-Muévete- Gruñí mientras le pegaba un empujón a la persona que tenía al lado y esta caía con un golpe sordo al piso.
-Mierda- Su voz me congeló, y me maldije mentalmente.
-Lo siento –Murmuré sentándome de prisa y mirando hacia el piso.
Iker estaba sentado mirándome sorprendido por mi repentino ataque, mientras se sobaba la cabeza.
En realidad no había recordado que había estado durmiendo junto con él. Normalmente no estaba acostumbrada a compartir mi cama con nadie.
-En serio, lo siento, no recordaba que estabas ahí –Mi mejillas estaban ardiendo mientras él me regalaba una sonrisa perversa y se ponía de pie.
Los recuerdos de la noche anterior volvieron de prisa a mí y quise que la tierra me tragara una vez más. Primero la depresión, después los besos y por ultimo haber dormido juntos.
Aunque de eso no me quejaba, había sido algo realmente magnifico. Iker tenía algo que no sabía precisamente cómo poner en palabras, que siempre hacía que me sintiera bien, en paz conmigo misma; quizás se debía a que él siempre estaba tranquilo.
-No pasa nada, solo me golpeé la cabeza fuertemente –Un jadeo salió de mí y no pude evitar mirarle preocupada –Kay, estoy bromeando –Siguió sonriendo, mientras se acercaba hasta mi para después darme un casto beso en los labios.
-Debería ir a casa para ducharme, pasaré por ti al rato –No sabía precisamente que había pasado anoche, simplemente lo había besado y ahora él se sentía en la libertad de darme besos ¡No es que me estuviera quejando! Pero no sabía cómo tomármelo, no quería ilusionarme...
-¿Ir a dónde? –Fruncí el ceño –No quiero salir.
-Nada de quejas, Kay –Su mirada divagó lentamente por todo mi cuerpo, haciendo que mi cara se calentara –Tardaré una hora, alístate –Diciendo esto salió de mi habitación dejándome anonadada.
Me puse de pie lentamente, tenía que admitir que anoche había dormido bien. No había tenido pesadillas atormentando mis sueños, así que eso ya era algo muy bueno.
Afuera, por algún milagro de los Dioses, el día estaba iluminado, un cálido sol estaba alumbrando las calles y había algunas personas caminando de un lado hacia otro haciendo cosas cotidianas.
Meria, la madre de Gordon, el mejor amigo de Iker, estaba puliendo su andén mientras hablaba con su hija menor, Jay. Sus risas se escuchaban hasta mi habitación y no pude evitar envidiarlas. Yo también quería una navidad alegre, pero este año eso no sucedería, aun había mucho dolor por sacar de adentro.
Suspiré y tomé mi teléfono.
-Hola –Contestó mi mejor amiga al primer tono, como si hubiera estado esperando la llamada- ¿Estás bien?
-Sí. Necesito tu ayuda, Iker dijo que saldríamos en una hora a algún lado pero no sé porque, estoy muy nerviosa... A noche le besé y él me devolvió el beso y entonces dormimos juntos y esta maña...-
-Detente –Gruñó Gaia –No entendí nada –Suspiré y rasqué mi cabello.
-Él quiere que salgamos –Mi amiga se quedó en silencio algunos segundos y después respondió.
-¿Y qué tiene eso de malo, kay?
-¡TODO!- Grité– Es obvio que está mal, yo ni siquiera soy su tipo.
-No creo que Iker tenga algún tipo- Podía escuchar la risa desde la otra línea –Date la oportunidad y déjate llevar.
-Pero...
-Vete a arreglar, ponte un vestido corto donde se te vean los muslos –Rode los ojos -Oye tengo una pregunta, urgente.
-¿Hmm? – Ya había comenzado a mirar mi closet.
-¿Fue bueno en la cama? –No podía ser en serio.
-No lo dije en ese modo, Gaia –Mi cara parecía un tomate, tendría que aprender a manejar mi timidez- Solo dormimos...
-Sí, claro... Glenn y yo también- Solté una carcajada y después de otras tantas tonterías colgué el teléfono. Necesitaba arreglar mi aspecto antes de que el castaño llegara.
***
Una nota estaba pegada en la nevera donde se leía:
Cariño, tu padre y yo hemos decidido ir a comprar algunas cosas,
Cuídate y que te diviertas con Iker. Besos, tu mami.
Doblé la nota y la tiré a la basura, sabia que no era cierto, probablemente ambos estarían en el cementerio, visitándolo a él y dejándole algunas estúpidas flores que luego de marchitarían... El dolor volvió a mi pecho pero lo ignoré, necesitaba salir y despejar la mente, dejar a un lado las penas amargas que estaban por ahogarme.
Miré el reloj exaltada, mis manos estaban sudando, estaba nerviosa, no sabía muy bien donde me llevaría Iker y no estaba segura si la ropa que llevaba era la adecuada.
Un short corto color rosa, una blusa verde algo destapada en la espalda y unas tenis, fue lo mejor que hallé para ponerme. Aunque mi cabello no estaba tan mal, hoy era su día porque ni siquiera había tenido que lavarlo.