semanas antes de comenzar el ciclo escolar, para buscar empleo y acostumbrarme a la ciudad.
—Gracias— le dije al taxista al bajarme del coche, me esperé en la acera a que me entregase mi equipaje y pagarle.
El edificio era pequeño, sólo contaba con cinco pisos, no era lujoso ni nada por el estilo, pero tampoco estaba derrumbándose por falta de mantenimiento y estaba cerca del centro de la ciudad.
Caminé hacia el elevador, ya que apenas me alcanzó para alquilar en el quinto piso, y además no podría con mi equipaje por las escaleras.
Mi departamento estaba al final de pasillo, con suerte sólo había tres en un piso; uno enfrente del elevador, otro al lado izquierdo de esté y el mío al lado derecho.
Ya conocía a una parte de mis vecinos, cuando vine a hacer el papeleo con la dueña; enfrente de mi vivía una señora que apenas y saludaba las pocas veces que la vi; y en el de enfrente del elevador, no vivía nadie.
Ya enfrente de la puerta de mi casa me dediqué a buscar en mi bolso las llaves. Escuché que el elevador se abrió pero mi búsqueda por la llave me pareció más interesante.
De seguro es la vecina.
Pero me equivoqué.
—¿Hola?— dijo un chico a mis espaldas. —¿Necesitas algo?
Mi llave. Le respondí mentalmente antes de girarme para ver de quién se trataba esa voz.
Se trataba de un chico alto y moreno, cejas pobladas y ojos ligeramente rasgados.
—Hola— respondí cortante. No me interesaba entablar una conversación con él.
—Si buscas a alguien en ese departamento, ahí no hay nadie.
Sonreí.
No por lo que me había dicho, sino porque encontré la llave.
—Lo sé, por eso estoy aquí...— volví a girarme para verlo.
—Oh, tú debes ser la nueva vecina, la señora Steel me ha hablado de ti.
Tenía que ser una vieja chismosa.
—Sí, soy yo— afirmé y me di media vuelta para ahora sí, abrir la puerta.
—Bien... ah... Soy Calum.— Escuché que decía él detrás de mí, creí que ya se había ido.
Lo ignoré y me adentré al apartamento, arrastrando conmigo una maleta. Cuando levanté la vista hacia la otra me encontré a... ¿Calum? Creo que sí. Jalando la otra hacía donde yo estaba.
—Gracias— le sonreí. —Soy Samantha. Mucho gusto.— Extendí mi mano hacía él.
—Mucho gusto, Sam.— Estrechó mi mano. —¿Te puedo llamar así? Samantha es muy largo y...
—Esta bien.— Asentí y solté su mano.
—¿Necesitas un guía en la ciudad? Porque veo que acabas de llegar, y ocuparas alimentos, productos de limpieza y todas esas cosas de supermercado.
—Sí, es lo que iba hacer. Por un momento creí que me pedirías una cita.
—No, no, no. No buscó una relación por ahora vine a estudiar y creo que eso me distraería.
—Pues creo exactamente lo mismo que tú. Quizá haya otro tipo de química entre nosotros. Ya me agradas Cal.
—Puedes decirme así.— Me guiñó un ojo, yo sólo reí. —¿Nos vamos?
—Ah, sí.— Asentí. —Sólo... bueno, al rato arreglo todo.
Efectivamente había tenido más cosas en común con Calum, él también decidió dejar su lugar de origen para venir a estudiar y resultó que ambos entraremos a la misma universidad.
Pero él estudiaría música y yo medicina, esto no impediría que no nos viéramos por los pasillos o en el edificio.
Caminamos hasta el centro comercial, pues estaba sólo a unas cuantas cuadras.
—En serio que sigo sin creer que hayas venido con un completo desconocido— de nuevo dijo esto, me lo repetía cada cierto tiempo desde que salimos del edificio.
Ya habíamos terminado de comprar las cosas que necesitaba y me invitó a comer algo, en el restaurante que según él era el mejor lugar donde servían hamburguesas, mejores que los lugares comerciales famosos.
Así que caminamos hacía ese lugar.
—Pues ya debes creerlo, ya llevamos conociéndonos más de una hora. Prácticamente ya no eres un extraño para mí. Y no sé, me inspiraste confianza.
—¿Que habría pasado si eso sólo era una mascara y en realidad fuese un asesino o violador?
—No te ves así, aunque tengas tatuajes no te ves como un chico malo. Y no me estarías llevando a un restaurante y no me habrías acompañado de compras.
—¿Cómo estás tan segura que te llevo allí? ¿Y si te llevo con mis jefes? O quizá te asesine.