Siempre

Capítulo V

Cuando Narciso murió, vinieron las ninfas del bosque y observaron que el agua dulce del lago se habí­a transformado en lágrimas saladas.

-¿Por qué lloras? -preguntaron las ninfas.
-Lloro por Narciso.

- ¿por qué lloras por Narciso?  - A pesar de que nosotras siempre corrimos detrás de él por el bosque, tú fuiste el único que tuvo la oportunidad de contemplar de cerca su belleza.

-¿Narciso era bello? -preguntó el lago.
-¿Quién mejor que tú podrí­a saberlo? -respondieron, sorprendidas, las ninfas. -Al final de cuentas, era en tus márgenes donde él se inclinaba todos los dí­as.

El lago se quedó quieto un momento. Finalmente, dijo:
-Lloro por Narciso, pero jamás habí­a notado de que fuera bello.
“Lloro por él porque cada vez que él se recostaba en mis márgenes, yo podí­a ver, en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada”.

 

Oscar Wilde

 

Aquel no era un junco cualquiera, éste soñaba con los prados, los desiertos, las montañas y el mar, empero su naturaleza lo obligaba a permanecer junto al borde de aquel lago, más un día llego la primavera y con ella, las golondrinas.

El junco absorto las observaba en su elegante pasar, hasta que una de ellas poso sobre sus hojas, lo que lo hizo temblar.

Así nació el amor entre el junco y la golondrina, ésta le relataba sus viajes por el mundo y él los rutinarios hábitos de una vida sedentaria, él deseaba emprender vuelo y ella echar raíces, tener un lugar al cual pertenecer para siempre, tener un lugar al cual llamar hogar; la dicha que sentían era interminable, más no los días de primavera y verano.

Las hojas de los árboles empezaban a caer, anunciando la llegada del otoño y la pronta partida de la golondrina. Entre lágrimas el junco pidió a la golondrina que no lo olvidase y ésta prometió volver.

De cada lugar por donde pasaba la golondrina recogía un presente para su adorado junco; un jazmín, cuya fragancia le recordaba el olor del junco después de una llovizna; un diamante, que al igual que el junco permanecían escondidos bajo tierra, encontrarlos era todo un desafío hasta se consideraban tesoros.

-Tesoro, tesoro es poder tener la capacidad de andar libre por el mundo, sin embargo, tener el deseo de regresar y permanecer solo en un lugar, porque tesoro es lo que yo he encontrado en aquel junco, un tesoro más importante que este diamante que es un bien material, podré perderlo aquí, pero, si quisiera podría hallar otro que posea el mismo valor.

Mi adorado junco me ha brindado el tesoro del amor, un amor como el suyo no se haya en todos lados, un amor como el suyo es único, es de esa clase de amor que solo se viven una vez y solo los seres bendecidos son capaces de hallarlo y vivirlo.

Así volvió la primavera al lago del junco y con ella la alegría del reencuentro. Sin embargo, algo andaba mal.

Las aguas del lago se tornaban mugrientas, los restos de los peces cubrían el delicado cuerpo del agua, alarmada la golondrina voló rápidamente a encontrarse con su amado, ya había ocurrido lo inevitable, el junco había muerto.

En inútiles intentos la golondrina intentaba reanimarlo, al percatarse de que todo estaba perdido acudió al llanto, desde un lugar no muy lejano la roca que todo lo observaba rompió el silencio diciendo:

-Desde tu partida hermosa golondrina no hubo ni un solo día en que el junco no mirase el horizonte, soñaba despierto con tu regreso, alucinaba con la brisa que produces con el batir de tus alas, sin embargo, un día sus hojas se tornaron más oscuras y cada día le costaba más levantar su mirada para vigilar el horizonte. Cuando despertó esta mañana me miró a los ojos y dijo:

“Querida roca, tú y yo somos dueños y sirvientes de esta tierra, aquí nacimos y de aquí jamás partiremos, a diferencia de ti, la muerte está viniendo por mí, sabes que siempre he deseado conocer el mundo; gracias al cielo he vivido el mayor de los deseos, he amado y he sido amado, ella volverá pronto y sé que no me hallará. Dile que la amo y que su amor es lo mejor que me pudo pasar, aunque duro muy poco; dile que para mí duro toda la vida, desde ahora y siempre ella lo es todo, he amado y ella me ha amado, puedo recostarme sobre las aguas del Edén soñando con volverla a ver”

Al finalizar esta frase, el junco emprendió el viaje del que jamás volvería; la golondrina rebozada de lágrimas levantó la vista al cielo.

-Mi adorado junco ya estoy de vuelta, lo siento he llegado demasiado tarde, quizás deba beber de estas oscuras aguas y emprender el vuelo tras de ti; pero sé que no me perdonarías, sería un acto cobarde querer huir de los recuerdos, de una vida sin ti. Eres un tesoro invaluable, tu amor hizo de esta golondrina la más feliz.



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En el texto hay: amor, leyendas y verdades, muerte tristeza y amor eterno

Editado: 24.09.2018

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