Siempre Cerca Nunca Juntos

Un mal plan.

Muy al fondo, en una parte hetera más allá de mi conciencia, escuchaba el golpeteo de los copos de nieve contra el vidrio de mi ventana. El frió calaba cada vez más mis huesos, y ni con la cobija que traía encima podía deshacerme de él.

No quería levantarme, aún no. Sólo estaba medio consiente de lo que había a mi alrededor, y gracias a todos los dioses del cielo, mi madre aún no estaba despierta. No escuchaba el constante ruido en la cocina, ella tenía la manía de despertar a todo el mundo mientras hacía un par de emparedados.

Me estiré un poco en mi cama, y mis músculos se tensaron; la noche anterior no había dormido muy bien precisamente, y para recalcar más mi molestia, Gaia me había llamado a las dos de la mañana para que le contara lo de la chica de la cosecha.

¿Qué clase de personas subnormal, llama a esa hora de la madrugada para que le cuentes algo? Ah si, por supuesto, Gaia.

Un suave sonido llegó hasta mis oídos y al instante lo reconocí con el indicador de mensajes. Aun con los ojos soñolientos, busqué a tientas mi teléfono.

-"Voy para tu casa :)" –La diva.

Me quedé mirando el mensaje por dos largos y enguiñados minutos. No podía creer que se hubiera tomado la molestia de mandarme un mensaje a las ocho de la mañana; esa chica no era normal, y sí, por la diva se refiere a ella misma, tenía la más insufrible e irritante persona del universo como mejor amiga, pero la amaba, era el punto.

Sabía que aunque quisiera ya no podría dormir más, no podía seguir evitándola y tampoco quería. Necesitaba contarle a alguien todo lo que había hablado con Iker, y que me asegurara que así era como se hablan todos los amigos, esa constante inseguridad en mi interior, hacía que a veces me recalcara porqué no era un poco más sociable, así no tendría el problema de saber si actuaba o no de forma coherente.

Con un último y dipaciente suspiro me puse de pie y al instante me arrepentí. No recordaba haberme ido a dormir solo en ropa interior, y con más razón el denso y helado viento chocó contra mi cuerpo haciéndome temblar.

Corrí directo a al baño y encendí la ducha con agua caliente; entrando enseguida, deje que esta relajara mis músculos. El frió fue abandonando mi cuerpo y puede darme el gusto de descansar al fin, bajo el agua.

Gaia no tardaría en llegar y sabía que era muy impaciente cuando se trataba de contarle algo, así que decidí vestirme con lo primero que hallara; el día estaba muy frió, así que no tendría muchas opciones.

Unos sonidos que provenían desde la planta superior me alertaron y enseguida supe que la peli negra había llegado, no vivía muy lejos de aquí, solo a dos cuadras. Tome mi celular y bajé las escaleras de dos en dos, haciendo todo el ruido posible.

 Me gustaba fastidiar a mi madre.

Abrí la puerta y ahí estaba ella, en toda su gloria. Traía su largo cabello negro recogido en una media cola, un buzo color rosa, acompañado de una linda bufanda negra, y unos vaqueros negros junto con unas botas cafés. Gaia siempre sabía verse muy bien y no exactamente de una manera muy llamativa.

-Lindo atuendo –Dijo ella mientras miraba mi sudadera deportiva y el suéter gris que me quedaba grande por dos tallas, y ni hablar de mi cabello, lo llevaba recogido en un moño.

-Cállate y pasa ¿Si? –Le ordené tras recibir la sonrisa burlona que la caracterizaba.

-¿Hay desayuno? –Cuestionó, sin moverse.

-No- Murmuré sonriente, la comida preferida de Gaia era el desayuno.

-¿Y qué esperas? Vamos.

Cerré la puerta, sabiendo a donde nos dirigíamos.

Al frente del centro comercial Qeen lesdilestaba ubicado el restaurante Gi'onnosuno de los mejores de todo Suvermat.

Sus blancas y decorativas paredes adornadas con toda clase de emoticones de comida, le daba al lugar un aspecto divertido; los altos muros de yeso que separaban las paredes eran de un color blanco y sus pisos de madera pulida estaban brillantes por la humedad.

Entramos y nos situamos en una de las mesas de madera junto a la ventana, desde ahí, se podía ver a los lejos el inicio de la plaza.

Esperamos unos segundos hasta que un chico, muy mono, a decir verdad, fue a tomar nuestro pedido. 

Su cabello rojo alumbraba todo el lugar y las tiernas pecas que adornaban su cara lo hacían ver mucho más joven. Nos sonrió cortésmente mientras tomaba nuestro pedido. Por un segundo nuestros ojos se encontraron y los de él eran hermosos, de un verde claro, pero no eran tan lindos como aquellos ojos marrones claros, que siempre tenían ese toque de diversión.

-¡¡Detente!! –Me ordené mentalmente, ¿Qué hacía pensado en los ojos de Iker?, era obvio que ya estaba perdiendo la cabeza.

-Así que... -Dijo Gaia, mientras me miraba emocionada como si le fuera a decir uno de los secretos del universo –Suelta la lengua.

-Tu siempre tan tierna –Gruñí, y con un pequeño gesto me indico que callara y empezara a contar.- Iker quería que fuera a la cosecha para verme ahí con él- Dije apresuradamente, temiendo sin ninguna razón.



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Editado: 10.06.2018

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