Siempre Cerca Nunca Juntos

La cosecha.

La señora Mggar, no dejaba de dar órdenes aquí y allá. Pronto iniciarían las fiestas de "cosecha" y todo tenía que estar preparado.

Las fiestas de cosecha se basaban en varias reuniones que se llevaban alrededor de diciembre, con el fin de reunir dinero para los ingresos del pueblo. Todos aquí participaban, la mayoría hablaban de cómo organizar el local Theed, en él, se llevaría a cabo la primera celebración.

La mayoría de chicas estaban emocionadas, la temática de este año era básicamente sobre el siglo XVIII; los vestidos y la bobinas llenarían todo el lugar. Pero como siempre, yo era la excepción. No quería ir, me negaba; siempre ayudaba a organizar las reuniones y llevar a cabo algunos programas, pero nunca asistía a las fiestas, prefería quedarme en casa y leer o escuchar algo de música. Después de que cumplí los diez años, mamá jamás me obligó a volver.

En mis manos tenía un block de papel. Estaba haciendo el inventario de los nuevos adornos de navidad que habían llegado. Tres noches atrás había cogido una pesada gripe que me había dejado por todo un día tirada en la cama, pero hoy había despertado más compuesta. Sólo había hecho falta un té caliente, un par de guantes, una bufanda y listo.

Entre la multitud que se movía de un lado para otro sobre la plaza Bosquee, pude detectar una melena negra y larga, seguida de un esbelto cuerpo color canela. Automáticamente me escondí entre los andenes y grandes cajas de adornos para que no me viera.

Gaia era mi mejor amiga desde que tenía uso de memoria. La amaba, pero no quería hablar con ella en estos momentos. Como era, no me dejaría trabajar mientras anduviera detrás mío rogándome para que fuera a la reunión, y acabaría aceptando sólo porque formaría una pequeña escena como hace un año, fingiendo decepción, después diciendo que la dejaría sola. A decir verdad, Gaia era buena actriz, pero esta vez no caería en sus manipulaciones. No iría y punto.

-Oye, Kay –Me giré al escuchar mi nombre. John estaba frente a mí, con el ceño levemente fruncido -¿Has visto las estrellas para los arboles? – Preguntó. Me quedé viéndolo por unos segundos como lela.

John y yo no éramos exactamente amigos, pero siempre se portaba muy bien conmigo. Su cabello rubio estaba recogido hacia atrás, dándole un porte mucho más joven. Cuando noté que seguía mirando en espera de una respuesta me sonrojé levemente y aparté la mirada de nuevo a mi block.

-Hmm, no –Dije rápidamente –Creo que aún no las han traído – Él asintió mientras miraba alrededor como si esperara que aparecían frente a él. Suspiró irritado y luego me regaló una gran sonrisa perezosa.

-¿Podrías ir por ellas? - Preguntó de nuevo sin dejar de sonreír. Asentí sin más remedio, y cuando se giró para marcharse de nuevo junto a su hermano que colgaba las guirnaldas, maldije mentalmente.

Tendría que ir hasta el establo que estaba solo a una cuadra. Ahí era donde llegaban los pedidos. Desde pequeña le había cogido miedo a ese lugar. Recuerdos agridulces venían a mí, pero seguí caminado para apartarlos.

-¡¡KAY!!- Escuché que gritaba mi nombre una Gaia muy molesta, pero me apresuré. Bajé rápidamente las escaleras y pasé la calle. Si me daba prisa no me alcanzaría.

Caminé hasta llegar al gran establo que era de dos pisos. Sus paredes eran de una madera reluciente y tejada. Las ventanas estaban tapiadas por la nieve que había caído el día anterior, al parecer nadie se había dispuesto a limpiarlas.

Por lo que se veía no habían muchas personas adentro. Me abrí paso. Adentro todo estaba más cálido. Los pisos de mármol estaban limpios y relucientes. Las paredes color verde le daban un aspecto acogedor a la pequeña entrada.

Seguí caminando y como no vi a nadie ahí arriba, decidí bajar a la bodega. Tal vez alguien me ayudaría a encontrar las estrellas navideñas.

Las estrechas escaleras de cemento estaban en pique, lo que hacía que bajara lentamente. No quería caer y romperme el cuello.

Abajo todo estaba iluminado por una sola bombilla que pegada al techo. Las cajas se repartían por todas partes, sin ningún orden. Sabía que por mi cuenta, jamás encontraría lo que buscaba.

-¿Hola? –Pregunté. No había rastro de algún ser viviente, y tenía miedo de seguir allá abajo. Nadie contestó y estaba comenzado a asustarme.

Detrás de una hilera de cajas y pergaminos regados, se escuchó un sonido de algo arrastrándose. Mi corazón se aceleró rápidamente ¿Un fantasma? La idea sonaba estúpida, pero en esos momentos yo creía en toda clase de posibilidades. Me giré para subir corriendo cuando choqué con un dorso.

-Ahhhhhh – Un grito de pánico salió de mí. Levanté mi mano para abofetear a la persona del frente, pero una mano me tomó rápidamente.



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Editado: 10.06.2018

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