El salón de filosofía era un horno viviente, solo constaba de una ventana lateral que daba a la piscina y el resto de espacio estaba tapiado por altas paredes de yeso que no dejaban entrar aire.
Estaba sofocada. Apenas había llegado no tardé en reunirme con el resto de estudiantes en el patio central. Ahí, nos habían divididos en grupos según nuestro año.
En este salón había más de ochenta estudiantes hablando a la misma vez y riendo estúpidamente, y para mi mala suerte, Gaia había llegado tarde y estaba en la puerta de adelante sin poder acercarse a mí.
-Esto es tan gracioso –Glenn habló por encima del ruido. Daba gracias que el rubio me hubiera encontrado, o si no ya hubiera perdido los nervios.
-¿Qué cosa? –Pregunté hacia él, quien seguía mirando más allá de los estudiantes.
-Esto –Con una ademan señaló todo alrededor –No sé cómo pueden estar tan entusiasmados por volver a este sitio.
Asentí comprendiendo sus palabras. Glenn no estaba muy contento de iniciar clases, cosa que era rara en él. El rubio siempre estaba siendo imperativo y hablando sobre qué teníamos que aprender, así él se quedara siempre dormido en clases, pero esta vez parecía casi tenso de estar allí.
-¿Qué sucede? –Me giré para mirar a mi mejor amigo, a veces olvidaba que yo no era la única que tenía problemas.
Su silencio me hizo tensar, ya empezaba a asustarme.
-¿Gleen? –Volví a preguntar exaltada por su recio comportamiento.
-No quiero romperle el corazón –Susurró tan bajo que pensé que me había imaginado sus palabras.
Iba a preguntar a qué se refería cuando una voz gruesa llenó el lugar, silenciándonos a todos.
-Queridos estudiantes de Havanna –La voz del profesor Marcus hablaba fuerte, pronto todos estaríamos sufriendo de problemas auditivos –Este es un nuevo año escolar, y para ustedes los que están aquí, es el penúltimo año. Todos esperamos que disfruten su año, pero que también sean responsables y sepan valorar su institución –Esto iba para largo, lo sabía –Havanna fue fundado en 1985, por Jex Yarid Peatón –Mordí mi labio para no reír ¿A quién se le ocurría llamar a su hijo de esa forma? –Gracias a él tenemos este gran lugar, que ahora es uno de los mejores institutos de todo Sendíha. Contamos con miles de... -Me desconecté del discurso y dejé divagar mi mente.
Llevábamos mas de tres horas en el colegio y solo había visto a Iker en la entrada, muy bien acompañado para mi gusto, pero me recordé que no debía afectarme. Lo que sea que había estaba ocurriendo entre los dos se había terminado de la misma forma que había comenzado.
Hoy todo sería un lió en este lugar. Primero darían el mismo discurso de todos los años, acompañado de varias instrucciones para los nuevos de cómo llegar a las cafeterías y biblioteca; después nos entregarían el horario y podríamos marcharnos a casa. Era obvio que hoy no veríamos clases.
La siguiente hora pasó lentamente, mientras escuchaba al señor Marcus hablar y hablar. Parecía no tener fin.
-Llamaremos a lista a uno por uno –Advirtió ahora la señorita Grendel –Así que pónganse cómodos y esperen sus horarios.
-Pero que descontrol –Gritó Gaia, mientras se acercaba a nosotros sonriendo –Casi que no logro llegar –Miré hacia ella y traté de no botar ninguna baba. Se veía estúpidamente sensual en el uniforme, no sé cómo hacia esa chica para lograr que todo quedara magníficamente en ella.
-Estoy nerviosa –Murmuré, mientras ella me regalaba una mirada de "¿En serio?"
Glenn, quien estaba de pie a mi lado, solo se había dedicado a mirar a Gaia de manera estúpida, mientras su cuerpo se tensaba.
-¡Hey!- Gaia lo saludó sonrientemente y la respuesta de él, fue tensarse aún más.
-Hola –Dijo él lentamente mientras miraba hacia las otras personas –Tengo que ir a hacer algo, ya vuelvo.
Y diciendo esto, desapareció entre los jóvenes. Ahora si sabía que algo estaba mal, lo presentía y todo acabó de confirmarse cuando vi las lágrimas en los ojos de Gaia.
-Oye -Susurré mientras le tocaba delicadamente el brazo –Solo debe estar abrumado por entrar de nuevo a clases.
Ella se quedó en silencio unos segundos mientras miraba sus pies y después una pequeña sonrisa se posó en sus labios.
-De seguro es eso –No pasé por alto la amargura de su voz, pero decidí no presionarla más. Si ella quería contarme qué estaba pasando lo haría sin que yo la obligara a hablar.
***
Gaia y yo estábamos comparando nuestro horarios, las únicas clases que teníamos juntas eran: Química, física, arte y idiomas.
No me quejaba. El año pasado no nos había tocado nada juntas, así que cuatro materias eran suficientes para sobrevivir todo un año.